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sábado, 12 de agosto de 2017

Rosario en Honor a la VIrgen María


ORACION de INICIO

Inmaculada Virgen y Madre mía, María , a Vos que sos la Reina del mundo, la Abogada, la Esperanza y el Refugio de los pecadores, recurro yo el más miserable de todos. Te venero como a mi Reina, y te agradezco todos los favores que hasta me has hecho hasta ahora, especialmente de haberme librado del infierno que tantas veces he merecido.
Yo te amo, Señora amabilísima; y por el amor que os tengo, prometo servirte siempre y hacer todo  que de mì depende para que otros también te amen y te sirvan.
Despuès de Dios, deposito en vos toda mi esperanza, aceptame como tu siervo y protegeme bajo tu manto pues eres Madre de misericordia
Y ya que sos tan poderosa ante  Dios, líbrame de toda tentaciòn, y ayudame a vencer hasta el último combate.
De vos espero la gracia de una buena muerte, y por el amor que tenés a Dios, te ruego me ayudes  siempre, especialmente en el último instante de mi vida.
No me dejes hasta que pueda verte en el Cielo, para  bendecirte y cantar tu misericordia por toda la eternidad. Así lo espero. Así sea.

PESAME. 

-PRIMER MISTERIO.

Una voz triste pero dulcísima sonaba en mi pobre corazón; era el aviso del padre amoroso que dibujaba en la mente de su hijo los peligros que habría de encontrar en la lucha de la vida; era la voz del padre bondadoso que quería el corazón del hijo alejado de aquellos amores infantiles inocentes; era la voz del padre amoroso que susurraba a los oídos y al corazón del hijo que se apartara del todo de la arcilla, del fango, y que celosamente le pedía que se consagrara totalmente a él.
Apasionadamente, con suspiros amorosos, con gemidos inenarrables, con palabras dulces y suaves, lo llamaba a sí, quería hacerlo todo suyo.
Más aún, casi celoso del hijo, permitía con frecuencia que la criatura, hija de la tierra y del fango, diera coces y lanzara golpes inmerecidos al hijo que él amaba con tanta ternura y afecto; y que éste comprendiera hasta qué punto había sido falaz y engañoso el amor que, inocente e infantilmente, daba a las criaturas…
Entonces yo, el hijo ingrato, lo comprendía todo y contemplaba claramente el cuadro terrible y espantoso que él, en su infinita misericordia, me presentaba; cuadro en verdad desalentador, que habría hecho temblar y asustarse a las almas más probadas.
Al percibir aquellas inmundicias, aquellas miserias, yo invocaba enseguida los santísimos nombres de Jesús y de María, llamando con angustia al buen padre para que viniera en mi ayuda. Y he ahí que enseguida, en respuesta a mi llamada, él se me presentaba; y, viendo que yo me esforzaba por alejar de mí aquel funesto cuadro, parecía que sonriera, parecía que me invitara a otra vida, me hacía comprender que el puerto seguro, el refugio de paz para mí era el ejército de la milicia eclesiástica.
 (Noviembre de 1922, a las hermanas Campanile – Ep. III, p. 1005)

Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria

Ave Marìa purìsima                                  sin pecado concebida
Santo Padre Pio                   ruega por nosotros
                                                           
-SEGUNDO MISTERIO

Jesús te haga cada vez más grata a él y más semejante en los caminos del dolor. María, la madre de Jesús y madre nuestra, te conceda entender todo lo que encierra el gran secreto del dolor, cristianamente soportado, y te obtenga también toda la fuerza para poder subir hasta la cima del Calvario, llevando la propia cruz.
Es verdad que, para recorrer este camino, se necesita mucha fuerza; pero, ¡coraje!; el Salvador no permitirá nunca que decrezca su ayuda hacia ti. Por tanto, apresurémonos a unirnos, a mezclarnos, a todas esas almas piadosas y fieles que van junto al divino Maestro. Apresurémonos, digo, para no quedar demasiado atrás en esta santa comitiva; mantengámonos siempre unidos a ella; no la perdamos nunca de vista; que no escape nunca de nuestra vista, porque no la podremos alcanzar, y nos veremos privados de esos tesoros secretos de bien que sólo se encuentran ahí, y excluidos del gozo eterno que sólo en ella y por ella se llega a poseer.
 (4 de agosto de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 470)

Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria

Ave Marìa purìsima                                  sin pecado concebida
Santo Padre Pio                   ruega por nosotros

-TERCER MISTERIO.

Huye, huye hasta de la más mínima sombra que te haga sentirte importante. Reflexiona y ten siempre ante los ojos de la mente la gran humildad de la Madre de Dios y nuestra, la cual, a medida que aumentaban en ella los dones celestiales, profundizaba cada vez más en la humildad, de modo que, en el mismo momento en que fue cubierta por la sombra del Espíritu Santo, que la convirtió en Madre del Hijo de Dios, pudo cantar: «He aquí la esclava del Señor». Y lo mismo cantó nuestra tan querida Madre en casa de santa Isabel, a pesar de llevar en sus castas entrañas al Verbo hecho carne.
En la medida que crezcan los dones, crezca tu humildad, pensando que todo nos es dado como préstamo; al aumento de los dones vaya siempre unido el humilde agradecimiento hacia tan insigne bienhechor, de modo que tu espíritu prorrumpa en alabanzas continuas. Actuando así, desafiarás y vencerás todas las iras del infierno: las fuerzas enemigas serán despedazas, tú te salvarás y el enemigo se corroerá en su rabia. Confía en la ayuda divina y ten por cierto que quien te ha defendido hasta ahora, continuará su obra de salvación.
 (13 de mayo de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep.II, p. 417)

Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria

Ave Marìa purìsima                                  sin pecado concebida
Santo Padre Pio                   ruega por nosotros

-CUARTO MISTERIO.

¡Qué bueno es el Señor con todos; pero se muestra mucho más bondadoso con el que tiene verdaderos y sinceros sentimientos de agradarle en todo y de esperar que se cumplan en él los divinos deseos!
Aprende, de modo muy especial tú, a descubrir y a adorar la divina voluntad en todos los acontecimientos humanos. Repite con frecuencia las divinas palabras de nuestro queridísimo Maestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Sí, que esta bella exclamación esté siempre en tu corazón y en tus labios en todos los momentos de tu vida. Repítela en las aflicciones; repítela en las tentaciones y en las pruebas a las que Jesús quiera someterte; repítela también cuando te sientas sumergida en el océano del amor de Jesús. Ella será tu ancla y tu salvación. No temas al enemigo; él no intentará nada contra la navecita de tu espíritu, porque el timonel es Jesús y la estrella es María.
(6 de febrero de 1915, a Anita Rodote – Ep. III, p. 54)

Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria

Ave Marìa purìsima                                  sin pecado concebida
Santo Padre Pio                   ruega por nosotros

-QUINTO MISTERIO:

El conocimiento de los designios divinos sobre ti debe servirte, por una parte, para ejercitar tu alma en la gratitud hacia tan buen Padre, prodigando tu alma en continuas acciones de gracias al benefactor celestial, uniendo a este fin tus bendiciones a las de María santísima Inmaculada, de los ángeles y de todos los bienaventurados moradores de la Jerusalén celestial. Por otra parte, debe servirte como de empuje, para no asustarte y no detenerte a mitad de trayecto, por las penas y los dolores que es necesario soportar para llegar a la meta de este largo camino.
El Señor me ha permitido manifestarte todas estas cosas, sobre todo para que no estés insegura en tu carrera. Corre, pues, y no te canses; el Señor te guía y dirige tus pasos para que no caigas en este camino. Corre, te digo, porque el camino es largo y el tiempo es bastante breve. Corre, corramos todos, de modo que, al final de nuestro viaje, podamos decir con el santo apóstol: «Porque yo estoy a punto de ser inmolado, y el momento de mi partida es inminente. Yo he combatido mi combate, yo he terminado mi carrera, yo me he mantenido fiel».
 (9 de enero de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 291)

Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria

Ave Marìa purìsima                                  sin pecado concebida
Santo Padre Pio                   ruega por nosotros

ORACIONES POR LA INTENCION DEL PAPA FRANCISCO para este mes

Salve,  3 Avemarías y  Gloria

ORACION A SAN MIGUEL ARCÀNGEL pidiendo la protección de los Grupos de Oración de Padre Pio y de su asistentes espirituales. Por ellos y su sagrada misión roguemos cada día

"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén."

En el nombre del Padre, y del HIjo, y del Espíritu Santo. Amén.

SEMBLANZA DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA por Melchor de Pobladura

Se han redactado estas notas preliminares para satisfacer la curiosidad de quienes deseen familiarizarse, de alguna manera, con la personalidad del célebre Padre Pío de Pietrelcina e informarse previamente del contenido y finalidad de este libro.

Ambiente familiar.- El Padre Pío, en el siglo, Francisco Forgione, nació el 25 de mayo de 1887. Oculto y casi desconocido, pasó la infancia y adolescencia en el ambiente familiar de unos pobres campesinos. Con sus coetáneos, sin ser insociable y huraño, era más bien reservado y amante de la soledad. Precozmente prevenido por la gracia, ya a los cinco años soñaba ilusionado con la idea de consagrarse de por vida al servicio divino. Muy pronto se manifestaron algunos dones carismáticos y Satanás se hizo presente con violentos e insistentes ataques. La gente del pueblo comentaba en sus corrillos la ejemplar conducta del muchacho, sus solitarios paseos por la campiña y las frecuentes y devotas visitas, mañana y tarde, a la parroquia.

Como uno cualquiera de sus condiscípulos.- A los quince años cumplidos, el joven Forgione, superadas serias dificultades afectivas y formidables luchas satánicas -preludio éstas de toda una vida de sufrimientos y combates-, el 22 de enero de 1903 tomó el hábito capuchino. Cursó seguidamente los estudios humanísticos, filosóficos y teológicos. Su endeble y enfermiza salud le obligó a suspenderlos antes de alcanzar la meta del sacerdocio. Durante aquellos años de estudio, el joven capuchino, externamente, era como cualquiera de sus condiscípulos. Su progresivo desarrollo de la intimidad con Dios no tenía testigos, si bien, como se sabrá más tarde, era favorecido con visiones, locuciones internas y otras gracias extraordinarias.

Siete años de vida oculta.- Esperando que el aire nativo fortaleciera las débiles fuerzas físicas de Fray Pío para continuar la carrera eclesiástica, los superiores lo enviaron a Pietrelcina en mayo de 1909. El tiempo, que se preveía y deseaba pasajero, se prolongó por siete años consecutivos. Recibió la ordenación sacerdotal el 10 de agosto de 1910.
Y sigue un período de soledad, de reflexión, de intensa vida interior y de limitado apostolado ministerial.
Impulsado por la obediencia, el Padre Pío intentó varias veces incorporarse a la vida conventual. Así lo querían los superiores y así lo deseaba él. Todo inútil. Cada vez que pretendía realizar el proyecto, sus males físicos empeoraban peligrosamente. La vida del joven capuchino es un «misterio» para los especialistas. La diagnosis y la prognosis quedaban al margen de los coeficien¬tes sobrenaturales, que jugaban en este caso un papel importante y decisivo.
Bajo la experta guía de sus directores, que mantenían con él frecuente correspondencia epistolar, el Padre Pío, siempre achacoso y enfermizo, subió rápidamente uno tras otro los peldaños de la escala mística: purgación activa y pasiva, goces inefables y sufrimientos insoportables, fenómenos místicos, pasajera aparición de las llagas, luchas titánicas con el diablo, etc.

Su Calvario y su Tabor.- Así transcurrieron siete años de estancia en su patria. Por fin, en febrero de 1916, con el pretexto de asistir en Foggia a un alma privilegiada (que realmente lo necesitaba), los superiores lo destinaron al convento de aquella ciudad. Y aquí comienza una nueva etapa de su itinerario espiritual y de su misión sacerdotal, caracterizada por la dirección de las almas, de palabra y por escrito. Después de trece años de vida «escondida con Cristo en Dios», se presenta en público, aunque no por iniciativa propia, y se dedica al apostolado activo. Tenía veintinueve años de edad.
Después de unos meses dedicados intensamente a la dirección de las almas en Foggia, los superiores, en busca de una mejoría para su siempre enfermiza y achacosa salud, lo trasladaron a San Giovanni Rotondo, a unos 40 kilómetros de la capital Foggia. Y San Giovanni Rotondo -hoy conocido en todos los confines de la tierra- fue desde entonces su Calvario y su Tabor.
En su nueva residencia le confieren la dirección espiritual del colegio de los aspirantes a la Orden y se dedica además a la formación de un grupo de almas selectas, a través de las cuales irradia su apostolado y su espiritualidad. Los vaivenes de la primera guerra mundial lo arrancaron tres veces de la paz conventual y lo obligaron a prestar servicios auxiliares en cuarteles y hospitales por espacio de un total de ciento ochenta y dos días. Y lo hizo «con fidelidad y honor», como se lee en su hoja de servicios.

Sobre el candelero.- A partir de los primeros meses de 1918, su itinerario místico se dilata y enriquece: luchas y victorias, consolaciones y desolaciones, toques sustanciales, heridas del corazón, transverberación, fusión de corazones. El maravilloso fenómeno de las llagas impresas el 20 de septiembre de 1918, que sellará su cuerpo y ensangrentará su camino hasta la muerte, produjo un impacto clamoroso. A pesar de la grande reserva de los interesados, Padre Pío, directores y superiores, el hecho no pudo ocultarse dentro de los muros conventuales. La gente comenzó a subir la colina despoblada del convento, aisladamente o en pequeños grupos, hasta que el excepcional acontecimiento ocupó las primeras páginas de los periódicos y se hizo «noticia». Esto sucedía en la primavera de 1919. Desde entonces, San Giovanni Rotondo se convirtió en centro de peregrinaciones y el Padre Pío en el apóstol del confesionario y en el consejero a quien acudían gentes de toda clase, de día y de noche.
La ciencia y la autoridad tomaron cartas en el asunto directamente a causa del prodigio de las llagas e indirectamente para limitar o suprimir aquel flujo de gentes siempre creciente y no siempre ordenado.
En el crisol.- La ciencia, sin embargo, no acertaba con una solución satisfactoria en lo tocante a las llagas.
Es notorio el impacto que fenómenos tan sorprendentes, como el de las llagas, producen en la devoción popular, y también la posibilidad de torcidas interpretaciones y lamentables abusos. Para encauzar, si no contener, aquella avalancha de gente que se precipitaba desde todos los puntos cardinales al remoto convento capuchino, la Santa Sede se vio obligada a intervenir. Como primera medida disciplinar dispuso que el Padre Pío interrumpiera la dirección espiritual con el más autorizado de sus directores, el Padre Benito de San Marco in Lamis (mayo 1922); luego declaró que no constaba de la sobrenaturalidad de las llagas (31 mayo 1923); después limitó el apostolado del Padre Pío, y, por último, le prohibió celebrar la misa en público.
Esta situación, sumamente penosa para todos, duró diez años (1923-1933). Desapareció el clamoroso rumor en torno al convento, aunque, más de una vez, hubo de intervenir la fuerza pública para aplacar las iras del pueblo alborotado. Para el Padre Pío fueron años de creciente transformación interior: silencio, oración, estudio, sufrimiento, entera conformidad con la voluntad de Dios y de los superiores. Compás de espera en el apostolado exterior. Ninguna mengua en la vida interior.

Más amplios horizontes.- En el año 1933, el Padre Pío reanuda poco a poco sus tareas apostólicas. Comienza también a aparecer de nuevo el concurso de gentes, y fue siempre en aumento. Al terminar la segunda guerra mundial, la visita a San Giovanni Rotondo de personas de todas clases (gente humilde; luminares de la ciencia, de: la política y del arte; representantes de la jerarquía eclesiástica) había adquirido proporciones impresionantes. El Padre Pío no podía atenderlos a todos, quienes por lo menos deseaban asistir a la misa celebrada como sólo sabía hacerlo. Necesitaba más espacio vital, puesto que aumentar el tiempo no dependía de él. Para aumentarle la posibilidad de hacerse todo a todos, en 1959 se inauguró la nueva y espaciosa iglesia levantada con las generosas ofertas de sus innumerables admiradores. San Giovanni Rotondo se había convertido en un centro de atracción e irradiación universalmente conocido.

Flores y espinas.- Indudablemente, la aureola popular y universal que rodeaba al Padre Pío tenía sus raíces más profundas en la santidad que todos admiraban y aplaudían. Y sus manifestaciones eran múltiples: la celebración de la misa, con visible participación activa al misterio de la cruz; el perfume misterioso, que muchos percibían aun desde muy lejos; bilocación asegurada por muchas personas; las sorprendentes y adivinadas intuiciones respecto a sus penitentes dentro y fuera del confesionario; gracias temporales, favores espirituales, etc.
Pero justo es reconocer que al lado de este fundamento real e innegable de la atractiva persona del Padre Pío, adquirieron una importancia relevante y lo hicieron más popular y más amado algunas iniciativas suyas -expresiones elocuentes de su amor a Dios y al prójimo-, que se han desarrollado como árbol frondoso y fructífero. Nos referimos a la Casa Sollievo della Sofferenza, cuya primera piedra se puso el 19 de mayo de 1947 y fue solemnemente inaugurada el 5 de mayo de 1956; obra de su entrañable amor a los que sufren y realizada con la ayuda generosa y desinteresada de sus devotos y admiradores. Y también a los llamados Grupos de oración, cuya fisonomía espiritual delineó él mismo en 1966; hoy están extendidos en muchas naciones y cuentan con más de 70.000 miembros inscritos.
Todos conocen al Padre Pío como el Estigmatizado del Gárgano. Y lo fue en reali¬dad, no sólo por las cinco llagas que llevó impresas y sangrantes durante cincuenta años en su cuerpo endeble y enfermiza, sino también por la cruz dolorosa que lo torturaba interiormente, como prueba mística, y por las incomprensiones y tribulaciones causadas por las criaturas. Aunque obedientísimo siempre y en todo a-los superiores eclesiásticos y religiosos, no pudo por menos de sufrir y mucho -aunque sin lamentarse nunca- ante ciertas y repetidas decisiones que le afectaban a él y a su obra. Y también le causaron mucho dolor moral los contrastes de opiniones que respecto a su persona se debatían en la prensa y por otros medios con imprudencia y obstinación por algunos que se proclamaban sus devotos y admiradores.

El ocaso.- Los últimos diez años de vida del Padre Pío se caracterizan por un nivel altísimo de actividad y de popularidad y también por un progresivo y alarmante desgaste de sus fuerzas físicas, a causa de sus atroces sufrimientos físicos y morales. La rápida y habitual asistencia de médicos y especialistas de nombradía internacional no logró detener el declive de aquella preciosa vida. A principios de 1968 la situación se hizo alarmante. Tienen que llevarlo en un cochecito al lugar de su ministerio y a la iglesia conventual.
El 20 de septiembre, cincuentenario de la impresión de las llagas, una muchedumbre inmensa se da cita en San Giovanni Rotondo. El día 21 no celebra. Lo hace el día 22, como de costumbre, pero, bien a pesar suyo, no puede sentarse en el confesionario. A las seis de la tarde se presenta en público y bendice a la muchedumbre que lo aclama. Fue su última bendición. A las dos y media de la mañana del día siguiente entregaba plácidamente su alma al Señor.

Hacia los altares.- El mismo día 23 todos los medios de información -agencias, prensa, radio, televisión- anunciaron su muerte y le dedicaron «servicios» especiales. Y el acontecimiento adquirió el rango de «noticia» internacional.
Al conmemorarse el primer aniversario de la piadosa muerte del Padre Pío, en noviembre de 1969, se dieron los primeros pasos en orden a una posible y deseable beatificación y canonización. Los preparativos continuaron con ritmo acelerado y con éxitos muy positivos y esperanzas muy lisonjeras.

Fuente: Padre Pío de Pietrelcina : PENSAMIENTOS - EXPERIENCIAS - SUGERENCIAS

lunes, 7 de agosto de 2017

Los carismas de Padre Pio,


El perfil humano del padre Pío quedó delineado en las breves pinceladas que trazó sobre su carácter el padre Donato de Welle, Superior General de la Orden de los Capuchinos desde 1938 hasta 1946. Consideró como uno de los asuntos graves de su gobierno el caso padre Pío, y pudo estudiarlo con toda efectividad durante los ocho años que duró su mandato.
Según cuenta él mismo, reunió toda la documentación que le fue posible; consultó a cuantas personas juzgó conveniente; invocó, como él dice, al Espíritu Santo; fue en muy diversas ocasiones a San Giovanni Rotondo, y en algunas de ellas permaneció en ese convento varios días,

“a fin de darse cuenta exacta de todo cuanto tuviese alguna relación con el padre Pío y con el ambiente que le rodeaba”.

Veinticinco años más tarde, después de haber podido someter a reposada reflexión todas sus impresiones, en escrito del día 3 de marzo de 1970, emite el siguiente dictamen:

“Después de haber realizado todo género de experiencias y pruebas en todo orden de cosas, he podido llegar a la conclusión de que el padre Pío era un hombre absolutamente normal y totalmente sano de espíritu, y quedé en la certeza de que estaba dotado de una sencillez y sinceridad tales que le hacían incapaz de engañar a nadie: un hombre que no diría nunca un sí en el caso en que debiera decir no. Esta constatación me ha servido de pauta al examinar el presente caso y me ha proporcionado una garantía grandísima de acierto. Aproveché cuantas ocasiones tuve para estudiar y someter a experiencias al padre Pío, a quien cada vez aprecio más por la práctica heroica de las virtudes que creo ejercitó”.
“Puedo y debo asegurar que en todos los contactos que he tenido con él, he quedado profundamente impresionado, al observar sobre todo la práctica de las virtudes siguientes:
Serenidad de alma, siempre y dondequiera.
Humildad sincera, al no hablar nunca de sí mismo.
En las conversaciones, jamás tenía palabras desabridas o de críticas acerbas, particularmente contra los que de alguna manera le habían ofendido.
Vivía en recogimiento interior habitual, pero en las recreaciones era alegre y espontáneo, sabiendo entremezclar palabras triviales con otras más o menos serias o jocosas o menos convenientes.
Sentía verdadero afecto por los superiores y profesaba obediencia y sumisión hacia toda clase de autoridades eclesiásticas o religiosas.
Su piedad era sincera, modesta, sin énfasis de ninguna clase.
Cuanto acabo de referir se apoya en la experiencia personal mía durante mis funciones de General, que se prolongaron dos años más de lo debido a causa de la guerra mundial.
Personalmente debo añadir que considero al padre Pío como un gran santo. Lo tengo presente en toda mi vida de apostolado y en el confesonario, y cada mañana celebro la Santa Misa en unión con él.
Debo cerrar esta breve relación, afirmando que cuanto queda redactado, lo he escrito en conciencia, delante de Dios, sujetándome en todo a la verdad ”.

Anotamos con gusto esta descripción que hace del padre Pío el padre General, Donato de Welle, fijándose principalmente en sus cualidades humanas. Es muy importante fijarnos en este aspecto de la vida del padre Pío teniendo en cuenta los fenómenos tan extraordinarios que vamos a relatar en este capítulo y en el siguiente.

Los dones carismáticos de que Dios le dotó son tan fuera de serie que fácilmente podríamos considerar al padre Pío como a un místico que viviera muy por encima de nuestras condiciones humanas, como un ser un tanto etéreo, como un santo prefabricado, muy alejado de nuestras formas de ser de pobres humanos. Los carismas del padre Pío nos podrían deslumbrar; por esto debemos tener presente el lado humorístico, sencillo, humano y normal de nuestro héroe estigmatizado.

Admiramos, por encima de todo, la obra del Señor, que a un hombre tan normal, tan perfectamente cabal, le ha dotado de carismas extraordinarios e incomprensibles; todo y sólo para manifestar la presencia de Dios entre nosotros.

Los carismas del padre Pío.

Por carisma no entendemos aquí cualquiera de esas manifestaciones referentes a acciones ordinarias, mediante las cuales el Espíritu Santo obra en los miembros del Cuerpo Místico de Cristo; son normales en la vida de la Iglesia. Entendemos aquí por carisma los dones místicos, las gracias extraordinarias que concede Dios, de cuando en cuando, a ciertas almas de forma muy llamativa, generalmente con la finalidad de confirmar el mensaje personal, anteriormente comunicado a ellas; son como los signos externos, como las cartas credenciales que avalan ante los hombres la veracidad de su mensaje.

En el caso concreto del padre Pío, estos carismas, o mensajes visibles, acreditan la Misión Grandísima comunicada a él por nuestro Señor.

Expondremos brevemente:

los carismas de sus llagas;
los éxtasis o visiones;
la bilocación;
la escrutación” o conocimiento de las conciencias.
las curaciones a él atribuidas.

(Continuará)