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viernes, 8 de noviembre de 2013

Sigue dándose a conocer para que conozcan y amen más a Jesús y a María.


Eran cientos, miles, las personas que cada día llegaban a San Giovanni Rotondo; en mayor número conforme se extendía por el mundo la fama de santidad del Padre Pío. Y ese número aumentaba de forma llamativa en fechas que recordaban momentos especiales de la vida del Santo: fiesta onomástica (5 de mayo), aniversario de su ordenación sacerdotal (10 de agosto), día en que recibió en sus manos, pies y costado las llagas de Cristo crucificado (20 de septiembre)…
Cabe pensar que, en estas fechas, los Capuchinos de San Giovanni Rotondo preparaban con especial interés las diversas celebraciones, buscando el mayor fruto espiritual de los fieles que participaban en ellas y, por lo mismo, un amor más sincero y generoso al Señor y a la Virgen María. Sin duda, esta preocupación estaba muy dentro del corazón y de la actuación del Padre Pío.
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Esta crónica me llega de México y me la envía el Hno. Pablo Jaramillo, sacerdote capuchino, entusiasta promotor de la espiritualidad y de las obras del Padre Pío. En este caso, el Hno. Pablo lo hace en su pueblo natal: Sauceda de la Borda, y en una fecha muy especial para el Padre Pío y para la Iglesia: el 23 de septiembre, día de la muerte del Santo y de la celebración de su Memoria litúrgica. Fácilmente se puede escribir: «El Padre Pío sigue dándose a conocer para que conozcan y amen más a Jesús y a María».

«Todo empezó el 14 de septiembre, con el primer día del rezo de la novena. Primero en casa de mis papás, los señores Gregorio Jaramillo y María Guadalupe Escobar. Se reunieron poco más de veinte personas para el rezo del santo Rosario y el rezo de la novena, que incluía también la del Sagrado Corazón que el Padre Pío rezaba todos los días. Después del rezo del Rosario, con cantos intercalados entre misterio y misterio, y de la novena, partíamos hacia la iglesia a celebrar la Eucaristía. Allí participaban unas 100 ó 150 personas todos los días.
La Misa la celebrábamos con calma para profundizar en el misterio de la Pasión y del Amor de Dios, que se renueva en ella. Cada día expuse un tema de la vida y de la espiritualidad del Padre Pío para que la gente lo conociera todavía más. En la Misa los coros de la comunidad, que son dos, se alternaban para cantar uno cada día.
Fue una novena con muchos frutos espirituales porque se confesó mucha gente. Hubo días en que estuve hasta 2 horas confesando y, con frecuencia, la gente venía a buscarme a casa para que les escuchara, les atendiera o les confesara. El día de la fiesta estaba la iglesia a tope de gente.
Además del aspecto religioso espiritual, sin lugar a dudas el más importante, hace ya dos años que mis hermanos se propusieron hacer una danza, interpretada por dos de mis hermanos y dos de mis hermanas. Después se añadieron unos 18 ó 20 niños, de los cuales al menos 16 son sobrinos míos. Ellos se encargan de bailar la víspera de la fiesta y el día 23 por la tarde, después de hacer la comida para darla a la gente.
La víspera también estuvo uno de los coros cantando hasta la media noche, como dando serenata al Padre Pío, hasta que le cantaron las tradicionales “mañanitas”. Fue una vigilia muy hermosa, porque el coro está integrado en su mayoría por niños y adolescentes, y daba mucha ternura ver con qué alegría y entusiasmo cantaban al Padre Pío.
La comida es otro de los aspectos de la fiesta. Mi familia: mis dos hermanos, mis cinco hermanas y mis papás ahorran durante todo el año cierta cantidad de dinero semanalmente para poder llevar a cabo la fiesta, que en mi pueblo la denominan “Reliquia”. Es decir toda la comida que se hace se le da a la gente para que la lleven a sus casas y la consuman con su familia. Es claro que no pueden hacer para todo el pueblo, pero se trata de cocinar lo más posible. Son, pues, días de mucho trabajo.
Todo se hace en casa de mis papás. Creo que es una hermosa manera de transmitir a las nuevas generaciones el amor de Dios: el que Él nos da y el que le podemos dar. En el trasfondo de todo esto está el agradecimiento a Dios por todo lo que nos ha concedido durante todo el año y el ser cada vez más conscientes de que, poco a poco, hemos de ir creciendo como familia cristiana, en conversión constante. Esto, poco a poco, se va viendo en mi familia, en la forma de enfrentar los problemas, conflictos, enfermedades…, siendo conscientes de que no siempre se pueden pedir milagros y de que es necesario trabajar, y trabajar duro, cada día en la construcción del Reino, algo que sólo es posible desde el encuentro constante y profundo con Dios.
La devoción al Padre Pío se está extendiendo a muchas personas de la comunidad y ya hay quienes rezan su propia novena en casa, con su familia. Existen testimonios muy hermosos de gente que ha cambiado su vida gracias al conocimiento del Padre Pío».
Elías Cabodevilla Garde

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