10. No sólo no tengo que
repetirte que, al marcharte de Casacalenda, devuelvas la visita a tus
conocidas, sino que lo considero una gravísima obligación. La piedad es útil
para todo y se adapta a todo según las circunstancias, menos a lo que sea
pecado. Devuelve las visitas y tendrás también el premio de la obediencia y la
bendición del Señor (Epist.III, p.427).
11. Yo deseo que todas las
estaciones del año se encuentren en vuestras almas; que a veces experimentéis
el invierno de muchas esterilidades, distracciones, desganas y aburrimientos;
otras, los rocíos del mes de mayo con el perfume de las santas florecillas;
entre los calores, el deseo de agradar a nuestro divino Esposo. No queda, pues,
más que el otoño, en el que no veis grandes frutos; pero sucede con mucha
frecuencia que, a la hora de trillar los cereales y de pisar las uvas, uno se
encuentra con cosechas mucho mayores que las que prometían las siegas y las
vendimias. Vosotros querrías que todo sucediese en primavera y en verano; pero
no, mis queridísimas hijas, es necesario que existan también estas vicisitudes
tanto en el interior como en el exterior. En el cielo todo será primavera en
cuanto a la belleza, todo será otoño en el gozo, todo será verano en el amor.
No habrá ningún invierno; pero aquí el invierno es necesario para ejercitarse
en la abnegación y en las mil virtudes, pequeñas pero bellas, que se practican
en tiempos de esterilidad (Epist.III, p.587s.).
12. Os lo suplico, mis queridas
hijas, por el amor de Dios: no tengáis miedo a Dios porque él no quiere haceros
mal alguno; amadlo mucho porque os quiere hacer un gran bien. Caminad
sencillamente con la seguridad de que acertáis en vuestras decisiones, y
rechazad como crueles tentaciones esas reflexiones espirituales que hacéis de
vuestros males (Epist.III,
p.569).
13. Entregaos totalmente, mis
amadísimas hijas, en las manos de nuestro Señor, ofreciéndole los años que os
restan de vida y rogadle siempre que los emplee y se sirva de ellos en aquella
forma de vida que más le agrade. No inquietéis vuestro corazón con vanas
promesas de sosiego, de agrado y de méritos, sino presentad a vuestro divino
Esposo vuestros corazones totalmente vacíos de todo otro afecto que no sea su
casto amor, y pedidle que lo llene, limpia y sencillamente, de los impulsos,
deseos y voluntad que sean de su agrado, para que vuestro corazón, como una
madreperla, no conciba más que con el rocío del cielo y no con el agua del
mundo; y veréis que Dios os ayudará y que haréis mucho, tanto al elegir como al
actuar (Epist.III,
p.569).
14. El Señor os bendiga y os
haga menos pesado el yugo de la familia. Sed siempre buenos. Recordad que el
matrimonio comporta obligaciones difíciles que sólo la gracia de Dios pude
hacerlas fáciles. Mereced siempre esta gracia y que el Señor os conserve hasta
la tercera y cuarta generación (AD, 169).
15. En la familia sé alma de
convicciones profundas, y sonríe en la abnegación y en la inmolación constante
de toda tu persona (ASN, 43).
16. La abnegación más
importante es la que se practica en el hogar doméstico (FM, 167).
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da
Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde