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martes, 26 de noviembre de 2013

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (14)


Como Jesús, que fue enviado a evangelizar a los pobres
(cfr. Lc 4, 18).
Los detalles que señala San Lucas: sábado, la sinagoga, Jesús ofreciéndose a hacer la lectura, entrega del rollo del profeta Isaías, búsqueda de un texto concreto, proclamación solemne del texto bíblico, devolución del rollo al ayudante, sentarse, todos los ojos clavados en él…, indican un acontecimiento importante. Y, por fin, las palabras de Jesús: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y lo que habían oído era: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres…» (Lc 4, 16,21).
Porque todos los humanos somos pobres, Jesús intentó evangelizar al mayor número de personas. A los habitantes de Cafarnaúm, que querían retenerlo, les dijo: «Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado» (Lc 4, 43). Su gran anhelo lo expresó en estas palabras: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor» (Jn 10, 16). Y para que este deseo se convirtiera en realidad, encomendó esa misión evangelizadora a la Iglesia, al decir a los Once: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15).
Pero unas personas son más pobres que otras; y, entre otras pobrezas, la más grave es la de no tener a Dios, como consecuencia del pecado. Y Jesús, en su acción evangelizadora, sin olvidar a los otros pobres: los leprosos, los enfermos, los niños, las mujeres…, se centró, ante todo, en los pecadores: «No he venido a llamar a justos sino a pecadores» (Mt 9,13).
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Del Padre Pío dijo el Papa Benedicto XV, sin duda proféticamente: «Es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la Tierra para convertir a las almas». Y, en la “misión grandísima” que el Señor confió al Padre Pío, entraba también, como en la de Jesús, la de «evangelizar a los pobres».
Alguien dirá: «Pero, ¡si el Padre Pío no predicó nunca o casi nunca!». Es cierto que no se dedicó a la predicación. «Predicar no he predicado nunca», fue la respuesta que dio al Visitador apostólico Rafael Carlos Rossi, cuando éste, en junio de 1921, le preguntó: «Cuándo fue autorizado para el ministerio de las confesiones y de la predicación»; y podría haberla repetido días antes de su muerte. Pero, cambiando un poco las palabras que escribió a Raffaelina Cerase el 11 de abril de 1914: «No todos estamos llamados por Dios a salvar almas y a propagar su gloria mediante el alto apostolado de la predicación; y sabe que éste no es el único y solo medio para lograr estos grandes ideales», podemos decir que la predicación no es el único y solo medio para evangelizar. Hay otros medios y los usó resueltamente el Fraile capuchino.
- En los Evangelios se constata pronto que no son tanto las muchas palabras las que evangelizan y atraen hacia Jesús cuanto la persona que las dice y el modo como las dice. Sirvan de ejemplo las dichas por Jesús a los dos discípulos de Juan Bautista, que le preguntan: «Rabí, ¿dónde vives?»: «Venid y veréis» (Jn 1,38-39), o a Zaqueo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa» (Lc 19, 5), o al recaudador de impuestos Mateo: «Sígueme» (Mt 9, 9)… En el Padre Pío fueron cientos de miles los mensajes que salieron de sus labios al administrar el sacramento de la confesión; mensajes breves porque el Capuchino no era un confesor precipitado, pero no mal perdía el tiempo; mensajes cuya fuerza evangelizadora debía ser muy especial a juzgar por las conversiones a las que impulsaban y por el recuerdo que dejaban en los penitentes. No son pocos los que me han referido, después de muchos años de haberlas escuchado, las palabras que les había dicho el Padre Pío cuando se confesaron con él. Y tenemos al Papa Juan Pablo II, que, siendo joven sacerdote, se confesó con el Santo de Pietrelcina en abril de 1948, y que, a la distancia de 54 años, el 5 de abril del 2002, lo recordaba y lo dejó por escrito: «Durante la confesión resultó que el padre Pío ofrecía un discernimiento claro y sencillo, dirigiéndose al penitente con gran amor».
- Sin duda tenían la misma fuerza evangelizadora los breves mensajes del Padre Pío antes del rezo diario del Ángelus a mediodía y a media tarde, con mucha frecuencia relacionados con la devoción a la Virgen María. El padre Alberto D’Apolito escribe: «El Padre Pío, enamorado de la Virgen Santísima, no cesaba de recomendar a todos los fieles el amor y la devoción a nuestra Señora, con el convencimiento de que la Virgen ha sido llamada a desempeñar en la obra de la redención un papel de representación de toda la Iglesia. Exhortaba continuamente a sus hijos a confiar en la Señora y a abrirle su corazón en la seguridad de ser escuchados. Sabía bien que la Santísima Virgen es la dispensadora de las gracias y que tiene en sus manos las llaves del Corazón de Dios». Y otro religioso, que también vivió muchos años con el Santo, refiriéndose a estos mensajes, afirma: «¡Qué cálida era su voz!
- El Padre Pío, a quien, como consecuencia de las informaciones falsas y de las calumnias que fueron llegando al Vaticano, el Santo Oficio se lo prohibió en mayo de 1923, no pudo seguir evangelizando por correspondencia epistolar. Lo había hecho de forma muy valiosa desde 1910. Pero esas cartas, publicadas en cuatro gruesos volúmenes, siguen evangelizando a las muchas personas, cada vez más, que buscan en ellas orientación espiritual para su vida.
- En la misma línea evangelizadora habrá que colocar los breves mensajes que escribía en estampas y en trocitos de papel y que entregaba a conocidos y a desconocidos; las orientaciones que daba al personal sanitario del hospital “Casa Alivio de sufrimiento” y sus invitaciones a confiar en el Señor a los enfermos allí atendidos, cuando los visitaba; los consejos, como quien no dice nada, cuando se acercaban a él, individualmente o en grupo, obispos, sacerdotes, políticos, militares, artistas, maestros…; y no tendrían finalidad diversa las visitas en bilocación que el Señor le concedió realizar.
- Y para llegar, como Jesús, al mayor número de personas -su anhelo era llegar a todos: «Quisiera volar para invitar a todos los seres a amar a Jesús, a amar a María»-, aconsejaba y pedía esa acción evangelizadora a sus hijos espirituales, a los Grupos de Oración que llevan su nombre…, incluso a su Ángel Custodio.
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Porque, como Jesús, se supo enviado a «evangelizar a los pobres» y lo cumplió con generosidad, usando todos los medios a su alcance, podemos llamar al Padre Pío, como lo hacía fray Modestino, “fotocopia de Cristo”.
Elías Cabodevilla Garde

1 comentario:

  1. Ojalá todos, aprendamos del Santo Padre Pío que hay diversas formas de proclamar la palabra de Jesús y desde nuestra poca formación seamos bendecidos por el Espíritu Santo para que nuestras acciones, palabras y ejemplos trasciendan como obra de Dios.

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