Durante el día, cuando no puedes hacer otra cosa, llama a Jesús aún en medio de todas tus ocupaciones. Vuela con el espíritu ante el tabernáculo cuando no puedas ir con el cuerpo, y allí desahógate de tus ardientes codicias, habla y ora y abraza al Amado de las almas, mejor que si te fuese dado recibirlo sacramentalmente.
Epístolario III, pag. 448