Uno de los carismas que se le reconocen al padre Pío en este largo período que pasa en Pietrelcina, es, sin duda, el don de lenguas; es decir, cierto conocimiento del francés y, al parecer también, del griego. De hecho, en las comunicaciones epistolares entre él y el padre Agustín, se usa con frecuencia la lengua francesa. El padre Pío, no hay duda de ello, se muestra bastante parco en el uso de este idioma; al contrario del padre Lector, que, en repetidas ocasiones, escribe cartas enteras en francés, como si fuera sabedor de la capacidad de su discípulo para entenderlas o de que hay algún otro que le traduce lo que él le expresa en esa lengua que, en el pasado, le ha sido siempre bastante difícil. Con todo, el padre Pío participa con gusto en estas contiendas lingüísticas, utilizando en sus cartas frases escritas en perfecto francés, que manifiestan, también en él, un correcto dominio de este idioma.
Además de los estigmas, de los que está informado el arcipreste de Pietrelcina, Don Salvador Pannullo, y que dejarán de ser visibles después de haberlos recibido en Piana Romana, los otros dones del Espíritu no aparecen visiblemente a los ojos de la gente del lugar. Se trata de carismas y fenómenos que tienen lugar en lo profundo del alma y que transforman y moldean interiormente al sacerdote capuchino. Este es el motivo por el que, para hacer creíble y claro lo que está sucediendo en Pietrelcina, es también necesaria la manifestación de los otros carismas, menos ocultos, más tangibles y claros, que el mismo Dios concede al joven religioso; son garantía de la autenticidad de los fenómenos místicos, y de modo particular de aquellos que de forma invisible, pero muy eficazmente, edifican lentamente, con «golpes de benéfico cincel», el hombre nuevo, el santo, la imagen más fiel de Jesús Crucificado.
Sólo su queridísimo padre Lector, el padre Agustín de San Marco in Lamis , y el director espiritual, el padre Benedicto, tienen el privilegio de conocer algo, aunque de lejos, de los carismas extraordinarios de su hermano y discípulo.
El padre Agustín, que conoce bien el francés, no deja de maravillarse ante algunas expresiones en perfecto francés del fraile de los estigmas. Y, aún sabiendo de qué es capaz su amado cohermano, le pregunta quién le ha enseñado el francés, porque antes no le gustaba y ahora le agrada.
El padre Pío responde a este pregunta con una evasiva, acudiendo a una cita bíblica tomada del profeta Jeremías: «A, a, a... Nescio loqui» . (Yo no sé hablar. Pero el Señor me ha dicho: vete y anuncia ). Una respuesta claramente bíblica que deja al padre Agustín aún más confuso, pero que precede al descubrimiento de un misterioso intérprete de su correspondencia epistolar. Será el mismo padre Pío el que le diga que el ángel de la guarda le hace de maestro y le explica las lenguas que no conoce.
Antes de desvelarle la solución del enigma, comienza la carta al padre Agustín precisamente con una frase en francés. Y ensalza en esa lengua el mes de mayo, apenas comenzado, y a la Virgen María, a quien de modo particular está dedicado:
«Padre queridísimo, oh!, Le joli mois que le mois de mai! C’est le plus beau de l’année. (¡Oh! ¡qué bello mes el mes de mayo! Es el más bello del año). Sí, padre mío, este mes ¡qué bien habla de las dulzuras y de la belleza de María! Mi mente, al pensar en los innumerables beneficios que me ha hecho esta querida Mamita, me avergüenzo de mí mismo, porque nunca hasta ahora he mirado con suficiente amor su corazón y su mano, que con tanta bondad me los concedía; y lo que más pena me causa es que he correspondido con muchos y continuos disgustos a los afectuosos cuidados de esta nuestra Madre.
¡Cuántas veces he confiado a esta Madre los dolorosos anhelos de mi corazón turbado! ¡Y cuántas veces me ha consolado! Pero, ¿cuál fue mi agradecimiento? En los momentos de mayor aflicción, me parece no haber tenido ya madre en la tierra, pero sí de haberla tenido, y muy piadosa, en el cielo» .
Es una de las páginas más bellas del epistolario mariano del padre Pío. Pero, para comprender todavía mejor su afecto a la Madre de Dios y la singular predilección de María por el fraile de Pietrelcina, es necesario seguir leyendo esta magnífica carta, que chorrea amor filial a la Virgen María:
«Pobre Mamita, ¡cuánto me quiere! Lo he constatado una vez más al comienzo de este hermoso mes. ¡Con cuánto mimo ella me ha acompañado al altar esta mañana! Me parecía que no tuviera ninguna otra cosa en qué pensar sino sólo en llenarme del todo el corazón de santos afectos.
Sentía un fuego misterioso que venía de la parte del corazón , que no he logrado comprender. Sentía necesidad de aplicarme hielo para apagar ese fuego que me está consumiendo.
Quisiera tener una voz tan fuerte que fuera capaz de invitar a los pecadores de todo el mundo a amar a la Virgen. Pero, porque esto no está a mi alcance, he pedido y pediré a mi angelito que cumpla por mí esta misión» .
En el Epistolario del padre Pío está ocultamente presente el estilo inconfundible de la acción maternal y santificadora de María Santísima: «... La artista que ha sacado de su seno la imagen de su Hijo Jesús, hecha realidad en esta criatura humana» .
Como se puede comprobar, la mayor parte de las cartas que el padre Pío escribe en este período están dirigidas al padre Agustín, a quien pudo abrazar de nuevo en Venafro, viviendo junto a él los días que pasó en este convento del Molise y fortaleciendo así los lazos de sincera y profunda amistad con él. Esto explica que, después de los días que pasó en Venafro, el padre Agustín asuma, en relación al padre Pío, un papel más importante, paterno y comprensivo que el padre Benedicto, hombre enérgico, que le causó tantos sufrimientos al tener que cumplir el doble papel de Ministro provincial de la Orden y de director espiritual del fraile de Pietrelcina .
El padre Pío, a pesar de esta relación no fácil, nunca olvida a su primer director, pidiéndole directamente todo lo que necesita en su camino de superación, como el folleto titulado Cartas y éxtasis de la sierva de Dios Gema Galgani y el escrito La Hora santa, ambos de la mística de Lucca. En estos escritos se inspira el padre Pío, no sólo para sus cartas, sino también para conocer una experiencia espiritual muy similar a la suya. En efecto, algunas de las expresiones de sus cartas están tomadas de trozos de Santa Gema Galgani y adaptadas, con pocos cambios personales .
No debe causar extrañeza el hecho de que el padre Pío tome material no suyo para escribir sus cartas. En este período, en el que su vida tiene muchas semejanzas con la de Gema Galgani, él necesita «hacer propia una experiencia humana y espiritual más avanzada que la suya, identificarse con ella y hacerla parte suya» .
Si en varios aspectos la vida de Gema Galgani se asemeja a la del padre Pío, y es tomada por éste como modelo, el joven religioso madurará, con el paso de los años, una espiritualidad propia, de estilo netamente franciscano, pero inspirada también en el espíritu carmelitano.
A estos aspectos es necesario añadir otros profundamente personales y cultivados desde la infancia, como el sentimiento de fondo de toda su vida religiosa, que se caracteriza por la opción de víctima por los pecadores.
de "Siete años de misterio en Pietrelcina"