Como Jesús, que perdonó y oró por los que le “crucificaron” (cfr. Lc 23, 33).
Jesús, que nos pidió perdonar «hasta setenta veces siete» (Mt 18, 22), supo, no sólo perdonar, sino
también excusar a los que le crucificaron. Sirvan de ejemplo estos dos
momentos.
- San Lucas, tras el relato de las tres negaciones del apóstol Pedro,
escribe en su Evangelio: «El Señor,
volviéndose, le echó una mirada a Pedro». Mirada de perdón, de olvido, de acogida…,
pues «Pedro se acordó de la palabra que
el Señor le había dicho… Y, saliendo afuera, lloró amargamente» (Lc 22, 61-62).
- El mismo evangelista, después de escribir: «Y cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí,
a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda», añade: «Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen» (Lc 23,
33-34).
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El Padre Pío, que pasó la mayor parte de su vida ofreciendo el perdón
de Dios en el sacramento de la confesión, supo, no sólo perdonar, sino también
ayudar y orar por los que le “crucificaron”. Sirvan de ejemplo estos tres
hechos:
- Monseñor Pascual Gagliardi y don
José Prencipe. El padre Agustín de San Marco in Lamis escribe en su
“Diario”: «Cuando por los años 1918-1919
se propagó en la prensa diaria la fama del padre Pío, dio principio al mismo
tiempo una guerra sorda, suscitada por ciertos elementos del clero local,
sostenidos por Monseñor Gagliardi, mediante el cual llegaron a Roma
numerosísimas cartas repletas de acusaciones, exageraciones, calumnias..., una
verdadera guerra satánica».
+ Monseñor Gagliardi era el Arzobispo de Manfredonia, Diócesis en la
que estaba enclavado San Giovanni Rotondo. Años más tarde, en octubre de 1929, fue
depuesto del cargo de Arzobispo por su vida inmoral y escandalosa y se retiró a
Tricarico, donde murió en 1941.
El Padre Pío, al recibir la noticia de la muerte de Gagliardi, dada por
el Superior del convento, el padre Rafael de Sant’Elia a Pianisi, dijo: «Mañana celebraré la Misa en sufragio por su
alma». Y el padre Rafael nos ofrece un dato más: «Pascual Gagliardi con frecuencia escribía al convento de los Capuchinos
de San Giovanni Rotondo pidiendo intenciones de santas Misas con el
correspondiente estipendio. Se le envió siempre. Pero hay que recalcar que el
más favorable a esta obra de caridad, era precisamente él, el Padre Pío».
+ Don José Prencipe, Arcipreste de San Giovanni Rotondo, estaba entre
los «elementos del clero local» a los
que se refiere el padre Agustín, y como elemento muy activo en la «guerra satánica» contra el Padre Pío.
En junio de 1933, el nuevo Arzobispo de Manfredonia, monseñor Andrés
Cesarano, al visitar al Padre Pío, se hizo acompañar de don José Prencipe.
Hacía más de 10 años que éste no se había dejado ver en el convento de
Capuchinos. El Padre Pío lo recibió con un abrazo muy cordial, como para
indicarle que lo pasado estaba ya perdonado y olvidado.
- Don Juan
Miscio. Era Canónigo de San Giovanni Rotondo. Buscaba dinero de la
forma que fuese. Y en 1925… Hizo creer a María Pompilio, devota del Padre Pío,
que había escrito un libro, que había entregado ya al editor de Milán, en el
que el Padre Pío aparecía de la forma más denigrante y lamentable que se podía
imaginar. Estaría dispuesto a suspender su publicación para evitar el
descrédito del Padre Pío, pero, para anular el contrato con el editor, tendría
que abonar cinco mil liras, que no tenía. María Pompilio creyó el embuste y
corrió a informar al hermano del Capuchino de Pietrelcina, Miguel Forgione. La
noticia, además de causar el lógico terrible sufrimiento al Padre Pío, llegó también
a conocimiento de Manuel Brunatto, que sospechó que se trataba de una mentira de
mala ley. Desenmascarado el embuste por los “carabinieri”, el asunto pasó a los
tribunales de justicia y el Canónigo fue detenido en noviembre de ese año 1925.
A lo largo de siete años, don Juan Miscio fue condenado a tres meses de cárcel
y mil liras de multa; recurrió la sentencia; el Tribunal de Apelación aumentó
la pena a veintiséis meses de prisión; la Corte de Casación confirmó el juicio
del Tribunal de Apelación; y el Ministro de Justicia rechazó la petición de
gracia.
El Padre Pío, que lloró al conocer la condena a prisión del que había
sido uno de sus acusadores, escribió directamente al Ministro de Justicia
pidiendo gracia para Miscio, y también al Rey Víctor Manuel III para que el
agraciado por el Ministro de Justicia pudiera encontrar un trabajo de maestro.
- Padre Justino de Lecce. Es
el capuchino que, en 1960, en el tiempo en que cumplía el encargo de “ángel custodio” del ya anciano Padre
Pío, por propia iniciativa o, más bien, siguiendo órdenes recibidas de sus
Superiores, decidió instalar micrófonos en diversos lugares del convento de San
Giovanni Rotondo para espiar al Padre Pío grabando sus conversaciones e incluso
las confesiones que escuchaba, y las grabó al menos durante tres meses.
+ El padre Justino, en el “Proceso
de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”, declaró: «El Padre Pío supo el hecho de
las grabaciones; no creo que hubiera conocido el contenido de la grabación
principal. Ciertamente supo que había sido yo, pero nunca me dijo nada».
+ Y el padre Eusebio Notte, en el mismo Proceso, manifestó: «Una noche estaba a solas con el Padre Pío en
su celda n. 1. Y noté que el Siervo de Dios oraba con particular recogimiento.
Confidencialmente le pregunté: “¿Tiene alguna preocupación esta noche?”. El
Padre Pío enseguida y sin inmutarse: “Estoy orando por el padre Justino”. A lo
que yo, casi enojado: “¡Ah!, Padre, ¡eso no!; ¡es demasiado!”. Y el Padre Pío:
“Hijo mío, también él es un alma a la que salvar”».
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Porque,
a ejemplo de Cristo, supo perdonar, ayudar y orar por los que le “crucificaron”,
con fray Modestino de Pietrelcina, podemos llamar al Padre Pío: “fotocopia de Cristo”.
Elías Cabodevilla Garde