24. ¡Yo odio el pecado! Dichosa
nuestra patria si, como madre del derecho, quisiera perfeccionar sus leyes en
este sentido, y sus costumbres a la luz de la honradez y de los principios
cristianos (GdT, 143).
25. El Señor hace ver y llama,
pero no queremos ni ver ni responder porque son los propios intereses los que
nos agradan. Sucede también en ocasiones que, al haber oído esa voz tantas
veces, ya no se le presta atención; pero el Señor ilumina y llama. Son los
hombres quienes se colocan en una actitud que los incapacita para oír (AP).
26. Hay gozos tan sublimes y
dolores tan profundos, que es imposible expresarlos con palabras. El silencio
es el último recurso del alma, tanto cuando la felicidad es indecible como
cuando los apuros son extremos (ASN, 43).
27. Conviene familiarizarse con
los sufrimientos que el Señor tenga a bien enviarnos. Jesús, que no puede
soportar por mucho tiempo el teneros en aflicción, vendrá a animaros y a
confortaros, infundiendo nuevos ánimos en vuestro espíritu (AdFP, 561).
28. Todas las concepciones
humanas, vengan de donde vengan, tienen su lado bueno y su lado malo. Hay que
saber asimilar y tomar todo lo bueno y ofrecerlo a Dios, y eliminar todo lo
malo (AdFP, 552).
29. ¡Ah!, mi valiente hija, que
es una gracia fuera de serie el comenzar a servir a este buen Dios, cuando la
flor de la edad nos hace más susceptibles a toda clase de impresiones. ¡Oh!,
qué don tan grato cuando se ofrecen al mismo tiempo las flores y los primeros
frutos del árbol. ¿Y qué es lo que podrá apartarte de la ofrenda total de ti
misma al buen Dios al haberte decidido de una vez para siempre a dar un
puntapié al mundo, al demonio y a la carne, lo que con tanta decisión hicieron
por nosotros nuestros padrinos en el bautismo? ¿O quizás el Señor no se merece
de ti este sacrificio? (Epist.III,
p.418).
30. Recordad que Dios está en
nosotros cuando estamos en gracia; y está, por así decirlo, fuera de nosotros
cuando estamos en pecado; pero su ángel no nos abandona nunca... El es nuestro
amigo más sincero y fiel, cuando no tenemos la desgracia de entristecerlo con
nuestra mala conducta (GdT, 205).
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da
Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde