El Padre Pío de Pietrelcina murió a las 2:30 del día 23 de
septiembre de 1968. Para los creyentes la muerte es la “pascua”, el paso de la
vida temporal a la vida eterna, del destierro a la patria, de conocer a Dios
por comparaciones a contemplarlo tal cual es (cfr. 1Jn 3, 2).
La noticia de la muerte del Padre Pío llegó en pocos
minutos a los lugares más alejados de la tierra; y de todas partes, a cientos,
a miles, fueron llegando a San Giovanni Rotondo para un último homenaje al
Fraile de los estigmas, para participar en las exequias fúnebres, quizás
también para pedirle una gracia o implorar del Señor su pronta canonización…
Filas interminables de devotos fueron desfilando ante sus
restos mortales a lo largo de cuatro días, hasta el mediodía del día 26. Luego,
durante tres horas, el cuerpo del Santo fue llevado por las calles de San
Giovanni Rotondo. Después, el solemne funeral al aire libre, en la plaza
situada delante del santuario de Nuestra Señora de las Gracias; y, a las 10 de
la noche, en una ceremonia privada, el entierro en la cripta del mencionado
santuario. Se calcula que el Padre Pío convocó en San Giovanni Rotondo a unas
100.000 personas en estas horas posteriores a su muerte.
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El Padre Pío hoy, a los 45 años de su muerte, además de hacerlo
por otros motivos y en otras fechas, sigue convocando a muchos, en recuerdo de
su “pascua”, de su paso a la patria, a la vida eterna, a contemplar a Dios tal
cual es.
Con frecuencia nos llegan noticias de iglesias, de capillas, que han
decidido celebrar una Eucaristía especial todos los días 23 de mes en recuerdo
de San Pío. Una, muy reciente, nos viene de la iglesia de San Antonio de Pamplona
(España), atendida por los Hermanos Menores Capuchinos.
Estas celebraciones suelen ser ocasión privilegiada para dar
gracias a Dios por la santidad del «humilde
y amado Padre Pío», para suplicar la protección del Santo y para recordar,
con el compromiso de imitarla, la rica espiritualidad evangélica que el Señor
ha querido ofrecernos en él. Y, por parte de San Pío, para seguir cumpliendo su
“misión grandísima”, y estimular con
su ejemplo, adoctrinar con sus enseñanzas e invitar a vivir hoy sus grandes
ideales: vivir «devorados por el amor a
Dios y el amor a los hermanos», ser «en
medio del mundo levadura de Evangelio y faros de amor», «amar a la Virgen, hacer que se ame a la
Virgen, rezar siempre el Rosario»…
Elías Cabodevilla Garde
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