Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (9).


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El ejemplo de una vida santa fue, como expuse en el último escrito de esta etiqueta de la página web, uno de los medios con los que el Padre Pío cumplió la “misión grandísima” que el Señor le había confiado.  Una vida santa en las dos vocaciones a las que fue llamado por Dios: religioso capuchino y sacerdote. Me fijo ahora en la primera; y, con las palabras con que él expresó lo que quería ser, llamaré al Padre Pío, no «un hijo menos indigno de san Francisco», sino: «un perfecto capuchino».
A Francisco Forgione no le fue fácil ingresar en los Capuchinos. Las dificultades le vinieron, primero de su tío Pellegrino, que, en aquellos años, hacía las veces de padre en ausencia del padre, en América en busca de unos recursos que le permitieran sacar adelante a la familia. A juicio de "zi Pellegrino", la vida de los Capuchinos era demasiado austera y proponía a su sobrino ingresar o en los Benedictinos del santuario mariano de Montevergine, o en los Redentoristas de San Angel de Cupolo, o en los Franciscanos de Benevento. Le llegaron después del Superior provincial de los Capuchinos de Foggia, que, a la petición del muchacho por medio del Arcipreste de Pietrelcina, Don Salvador Panullo, respondió que: «habría que esperar unos meses porque en el noviciado capuchino de Morcone no quedaba ningún puesto libre». Y fueron muy especiales las motivadas por la lucha interior que tuvo que mantener, a pesar de estar muy convencido de lo que manifestará veinte años más tarde, en una carta de noviembre de 1922: «¡Dónde podré servir mejor al Señor que en el claustro y bajo el estandarte del Pobrecillo de Asís!». Esta lucha interior la expone así en el escrito citado: «¡Sentía  la voz del deber de obedecerte a ti, Dios bueno y verdadero! Pero mis enemigos y los tuyos me tiranizaban; me desconyuntaban los huesos; me escarnecían; me contorsionaban las vísceras», para terminar escribiendo: «El solo recuerdo de aquella lucha interior que se daba en mí hace que ahora se me hiele la sangre en las venas, aunque han trascurrido ya o están para transcurrir veinte años».
Francisco Forgione marchó al convento de Capuchinos de Morcone el 6 de enero de 1903, a la edad 15 años. Poco después, el día 22, inició el año de noviciado, cambiando, como era costumbre en los Capuchinos, su nombre de bautismo por el de Pío y tomando, en lugar del apellido, el nombre de su pueblo natal, Pietrelcina. Terminado este tiempo de preparación para la vida capuchina, Fray Pío de Pietrelcina se comprometió en ella, con la profesión religiosa temporal, el día 22 de enero de 1904, y con la profesión para siempre el 27 de enero de 1907.
En la ya mencionada carta de noviembre de 1922, el Padre Pío pide a la destinataria de la misma, Nina Campanile: «Ayúdame tú también; sé que Jesús te quiere mucho y lo mereces. Háblale de mí, que me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno de san Francisco, que pueda servir de ejemplo a mis hermanos, de modo que el fervor continúe siempre y crezca cada vez más en mí hasta hacer de mí un perfecto capuchino».
Mirando al Padre Pío como religioso capuchino, ¿cómo habría que calificarlo usando las expresiones que él emplea en la carta citada? ¿Cómo «un hijo menos indigno de san Francisco»? ¿Como «un perfecto capuchino»?
Como ayudas para el que quiera aventurarse a dar la respuesta, antes de transcribir unas líneas que yo escribí hace unos años, cito algunos de los juicios que, en momentos especialmente solemnes, han expresado los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Juan Pablo II beatificó al Padre Pío el 2 de mayo de 1999 y lo declaró Santo el 16 de junio del 2002. En ambas ocasiones se refirió al Padre Pío como religioso capuchino; y, en la primera, en tres momentos: en la homilía de la Misa, en la Plaza de San Pedro; minutos después, antes del “Regina Coeli”, en la Plaza de San Juan de Letrán; y el día 3, en el Discurso a los que nos habíamos quedado para la Eucaristía de acción de gracias. Éstas fueron sus palabras:
- «¿Qué otra cosa ha sido la vida de este humilde hijo de san Francisco, sino un constante ejercicio de fe».
- «El nuevo beato, auténtico hijo de san Francisco de Asís, de quien aprendió a dirigirse a María con espléndidas expresiones de alabanza y amor, no se cansaba de inculcar en los fieles una devoción tierna y profunda a la Virgen, enraizada en la tradición auténtica de la Iglesia. Tanto en el secreto del confesonario como en la predicación, exhortaba siempre: ¡amad a la Virgen!».
- «Francisco era su nombre de bautismo y fue desde el ingreso en el convento un digno seguidor del seráfico Padre en la pobreza, castidad y obediencia. Practicó en todo su rigor la regla capuchina, abrazando con generosidad la vida de penitencia. No se complació en el dolor, pero lo eligió como camino de expiación y de purificación. Como el Poverello de Asís, apostó por la conformidad con Cristo, deseando sólo “amar y sufrir” para ayudar al Señor en la fatigosa y exigente obra de la salvación».
Y el 17 de junio del 2002, al día siguiente de haberlo declarado Santo, dijo en el Discurso tras la Eucaristía de acción de gracias: «El Padre Pío es un auténtico modelo de espiritualidad y de humanidad, dos características peculiares de la tradición franciscana y capuchina».
Benedicto XVI peregrinó a San Giovanni Rotondo el día 21 de junio del 2008. En dos de sus cuatro intervenciones habladas se refirió expresamente al Padre Pío como religioso capuchino; y afirmó:
- «Auténtico seguidor de san Francisco de Asís, hizo propia, como el Pobrecillo, la experiencia del apóstol Pablo, tal y como la describe en sus Cartas: "Con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí"».
- «Aquí, en San Giovanni Rotondo, todo habla de la santidad de un fraile humilde… que esta tarde nos invita también a nosotros a abrir el corazón a la misericordia de Dios; nos exhorta a ser santos, es decir, amigos sinceros y verdaderos de Jesús».

Y esto es lo que escribí en el año 1999, en una breve biografía que se distribuyó en las iglesia de los Capuchinos de España con motivo de la Beatificación del Padre Pío:
- «El Padre Pío es el seguidor humilde, obediente, caritativo y alegre de Francisco y de Clara de Asís…; es el enamorado de Cristo; es el devoto de la Virgen que lleva siempre en sus manos o enrollado en el brazo el rosario y lo recita muchas veces al día; es el hermano que vive para sus hermanos y que tiene sus preferidos en los pobres, los enfermos y los alejados de Dios por el pecado; es el creyente que busca en todo la gloria de Dios y la salvación de las almas...».
Elías Cabodevilla Garde

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