29. Cuando llegue nuestra
última hora y cesen los latidos de nuestro corazón, todo habrá terminado para
nosotros y también el tiempo de merecer y de desmerecer. Tal como nos encuentre
la muerte, nos presentaremos a Cristo juez. Nuestros gritos de súplica,
nuestras lágrimas, nuestros suspiros de arrepentimiento, que, todavía en la
tierra, nos habrían ganado el corazón de Dios y con la ayuda de los sacramentos
nos habrían podido cambiar de pecadores en santos, en ese momento ya no sirven
para nada; el tiempo de la misericordia ha terminado y comienza el tiempo de la
justicia (Epist.IV, p.876).
30. Es difícil hacerse santos.
Difícil pero no imposible. El camino de la perfección es largo, como es larga
la vida de cada uno. El consuelo es el descanso en el camino; pero, apenas
recuperados, hay que levantarse con rapidez y reemprender la carrera (AP).
31. La palma de la gloria está reservada para el que
combate con valentía hasta el fin. Comencemos, pues, este año, nuestro santo
combate. Dios nos asistirá y nos coronará con un triunfo eterno (Epist.IV,
p.879).
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da
Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde