Grupos de Oración de San Pio de Pietrelcina
Adheridos al Centro Internacional de san Giovanni Rotondo
ORACION de INICIO
Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña, de continuo, tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente, la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo. Para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven. Mira que soy muy pobre ¡oh dulcísimo Jesús! y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar, mira que soy muy rudo ¡oh Soberano maestro!, y necesito de tus divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia. Mira que soy muy débil, ¡oh Poderoso amparo de los débiles ! y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en vos para no desfallecer. Sé todo para mí, Sagrado Corazón: Socorro de mis miserias, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. Tú me alentaste y convidaste cuando con tan tiernos acentos dijiste, repetidas veces en tu Evangelio: “Venid a Mí, aprended de Mí, pedid, llamad…” a las puertas de tu corazón vengo hoy, y llamo, pido y espero. Del mío te hago ¡oh Señor! Firme, formal y decidida entrega: tomalo vos, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer feliz en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén
+Señal de la cruz
Todos juntos rezamos el PESAME.
PRIMER MISTERIO:
Une tu corazón al corazón de Jesús y sé siempre sencilla de corazón, como lo quiere él. Esfuérzate por imitar la sencillez de Jesús, teniendo alejado el corazón de las prudencias terrenales, de los artificios carnales. Procura tener una mente siempre pura en sus pensamientos, siempre recta en sus ideas y siempre santa en sus intenciones; y también una voluntad que no busque otra cosa más que a Dios, su complacencia, su gloria y su honor.
Reflejémonos, querida mía, en Jesús, que lleva una vida escondida. Toda su infinita majestad está escondida entre las sombras y el silencio de aquel modesto taller de Nazaret. Por tanto, esforcémonos también nosotros por llevar una vida profundamente interior, escondida en Dios.
(14 de julio de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 126)
Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria
Sagrado Corazòn de Jesùs en Vos confìo
Inmaculado corazón de Marìa sè la salvación del alma mìa
Santo Padre Pio ruega por nosotros
SEGUNDO MISTERIO:
Las almas más afligidas son las predilectas del divino Corazón; y tú ten la certeza de que Jesús eligió tu alma para ser la benjamina de su Corazón adorable.
En este Corazón tú debes esconderte; en este Corazón tú debes desahogar tus deseos; en este Corazón debes vivir también los días que la providencia te conceda; en este Corazón debes morir, cuando el Señor así lo quiera. En este Corazón yo te he vuelto a poner; en este Corazón, pues, tú debes vivir, ser y moverte.
(31 de mayo de 1918, a las hermanas Campanile – Ep. III, p. 961)
Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria
Sagrado Corazòn de Jesùs en Vos confìo
Inmaculado corazón de Marìa sè la salvación del alma mìa
Santo Padre Pio ruega por nosotros
TERCER MISTERIO:
Ahora comprenderás, mi buena hija, por qué el alma que ha elegido el amor divino no se puede quedar egoístamente en el Corazón de Jesús, sino que se siente abrasada también por la caridad hacia los hermanos, que con frecuencia hace que el alma se derrita de amor.
Pero ¿cómo puede suceder todo esto? Hija, no es difícil entenderlo, ya que el alma, al no vivir ya de su propia vida y vivir de Jesús, que vive en ella, debe sentir, querer y vivir de los mismos sentimientos, deseos y vida que él vive en ella. Y tú sabes, mi queridísima hija, sabes, digo, aunque lo has aprendido tarde, de qué sentimientos y de qué deseos, hacia Dios y hacia la humanidad, estaba y está animado el Corazón de este divino Maestro.
Que se derrita también tu alma de amor a Dios y a los hermanos que nada quieren saber de él, porque aquí está el sumo gozo de Dios. Vive tranquila y que tu sufrimiento lo vivas en paz.
(31 de mayo de 1918, a las hermanas Campanile – Ep. III, p. 961)
Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria
Sagrado Corazòn de Jesùs en Vos confìo
Inmaculado corazón de Marìa sè la salvación del alma mìa
Santo Padre Pio ruega por nosotros
CUARTO MISTERIO:
Mantén el buen ánimo; abandónate en el corazón divino de Jesús; y todas tus preocupaciones déjaselas a él. Colócate siempre en el último lugar del grupo de los que aman al Señor, teniendo a todos por mejores que tú. Sé verdaderamente humilde con los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da la gracia a los humildes. Cuanto más crezcan las gracias y los favores de Jesús en tu alma, más debes humillarte, imitando siempre la humildad de nuestra Madre del cielo, la cual, en el instante en que llega a ser Madre de Dios, se declara sierva y esclava del mismísimo Dios. En las cosas prósperas y adversas que te sucedan, humíllate siempre bajo la mano poderosa de Dios, aceptando con humildad y paciencia, no sólo aquellas cosas que son de tu agrado, sino también, y con humildad y paciencia, todas las tribulaciones que él te mande para hacerte cada vez más grata a él y más digna de la patria celestial.
Ser tentada es signo evidente de que el alma es muy grata al Señor. Acepta, pues, todo en actitud de agradecimiento. No creas que esto es sólo una opinión mía, no; el mismo Señor empeñó su palabra divina: «Y porque tú eres grato a Dios - dice el ángel a Tobías (y en la persona de Tobías a todas las almas gratas a Dios) - fue necesario que te probara la tentación».
Anímate, pues, hija queridísima de Jesús; y alégrate también, incluso en medio de las tentaciones y tribulaciones, sabiendo bien que todo esto es un regalo singularísimo que la bondad del Padre del cielo hace a tu alma; y en todo sé agradecida siempre a tan buen Padre, por medio de su queridísimo Hijo Jesucristo.
(29 de enero de 1915, a Anita Rodote – Ep. III, p. 48)
Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria
Sagrado Corazòn de Jesùs en Vos confìo
Inmaculado corazón de Marìa sè la salvación del alma mìa
Santo Padre Pio ruega por nosotros
QUINTO MISTERIO:
Escuche, padre mío, los justos lamentos de nuestro dulcísimo Jesús: «¡Con cuánta ingratitud es pagado mi amor por los hombres! Sería menos ofendido por ellos si los hubiera amado menos. Mi Padre no quiere soportarlos más. Yo quisiera dejar de amarlos pero… (y aquí Jesús guarda silencio y suspira; y después continúa) pero, ¡ay de mí!, ¡mi corazón está hecho para amar! Los hombres ruines y perezosos no hacen ningún esfuerzo por vencer las tentaciones; o, lo que es más grave, se deleitan en sus iniquidades. Las almas más predilectas para mí, puestas en la prueba, me fallan; los débiles se dejan llevar por el desánimo y la desesperación; los fuertes se van relajando poco a poco.
Me dejan en las iglesias solo de noche, solo de día. Ya no se preocupan del sacramento del altar; no se habla nunca de este sacramento de amor; e incluso aquellos que hablan de esto, ¡ay de mí!, con qué indiferencia, con qué frialdad lo hacen.
Mi corazón es olvidado; nadie se preocupa ya de mi amor; yo estoy siempre afligido. Mi casa se ha convertido para muchos en un lugar de diversión; también para mis ministros, que yo siempre he mirado con predilección, que he amado como a la pupila de mis ojos; ellos deberían confortar mi corazón lleno de amarguras; ellos deberían ayudarme en la redención de las almas. En cambio, ¿quién lo creería?, de ellos debo recibir ingratitudes y olvidos. Veo, hijo mío, a muchos de éstos que… (aquí se calló, los sollozos le cortaron la voz, lloró en secreto) que, bajo hipócritas apariencias, me traicionan con comuniones sacrílegas, despreciando las luces y las fuerzas que continuamente les regalo…».
Jesús continuó todavía lamentándose. Padre mío, ¡cómo me hace sufrir ver llorar a Jesús! ¿Lo ha experimentado también usted?
«Hijo mío - continuó Jesús -, tengo necesidad de víctimas para calmar la ira justa y divina de mi Padre; renuévame la ofrenda de todo tu ser, y hazlo sin reservarte nada».
El sacrificio de mi vida, padre mío, se lo he renovado; y, si siento en mí algún sentimiento de tristeza, éste tiene lugar al contemplar al Dios de los dolores.
Si le es posible, trate de encontrar almas que se ofrezcan al Señor en calidad de víctimas por los pecadores. Jesús le ayudará.
(12 de marzo de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 341)
Padre Nuestro, 10 Avemarías y Gloria
Sagrado Corazòn de Jesùs en Vos confìo
Inmaculado corazón de Marìa sè la salvación del alma mìa
Santo Padre Pio ruega por nosotros
ORAMOS POR LA INTENCIÓN DEL PAPA FRANCISCO PARA ESTE MES:
Salve, 3 Avemarías y Gloria
ORACION A SAN MIGUEL ARCÀNGEL por el Padre Gustavo Seivane, asistente espiritual nacional de los Grupos de Oraciòn del santo Padre Pio en Argentina.
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén."
(Acto de confianza)
¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Vos confían; Vos nos decís amablemente: “Venid a mí”; y nos repetís las palabras que dijiste al paralítico: “Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no temáis”…
Animado con estas tus palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.
(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO”)
En mis alegrías y tristezas,
En mis negocios y empresas,
En mis prosperidades y adversidades,
En las necesidades de mi familia,
En las tentaciones del demonio,
En las instigaciones de mis propias pasiones,
En las persecuciones de mis enemigos,
En las murmuraciones y calumnias,
En mis enfermedades y dolores,
En mis defectos y pecados,
En la santificación y salvación de mi alma,
Siempre y en toda ocasión,
En vida y muerte,
En tiempo y eternidad,
Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en Tu bondad; y, por el Corazón de Tu Madre, Te pido que no desfallezca nunca mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quieras enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad.
Amén.