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martes, 29 de octubre de 2013

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (12)


Como Jesús, que se presentó como «el camino» que lleva al Padre (cfr. Jn 14, 6).

Éste fue el diálogo entre el apóstol Tomás y Jesús: - «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». - «Yo soy el camino… Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 5-6).
El Libro del Génesis, tras el relato del pecado de Adán y de Eva, y refiriéndose al hombre, afirma: «El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida» (Gn 3, 23-24).
Sólo Dios, el que cerró el camino del árbol de la vida al hombre pecador, podía abrirlo de nuevo a los hombres. Y, «rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó» (Ef  2, 4), nos envió a su Hijo unigénito para que fuera el camino que nos lleve hasta él. Un camino tan abierto y tan orientado hacia el árbol de la vida, hacia Dios, que la Carta a los Efesios sigue diciendo: «Nos ha hecho revivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él» (Ef  2, 5-6).
De este camino nos dijo Cristo que es «angosto» pero que «lleva a la vida» (Mt 7, 14). Un camino que él, el Hijo de Dios hecho hombre, no sólo lo recorrió a lo largo de su vida, sino que también nos lo dejó marcado con detalle en sus enseñanzas.
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El Padre Pío de Pietrelcina, en el recordatorio de su Primera Misa, celebrada en su pueblo natal el 14 de agosto de 1910, escribió estas palabras: «Jesús, mi ideal y mi vida: hoy que, temblando de emoción, te elevo en un misterio de amor, que yo sea contigo para el mundo Camino Verdad Vida, y para ti sacerdote santo y víctima perfecta». No es poco lo que desea y lo que pide: ser para el mundo lo que fue y es Jesús: «Camino» hacia Dios Padre. Y serlo -de otro modo sería una utopía- «contigo», con Jesús.
· El Padre Pío había comprendido muy bien que el único «camino» que nos conduce al Padre es Jesús. Y no sólo lo recorrió con valentía, sino que se identificó de tal modo con él que pudo escribir a su Director espiritual, el 18 de abril de 1912: «El corazón de Jesús y el mío, permítame la expresión, se fusionaron. Ya no eran dos corazones que latían, sino uno solo. Mi corazón había desaparecido como una gota que se pierde en el mar».
- Entre los muchos mensajitos que el Padre escribió en estampas y en trozos de papel, encontramos éste: «El guía seguro para todos es sólo Jesús, que ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”».
- Para el Padre Pío la criatura que más fielmente recorrió este «camino» hacia el Padre fue la Virgen María. Podía, por tanto, verla como modelo para sí y proponerla como tal a los demás. El 1 de julio de 1915 escribió a su Director espiritual, el padre Agustín: «Esforcémonos, pues, como tantas otras almas elegidas, por tener siempre delante a esta bendita Madre, por caminar siempre junto a ella, ya que no hay otro camino que conduzca a la vida sino el que nuestra Madre ha seguido. Nosotros que queremos llegar a la meta, no rehusemos seguir este camino».
- El Padre Pío sabía muy bien que ese «camino» pasa por el Calvario, aunque termina en el Tabor. Y se animaba, y animaba a los demás, a recorrerlo con generosidad y constancia: «Subamos con generosidad al Calvario por amor de aquél que se inmoló por nuestro amor; y seamos pacientes, convencidos de que ya hemos emprendido el vuelo hacia el Tabor».
- En ese «camino», angosto, que hay que recorrerlo, como Jesús, con la cruz al hombro, el Padre Pío descubría a Cristo actuando de cirineo y a Dios ofreciéndonos su gracia reanimadora: «No digas que te encuentras sola subiendo al Calvario y que te encuentras sola luchando y llorando, porque contigo está Jesús, que no te abandona jamás». «Pensar en la gracia de Dios que te sostiene y en el premio que Jesús te tiene reservado, te servirá de dulce estímulo».
- Y, porque también para él, era un «camino» difícil de recorrer, el Padre Pío, con admirable humildad, pedía ayuda a sus hijos espirituales. El 25 de mayo de 1918 escribió a Marta Campanile: «Solo te ruego que me ayudes con tu oración frecuente al Señor para que me conceda caminar siempre rectamente delante de él».

· Y el Padre Pío, al igual que Jesús, además de recorrer él el «camino» que lleva al Padre, lo señaló con detalle en sus enseñanzas.
- En la Presentación de le edición española del Epistolario II del Padre Pío se dice: «Tenemos entre manos un valioso y completo manual de vida cristiana, y no precisamente para los que inician este camino en el seguimiento de Cristo sino para los que, como el Padre Pío y Raffaelina Cerase, buscan las altas metas de la santidad». Lo que se dice aquí del volumen II lo podemos afirmar, no con menos razón, de los otros tres volúmenes del Epistolario.
- Quien quiera ahorrarse el trabajo de buscar esas enseñanzas del Padre Pío en los diversos medios en que nos han llegado: el Epistolario, los breves mensajes escritos por él en estampas y en trocitos de papel, las orientaciones que impartía antes del rezo diario del Ángelus, los consejos que daba a sus hijos espirituales, cuando éstos han tenido a bien divulgarlos…, puede acudir a la carta 33 del Epistolario II, de 16 de noviembre de 1914. En ella el Padre Pío presenta con detalle a Raffaelina Cerase lo que implica recorrer ese «camino» hacia el Padre, que es, como se ha repetido, el mismo Hijo de Dios: vicios a los que hay que renunciar, virtudes que hay que adquirir, medios que es necesario emplear, espíritu con el que hay que caminar…
- No quiero olvidar un dato importante. Las enseñanzas del Padre Pío no tienen la frialdad de las de algunos profesores. Llevan el calor de un padre que acompaña, que anima, que ofrece motivaciones… Por ejemplo ésta: «No te fijes mucho en el camino que recorres; clava siempre tu mirada en aquel que te guía y en la patria celeste a la que te conduce. ¿Te tendría que importar que tu camino sea por el desierto o por los campos, sabiendo que Dios está siempre contigo y que alcanzas la gozosa eternidad?».
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Porque, como Jesús y con él, quiso ser camino hacia Dios Padre para los hombres, y mostró ese camino al recorrerlo y con sus enseñanzas, podemos llamar al Padre Pío, como lo hacía fray Modestino, “fotocopia de Cristo”.
Elías Cabodevilla Garde

domingo, 27 de octubre de 2013

Octubre: día 27 a noviembre: día 2.


27.  El espíritu de Dios es espíritu de paz, y hasta en las faltas más graves nos concede experimentar un arrepentimiento tranquilo, humilde, confiado, que depende precisamente de su misericordia.
El espíritu del maligno, en cambio, excita, exaspera y nos hace experimentar, en el arrepentimiento mismo, una especie de ira contra nosotros mismos, siendo así que el primer acto de caridad debemos dirigirlo a nosotros mismos.
Por tanto, si te turban algunos pensamientos, piensa que esta turbación no viene nunca de Dios, sino del diablo. Dios te regala la serenidad porque es espíritu de paz (AdFP, 549).

28.  Si somos apacibles y pacientes, nos encontraremos no sólo a nosotros mismos sino también nuestra alma y con ella a Dios (AdFP, 549).

29.  La lucha que se lleva a cabo antes de la obra buena que se pretende realizar, es como la antífona que precede al salmo solemne que se va a cantar (FM, 166).

30.  El impulso para alcanzar la paz eterna es bueno y santo, pero es necesario moderarlo con la completa resignación al querer divino. Es mejor cumplir la voluntad de Dios en la tierra que gozar en el paraíso. "Sufrir y no morir" era el lema de Santa Teresa. Es dulce el purgatorio cuando se sufre por amor de Dios (Epist.III, p.549).

31.  La paciencia es tanto más perfecta cuanto menos se mezcla con inquietudes y desasosiegos. Si el buen Dios quiere prolongar el tiempo de la prueba, no os lamentéis ni indaguéis el porqué. Tened siempre presente que los hijos de Israel tuvieron que caminar  durante cuarenta años por el desierto antes de poner su pie en la tierra prometida (Epist.III, p.537).

1.  El deber es antes que cualquier otra cosa, aunque sea santa (CE, 60).

2.  Hijos míos, estar así, sin poder cumplir mi propio deber, es inútil; es mejor que me muera (T, 96).
 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 25 de octubre de 2013

Sigue invitando y ayudando a amar a la Virgen María.


Las invitaciones del Padre Pío a amar a la Virgen María eran algo constante, tanto en sus mensajes escritos como en los trasmitidos de viva voz. Y esas invitaciones las repetía, no por costumbre o rutina, sino con la fuerza y el entusiasmo de un enamorado, que amaba a María y quería que todos la amaran. «Quisiera tener una voz tan fuerte como para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a María».
Quien quiera confirmar lo que he dicho, puede acudir, en relación a los mensajes escritos, a las páginas de los cuatro tomos en que están publicadas las cartas de orientación espiritual del Padre Pío; y también, aunque esto no le será tan fácil, a los cientos y miles de estampas y de papelitos, con breves mensajes escritos por el Santo, que se conservan en San Giovanni Rotondo, porque muchos de los destinatarios de esos breves escritos, aún sabiendo que renunciaban a algo muy valioso, los han ido entregando a los Capuchinos, pensando quizás en una posible publicación, que beneficiaría a miles o a millones de devotos del Fraile de Pietrelcina. Y los mensajes hablados los pueden encontrar de muchos modos: en escritos de los que los oyeron, en grabaciones sonoras, en soportes audiovisuales…
Y esas invitaciones del Padre Pío casi siempre incluían motivos que impulsaban a amar a María. Sirvan estos dos ejemplos: «María sea la razón única de tu existencia y te guíe al puerto seguro de la salvación eterna. Sea para ti dulce modelo e inspiradora en la virtud de la santa humildad». «La Virgen Dolorosa nos quiere bien, nos ha dado a luz en el dolor y en el amor. No se aparte jamás de tu mente la Dolorosa y sus dolores queden grabados en tu corazón; y lo enciendan de amor a ella y a su Hijo».
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Hoy me ha llegado el “Calendario 2014 de la Obra de San Pío de Pietrelcina”, que prepara cada año “La Casa Alivio del Sufrimiento”. Como tema general del calendario: “El Padre Pio y la Madre del cielo”.
En cada una de las hojas del calendario encontramos, junto a los días del mes y las fiestas que se conmemoran en ellos, fotografías de las Advocaciones marianas más queridas por el Fraile capuchino, y una frase del Padre Pío relacionada con la Virgen María.
Inmediatamente he pensado: El Padre Pío sigue cumpliendo hoy su “misión grandísima”; y, como lo hacía en vida, sigue invitando a amar a la Virgen María y ofreciendo mensajes que ayudan a vivir y a intensificar ese amor. Trascribo estos dos: «La Madre de Jesús y nuestra te sonría siempre, obteniéndote de su santísimo Hijo los carismas celestes». «Madre mía…purísima, inmaculada…ten piedad de mí; una mirada materna tuya me estimule, me purifique, me eleve hasta Dios».

Elías Cabodevilla Garde

martes, 22 de octubre de 2013

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (9).


El ejemplo de una vida santa fue, como expuse en el último escrito de esta etiqueta de la página web, uno de los medios con los que el Padre Pío cumplió la “misión grandísima” que el Señor le había confiado.  Una vida santa en las dos vocaciones a las que fue llamado por Dios: religioso capuchino y sacerdote. Me fijo ahora en la primera; y, con las palabras con que él expresó lo que quería ser, llamaré al Padre Pío, no «un hijo menos indigno de san Francisco», sino: «un perfecto capuchino».
A Francisco Forgione no le fue fácil ingresar en los Capuchinos. Las dificultades le vinieron, primero de su tío Pellegrino, que, en aquellos años, hacía las veces de padre en ausencia del padre, en América en busca de unos recursos que le permitieran sacar adelante a la familia. A juicio de "zi Pellegrino", la vida de los Capuchinos era demasiado austera y proponía a su sobrino ingresar o en los Benedictinos del santuario mariano de Montevergine, o en los Redentoristas de San Angel de Cupolo, o en los Franciscanos de Benevento. Le llegaron después del Superior provincial de los Capuchinos de Foggia, que, a la petición del muchacho por medio del Arcipreste de Pietrelcina, Don Salvador Panullo, respondió que: «habría que esperar unos meses porque en el noviciado capuchino de Morcone no quedaba ningún puesto libre». Y fueron muy especiales las motivadas por la lucha interior que tuvo que mantener, a pesar de estar muy convencido de lo que manifestará veinte años más tarde, en una carta de noviembre de 1922: «¡Dónde podré servir mejor al Señor que en el claustro y bajo el estandarte del Pobrecillo de Asís!». Esta lucha interior la expone así en el escrito citado: «¡Sentía  la voz del deber de obedecerte a ti, Dios bueno y verdadero! Pero mis enemigos y los tuyos me tiranizaban; me desconyuntaban los huesos; me escarnecían; me contorsionaban las vísceras», para terminar escribiendo: «El solo recuerdo de aquella lucha interior que se daba en mí hace que ahora se me hiele la sangre en las venas, aunque han trascurrido ya o están para transcurrir veinte años».
Francisco Forgione marchó al convento de Capuchinos de Morcone el 6 de enero de 1903, a la edad 15 años. Poco después, el día 22, inició el año de noviciado, cambiando, como era costumbre en los Capuchinos, su nombre de bautismo por el de Pío y tomando, en lugar del apellido, el nombre de su pueblo natal, Pietrelcina. Terminado este tiempo de preparación para la vida capuchina, Fray Pío de Pietrelcina se comprometió en ella, con la profesión religiosa temporal, el día 22 de enero de 1904, y con la profesión para siempre el 27 de enero de 1907.
En la ya mencionada carta de noviembre de 1922, el Padre Pío pide a la destinataria de la misma, Nina Campanile: «Ayúdame tú también; sé que Jesús te quiere mucho y lo mereces. Háblale de mí, que me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno de san Francisco, que pueda servir de ejemplo a mis hermanos, de modo que el fervor continúe siempre y crezca cada vez más en mí hasta hacer de mí un perfecto capuchino».
Mirando al Padre Pío como religioso capuchino, ¿cómo habría que calificarlo usando las expresiones que él emplea en la carta citada? ¿Cómo «un hijo menos indigno de san Francisco»? ¿Como «un perfecto capuchino»?
Como ayudas para el que quiera aventurarse a dar la respuesta, antes de transcribir unas líneas que yo escribí hace unos años, cito algunos de los juicios que, en momentos especialmente solemnes, han expresado los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Juan Pablo II beatificó al Padre Pío el 2 de mayo de 1999 y lo declaró Santo el 16 de junio del 2002. En ambas ocasiones se refirió al Padre Pío como religioso capuchino; y, en la primera, en tres momentos: en la homilía de la Misa, en la Plaza de San Pedro; minutos después, antes del “Regina Coeli”, en la Plaza de San Juan de Letrán; y el día 3, en el Discurso a los que nos habíamos quedado para la Eucaristía de acción de gracias. Éstas fueron sus palabras:
- «¿Qué otra cosa ha sido la vida de este humilde hijo de san Francisco, sino un constante ejercicio de fe».
- «El nuevo beato, auténtico hijo de san Francisco de Asís, de quien aprendió a dirigirse a María con espléndidas expresiones de alabanza y amor, no se cansaba de inculcar en los fieles una devoción tierna y profunda a la Virgen, enraizada en la tradición auténtica de la Iglesia. Tanto en el secreto del confesonario como en la predicación, exhortaba siempre: ¡amad a la Virgen!».
- «Francisco era su nombre de bautismo y fue desde el ingreso en el convento un digno seguidor del seráfico Padre en la pobreza, castidad y obediencia. Practicó en todo su rigor la regla capuchina, abrazando con generosidad la vida de penitencia. No se complació en el dolor, pero lo eligió como camino de expiación y de purificación. Como el Poverello de Asís, apostó por la conformidad con Cristo, deseando sólo “amar y sufrir” para ayudar al Señor en la fatigosa y exigente obra de la salvación».
Y el 17 de junio del 2002, al día siguiente de haberlo declarado Santo, dijo en el Discurso tras la Eucaristía de acción de gracias: «El Padre Pío es un auténtico modelo de espiritualidad y de humanidad, dos características peculiares de la tradición franciscana y capuchina».
Benedicto XVI peregrinó a San Giovanni Rotondo el día 21 de junio del 2008. En dos de sus cuatro intervenciones habladas se refirió expresamente al Padre Pío como religioso capuchino; y afirmó:
- «Auténtico seguidor de san Francisco de Asís, hizo propia, como el Pobrecillo, la experiencia del apóstol Pablo, tal y como la describe en sus Cartas: "Con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí"».
- «Aquí, en San Giovanni Rotondo, todo habla de la santidad de un fraile humilde… que esta tarde nos invita también a nosotros a abrir el corazón a la misericordia de Dios; nos exhorta a ser santos, es decir, amigos sinceros y verdaderos de Jesús».

Y esto es lo que escribí en el año 1999, en una breve biografía que se distribuyó en las iglesia de los Capuchinos de España con motivo de la Beatificación del Padre Pío:
- «El Padre Pío es el seguidor humilde, obediente, caritativo y alegre de Francisco y de Clara de Asís…; es el enamorado de Cristo; es el devoto de la Virgen que lleva siempre en sus manos o enrollado en el brazo el rosario y lo recita muchas veces al día; es el hermano que vive para sus hermanos y que tiene sus preferidos en los pobres, los enfermos y los alejados de Dios por el pecado; es el creyente que busca en todo la gloria de Dios y la salvación de las almas...».
Elías Cabodevilla Garde

domingo, 20 de octubre de 2013

Octubre: días 20 al 26.


20. No hay que desanimarse; porque, si existe en el alma el esfuerzo continuo por mejorar, al fin el Señor la premia, haciéndola florecer de golpe en todas las virtudes, como en un jardín florecido (VVN, 49).

21.  Procura no inquietar tu alma ante el triste espectáculo de la injusticia humana, que tiene también un valor en la economía de las cosas. Sobre esta injusticia verás un día el triunfo definitivo de la justicia de Dios (GF, 175).

22.  El Sabio alaba a la mujer fuerte: “Sus dedos, dice, sostienen el huso” (Prov 31,19).
Con gusto os diré algunas cosas sobre estas palabras. Vuestra rueca es el cúmulo de vuestros deseos. Por eso, hilad todos los días un poco, tirad hilo a hilo de vuestros proyectos hasta su ejecución, y sin duda alguna los veréis cumplidos. Pero estad atentos para no apresuraros, porque enredaríais el hilo con nudos y embrollaríais vuestro huso.
Por tanto, caminad siempre; y aunque vayáis avanzando lentamente, haréis un gran viaje (Epist.III, p.564).

23.  La ansiedad es una de las mayores trampas que la virtud auténtica y la devoción vigorosa pueden encontrar; aparenta enfervorizarse en el bien obrar, pero no lo hace sino para enfriarse, y no nos hace correr para que tropecemos, es para que tropecemos, y por eso hay que estar alerta en todo momento, y de modo particular en la oración; y para conseguirlo mejor, será bueno acordarse de que las gracias y los gustos de la oración no son aguas de esta tierra sino del cielo; y que, por eso, todos nuestros esfuerzos no bastan para conseguirlos, y que, si es necesario prepararse con suma diligencia, ha de ser siempre con humildad y sosiego: hay que tener el corazón orientado hacia el cielo y esperar de allí el rocío celestial (AP).

24.  ¿Por qué os tiene que preocupar el que Jesús os quiera llevar a la patria celestial por los desiertos o por los campos, si por los primeros y por los segundos se llega del mismo modo a la eterna bienaventuranza? Alejad de vosotros toda preocupación orgullosa que brota de las pruebas con las que el buen Dios quiere visitaros; y si esto no es posible, apartad el pensamiento y vivid resignados en todo al divino querer (AdFP, 561).

25.  Tengamos bien esculpido en nuestra mente lo que dice el divino Maestro: en nuestra paciencia poseeremos nuestra alma (AdFP, 560).

26.  No pierdas el ánimo si te toca trabajar mucho y recoger poco... Si pensases cuánto le cuesta a Jesús una sola alma, no te lamentarías por ello (AP).
  (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 18 de octubre de 2013

Sigue convocando en recuerdo de su “pascua”, de su paso a la vida eterna.


El Padre Pío de Pietrelcina murió a las 2:30 del día 23 de septiembre de 1968. Para los creyentes la muerte es la “pascua”, el paso de la vida temporal a la vida eterna, del destierro a la patria, de conocer a Dios por comparaciones a contemplarlo tal cual es (cfr. 1Jn 3, 2).
La noticia de la muerte del Padre Pío llegó en pocos minutos a los lugares más alejados de la tierra; y de todas partes, a cientos, a miles, fueron llegando a San Giovanni Rotondo para un último homenaje al Fraile de los estigmas, para participar en las exequias fúnebres, quizás también para pedirle una gracia o implorar del Señor su pronta canonización…
Filas interminables de devotos fueron desfilando ante sus restos mortales a lo largo de cuatro días, hasta el mediodía del día 26. Luego, durante tres horas, el cuerpo del Santo fue llevado por las calles de San Giovanni Rotondo. Después, el solemne funeral al aire libre, en la plaza situada delante del santuario de Nuestra Señora de las Gracias; y, a las 10 de la noche, en una ceremonia privada, el entierro en la cripta del mencionado santuario. Se calcula que el Padre Pío convocó en San Giovanni Rotondo a unas 100.000 personas en estas horas posteriores a su muerte.
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El Padre Pío hoy, a los 45 años de su muerte, además de hacerlo por otros motivos y en otras fechas, sigue convocando a muchos, en recuerdo de su “pascua”, de su paso a la patria, a la vida eterna, a contemplar a Dios tal cual es.
Con frecuencia nos llegan noticias de iglesias, de capillas, que han decidido celebrar una Eucaristía especial todos los días 23 de mes en recuerdo de San Pío. Una, muy reciente, nos viene de la iglesia de San Antonio de Pamplona (España), atendida por los Hermanos Menores Capuchinos.
Estas celebraciones suelen ser ocasión privilegiada para dar gracias a Dios por la santidad del «humilde y amado Padre Pío», para suplicar la protección del Santo y para recordar, con el compromiso de imitarla, la rica espiritualidad evangélica que el Señor ha querido ofrecernos en él. Y, por parte de San Pío, para seguir cumpliendo su “misión grandísima”, y estimular con su ejemplo, adoctrinar con sus enseñanzas e invitar a vivir hoy sus grandes ideales: vivir «devorados por el amor a Dios y el amor a los hermanos», ser «en medio del mundo levadura de Evangelio y faros de amor», «amar a la Virgen, hacer que se ame a la Virgen, rezar siempre el Rosario»…
Elías Cabodevilla Garde

martes, 15 de octubre de 2013

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (11)


Como Jesús, que vino para que tengamos vida y vida abundante (cfr. Jn 10, 10).

En el contexto de la alegoría del “buen pastor”, las palabras de Jesús adquieren un contenido especial: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 10-11). Por tanto, Jesús ha venido al mundo para que los hombres tengamos vida y vida abundante; vida aquí en este mundo y vida para siempre en el más allá. Para ofrecernos esa vida «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo» (Hech 1l, 38) y derramó su sangre «por muchos para el perdón de los pecados» (Mt 26, 28). Y entregó su vida como Buen Pastor, con una entrega que reúne todos los matices que señala el Salmo 23 (22) y que implica la mayor prueba de amor: «Nadie tiene amor más grande que el que da la  vida por sus amigos» (Jn 15, 13).
Pero, en Jesús, tenemos algo más que un enviado de Dios para darnos vida. Él es la vida, como lo proclamó ante el apóstol Tomás: «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (Jn 14, 5-6).
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Ningún ser humano, fuera de Jesús, puede decir que él es la vida; tampoco el Padre Pío. El Capuchino de Pietrelcina, al escribir en el recordatorio de su Primera Misa: «Jesús… que yo sea contigo para el mundo Camino Verdad Vida», pensaba, sin duda alguna, en ser vida para el mundo, no porque iba a ofrecer a los hombres su propia vida, sino porque la ordenación sacerdotal, que había recibido cuatro días antes, le capacitaba para ofrecer a los hombres la vida de Cristo, sobre todo por los sacramentos. Y esa vida de Cristo la quería ofrecer «contigo», es decir: con Jesús y como Jesús. Por lo mismo, dando su propia vida al ofrecer la vida de Cristo; dándola con amor y movido por el amor; y dándola, si le fuera posible, a todos.
·  También para el Padre era muy claro que el que ofrece con más acierto la vida de Cristo es el que se deja vivificar por él y se empeña en adquirir esa vida divina. Baste decir aquí que el Capuchino de Pietrelcina vivió con generosidad estas dos realidades.   
·  En la “misión grandísima” que el Señor le había confiado, como le reveló cuando se preparaba para la vida capuchina en el noviciado de Morcone, el Padre Pío incluía de modo muy especial ésta de ofrecer a los hombres la vida de Dios, fruto precioso de la muerte y resurrección de Cristo, tras su pérdida por el pecado de Adán y Eva.
- Como afirmó Juan Pablo II en la homilía de la Canonización del nuevo Santo, el 16 de junio del 2002, el Padre Pío tenía «una conciencia muy clara de haber sido llamado a colaborar de manera peculiar en la obra de la redención», redención en favor de los hombres que implica, como es sabido, la liberación del pecado y la vida nueva de hijo de Dios. Conciencia clara que la manifestaba en frases como éstas: «Liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás», «Poner fin a la ingratitud de los hombres para con Dios, nuestro sumo Bienhechor», «Dar la vida por los pecadores para hacerles participar después de la vida del Resucitado»…
- A colaborar en la obra de la redención o, lo que es lo mismo, a ofrecer la vida divina a los hombres, el Padre Pío se sentía impulsado tanto por el amor a Dios como por el amor al prójimo. Dos amores que lo devoraban, como manifestó al padre Benedicto en noviembre de 1921: «Todo se compendia en esto: estoy devorado por el amor de Dios y el amor del prójimo». Que el amor a Dios urge a amar al prójimo, lo expresó muy bellamente en una carta al padre Agustín de 8 de septiembre de 1913: «Para el alma inflamada del amor divino el socorrer las necesidades del prójimo es una fiebre que le va consumiendo lentamente. Daría mil veces la vida si pudiera lograr que una sola alma bendijese una sola vez al Señor». Y siguió escribiendo: «Siento que esta fiebre me devora». Y no le urgía menos el amor al prójimo. Al padre Benedicto, que le había transmitido la queja del padre Agustín de que lo tenía abandonado y le invitaba a practicar la caridad, le escribió el 3 de junio de 1919: «Les ruego, a usted y a los demás, que no me molesten con llamadas a la caridad, pues no hay mayor caridad que conquistar las almas encadenadas por Satanás, ganándolas para Cristo. Y esto precisamente es lo que hago incesantemente de día y de noche».
- El Padre Pío, al ofrecer la vida divina, quiso, como Jesús, llegar a todos los hombres sin excepción. Con qué vehemencia lo manifestó al padre Agustín el 28 de junio de 1911: «Padre mío, si pudiera volar, quisiera hablar alto y gritar a todos con todas mis fuerzas: Amad a Jesús, pues es digno de ser amado».
- Y el Padre Pío, a ejemplo del Buen Pastor, usó todos los medios a su alcance para que la vida de Cristo llegara a los hombres. Solía repetir: «Salvar las almas orando siempre»; y esto escribió al padre Benedicto el 12 de noviembre de 1929: «Estoy cansado, extremadamente cansado de clamar al Altísimo… Comprendo que no merece ser escuchado quien no es digno de su amor; pero ¿no podría escuchar la oración de quien le suplica sin interés propio y sí solo por el bien de sus hermanos?». Sabía que, en la confesión, Dios, además perdonar los pecados, que matan o hieren la vida divina en el pecador, vigoriza esa vida con los dones que ofrece al que lo celebra; y, ya en San Giovanni Rotondo, dedicó muchas horas diarias, a lo largo de 52 años, a administrar este Sacramento. Era muy consciente de que la Eucaristía renueva y actualiza la muerte y la resurrección de Cristo, fuente de la vida divina para los hombres; y, como dijo Pablo VI, la celebraba «humildemente». Sin referirme, por falta de espacio, a otros medios que usó el Santo capuchino, diré una palabra sobre el que era especialmente querido por él. A la Virgen María la veía como Camino que conduce a Jesús, que, como se ha dicho, es la vida y ha venido para que tengamos vida y vida abundante; y la veía también como Mediadora de todas las gracias, en las que su Hijo nos ofrece su vida a los hombres; y el Padre Pío, además de amar con amor tierno y filial a María, fue  el gran promotor de la devoción mariana.
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Porque, como Jesús y con él, quiso ser vida para el mundo, y, como él, ofreció esa vida divina por todos los medios a su alcance y, al menos con su deseo, a todos los hombres, podemos llamar al Padre Pío, como lo hacía fray Modestino, “fotocopia de Cristo”.
Elías Cabodevilla Garde

domingo, 13 de octubre de 2013

Octubre: días 13 al 19.


13.  Te afanas, mi buena hija, por buscar al sumo Bien. Está en verdad dentro de ti y te tiene tendida sobre la desnuda cruz, alentando fuerza para que soportes ese martirio insostenible y amor para que ames amargamente al Amor. Por lo mismo, el temor a haberlo perdido y a haberle disgustado sin darte cuenta no tiene fundamento alguno, porque él está tan cercano y unido a ti. Tampoco tiene sentido el agobio por el porvenir, ya que la situación actual es una crucifixión de amor (Epist.III, p.651).

14.  Pobres y desgraciadas las almas que se arrojan en el torbellino de las preocupaciones mundanas. Cuanto más aman el mundo más se multiplican sus pasiones, más se encienden sus deseos, más incapaces se sienten para sus proyectos; y de ahí las inquietudes, las impaciencias, los choques terribles que despedazan sus corazones, que no palpitan de caridad y de santo amor.  Roguemos por estas almas desgraciadas, miserables. Que Jesús les perdone y las atraiga hacia sí con su infinita misericordia (Epist.III, p.1092).

15.  No se debe actuar con maneras violentas si no se quiere correr el riesgo de no conseguir nada. Es necesario revestirse de gran prudencia cristiana (Epist.III, p.416).

16.  Hijas, acordaos de que yo soy tan enemigo de los deseos inútiles como de los deseos peligrosos y malos; porque, aunque sea bueno aquello que se desea, ese deseo es siempre defectuoso en relación a nosotros, sobre todo cuando anda mezclado con una preocupación orgullosa, ya que Dios no exige este bien, sino algún otro en el que quiere que nos ejercitemos (Epist.III, p.579).

17.  En cuanto a las pruebas espirituales a las que te va sometiendo la paternal bondad del Padre del cielo, te ruego que te resignes y que, en cuanto te sea posible, estés tranquila, fiándote de las aseveraciones de quien ocupa el lugar de Dios, te ama en él y te desea toda clase de bienes, y te habla en su nombre. Sufres, es verdad, pero con resignación; sufres, pero no temas, porque Dios está contigo y tú no le ofendes sino que le amas. Sufres, pero también crees que Jesús mismo sufre en ti y por ti y contigo. Jesús no te abandonó cuando huías de él, mucho menos te abandonará de ahora en adelante cuando tú quieres amarlo (Epist.III, p.618).

18.  No te debes confundir al intentar conocer si has consentido o no. Tu estudio y tu vigilancia estén orientadas a la rectitud de intención que debes tener al actuar y al combatir siempre, con valor y generosidad, las artes malignas del espíritu maligno (Epist.III, p.622).

19.  Mantente siempre con alegría en paz con tu conciencia, dándote cuenta de que estás al servicio de un Padre infinitamente bueno, que, impulsado sólo por su ternura, desciende hasta su criatura para elevarla y transformarla en él, su Creador. Y huye de la tristeza, porque ésta entra en los corazones que están apegados a las cosas mundanas (ASN, 42).

 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 11 de octubre de 2013

Sigue llamando a orar y a progresar en la vida cristiana.


De San Pío de Pietrelcina, que quiso ser «un pobre fraile que ora», el padre Fernando de Riese Pio X, en su biografía “Padre Pío de Pietrelcina - Un crucificado sin cruz”, escribe: «En su reclinatorio o en el altar, en la iglesia o en la celda, caminando por los claustros o por los senderos del huerto de los capuchinos, con las manos recogidas o desgranando el rosario, su mundo es Dios... Su vida es, sobre todo, vida de oración, de coloquio ininterrumpido, dulce y obstinado, con Dios. La oración le absorbe todo su tiempo». Y unas líneas más adelante: «En las tentaciones, reza; en los meses de total segregación, desde el 11 de junio de 1931 al 16 de julio de 1933, reza; en las alegrías, reza; en las experiencias extraordinarias, reza; en los momentos dramáticos, reza; en las enfermedades, reza; en la programación de sus iniciativas, reza».
No sólo eso. El Padre Pío, con su ejemplo y con sus consejos, invitaba a la oración constante e insistente; pedía orar con la Iglesia, por la Iglesia y en la Iglesia; y urgía a buscar, como fruto de la oración, una vida cristiana más fiel al proyecto de Dios y, por tanto, una caridad activa y laboriosa en el alivio de los que sufren y de los necesitados.
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El pasado lunes, en Bilbao (España), un grupo de unas 20 personas comenzaba sus encuentros de oración, bajo la inspiración y protección del Padre Pío, que los celebrarán dos veces al mes.
Animados y acompañados por personas de otros grupos de oración, tuvieron la acertada idea de invitar, a los que lo desearan, a una conferencia sobre el Padre Pío. Acertaron también al comprometer un salón mucho más capaz que el que usarán para sus encuentros de oración. Y se encontraron con la grata sorpresa de unas 100 personas ávidas de conocer la vida y la espiritualidad del Padre Pío, como estímulo para una vida cristiana más evangélica, que escucharon con gran atención e interés  lo que yo pude exponerles.
En definitiva, el Padre Pío que, a los 45 años de su muerte, sigue llamando, como lo hacía en vida, a la oración y a una vida cristiana siempre renovada.
Elías Cabodevilla Garde

jueves, 10 de octubre de 2013

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (8).


La misión que Cristo confió a la Iglesia se debe cumplir con palabras que anuncian la Buena Noticia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15), y con obras que testimonian lo que se anuncia: «Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16). Y fue así como el Padre Pío cumplió la “misión grandísima” que le había confiado el Señor: con palabras, escritas y habladas, como he expuesto en los cuatro últimos escritos de esta etiqueta de la página web, y con el ejemplo de una vida santa.
El papa Benedicto XVI, al peregrinar a San Giovanni Rotondo el 21 de junio del 2008, se refirió varias veces a la santidad del Padre Pío. Las primeras palabras de su primera intervención hablada, la homilía de la Eucaristía, fueron: «En el corazón de mi peregrinación a este lugar, en el que todo habla de la vida y de la santidad del padre Pío de Pietrelcina…». Y, a lo largo de sus cuatro alocuciones, ofreció mensajes como éstos: «Aquí, en San Giovanni Rotondo, todo habla de la santidad de un fraile humilde y fervoroso sacerdote que… nos exhorta a ser santos»; «La herencia que os ha dejado es la santidad»; «Atraía al camino de la santidad con su mismo testimonio»…Y el Papa fue señalando virtudes concretas de esa santidad del Fraile capuchino: «El amor que él llevaba en el corazón y transmitía a los demás estaba lleno de ternura»; «…que vuestra presencia y vuestra acción en el seno del pueblo cristiano se conviertan en testimonio elocuente de la primacía de Dios en vuestra existencia. ¿Acaso no era precisamente esto lo que todos percibían en San Pío de Pietrelcina?»; «Rezaba siempre y en todo lugar con humildad, confianza y perseverancia»; «Su primera preocupación, su ansia sacerdotal y paternal era siempre que las personas regresaran a Dios, que pudieran experimentar su misericordia»; «Supo gastarse en el cuidado y alivio de los enfermos»; «Siempre experimentó por la Virgen un amor muy tierno»…
Esto mismo había hecho el papa Juan Pablo II, al beatificar al Padre Pío el 2 de mayo de 1999 y al declararlo Santo el 16 de junio del 2002. Además del reconocimiento oficial de su santidad, pues esto significa proclamarlo Beato y Santo, Juan Pablo II fue diciendo del Padre Pío: «Este santo capuchino, al que tantas personas se dirigen desde todos los rincones de la tierra, nos indica los medios para alcanzar la santidad, que es el fin de nuestra vida cristiana»;«La vida y la misión del padre Pío testimonian que las dificultades y los dolores, si se aceptan por amor, se transforman en un camino privilegiado de santidad»… Y se detuvo a señalar algunos de los componentes de esa santidad: «El nuevo santo nos invita a poner a Dios por encima de todas las cosas, a considerarlo nuestro único y sumo bien»; «Este humilde hermano capuchino ha dejado estupefacto al mundo con una vida entregada a la oración y a la escucha de los hermanos»; «¿Qué otra cosa ha sido la vida de este humilde hijo de san Francisco, sino un cons­tante ejercicio de la fe?»; «Todo el que se acercaba a S. Giovanni Rotondo para participar en su Misa, para pedirle consejo o confesarse, percibía en él una imagen viva del Cristo sufriente y resucitado»; «¡Cuán actual es la espiritualidad de la cruz que vivió el humilde capuchino de Pietrelcina!»; «El padre Pío fue generoso dispensador de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos a través de la acogida, de la dirección espiritual y especialmente de la administración del sacramento de la penitencia»; «Su caridad se derramaba como bálsamo sobre las debilidades y sufrimientos de los her­manos»; «Que “Santa María de las Gracias”, a la que el humilde capuchino invocó con constante y tierna devoción»…
El testimonio de monseñor Rafael Carlos Rossi, el Visitador apostólico que el Vaticano envió a San Giovanni Rotondo en el año 1921, aunque, también desde esta fecha, la santidad del Padre Pío fue creciendo y ofreciendo frutos más abundantes y más evangélicos conforme pasaban los años, hasta su muerte en 1968, merece una atención especial. En su “Voto” o informe para la Congregación del Santo Oficio, después de afirmar «que había ido más bien prevenido en su contra», presenta al Padre Pío como «Religioso serio, distinguido, digno y, a la vez, franco, espontáneo en el convento». Y tras detenerse en cada una de las virtudes, termina escribiendo, casi como pidiendo excusas por tener que dar un juicio tan positivo: «En conciencia, yo debía referir y recalcar todo esto, apoyándome en las declaraciones que he recogido y en mis observaciones personales, para presentar con la menor imperfección posible el retrato moral-religioso del Padre Pío, retrato que se resume en pocas palabras: “El Padre Pío es un buen religioso, ejemplar, ejercitado en la práctica de las virtudes, entregado a la piedad y quizás más elevado a los grados de oración de lo que aparece al exterior; resplandece de modo especial por una sincera humildad y por una especial sencillez, que no han decrecido en él ni en los momentos más graves, en los que estas virtudes le fueron puestas a prueba verdaderamente grave y peligrosa”».

Para que no falte el juicio de una “persona de a pie”, transcribo la declaración del doctor José Sala, el médico que atendió al Padre Pío en los últimos años de vida y le asistió en el momento de la muerte, en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”: «Estoy firmemente convencido de que el Padre Pío practicó todas las virtudes de forma heroica. Humanamente no es posible vivir como vivió el Padre Pío en la práctica constante de tantas virtudes. Estoy convencido de que el Padre Pío, como hombre, fue un ser normal, con cualidades normales. Tenía una personalidad abierta y muy sensible a los sufrimientos de los demás. Pero era su personalidad espiritual desbordante la que lo hacía único, extraordinario y seductor para todos».

Del Padre Pío podemos decir, como de Jesucristo, que todo lo que enseñaba, aconsejaba o pedía de palabra era el primero en ponerlo en práctica. O, con palabras suyas, que intentó siempre, y lo consiguió, que «vayan a la par los buenos propósitos y las obras santas».
 Elías Cabodevilla Garde

domingo, 6 de octubre de 2013

Octubre: días 6 al 12.


6.  Tu predicación sea la inmolación continua de ti misma, el ser en todas partes como una delicada aparición y como la sonrisa de Dios (FM, 165).

7.  Siento que se me rompe el corazón en el pecho al conocer tus sufrimientos, y no sé qué haría para que te consueles. Pero, ¿por qué inquietarte tanto? ¿Por qué te turbas? ¡Fuera tanta inquietud, hija mía! Jamás te he visto tan regalada de tantas joyas por parte de Jesús como ahora. Jamás te he visto tan querida de Jesús como en este momento. Por tanto, ¿qué motivo tienes para temer, temblar y asustarte? Tu temor y temblor se parecen al de un niño que está en los brazos de su mamá. Por lo mismo, tu temor es tonto e inútil (Epist.III, p.442).

8.  No tengo nada concreto que reprobar en ti, fuera de esa inquietud un tanto amarga que se da en ti y que no te deja gustar toda la dulzura de la cruz. Corrígete de esto y continúa haciendo lo que has hecho hasta ahora, porque vas bien (Epist.III, p.447).

9.  Te ruego además que no te angusties por lo que voy sufriendo y sufriré; porque el sufrimiento, por muy grande que sea, comparado con el bien que nos espera, resulta agradable para el alma (Epist.III, p.402).

10.  Mantén tu espíritu tranquilo y confíate por completo a Jesús cada vez más. Esfuérzate por identificarte siempre y en todo con la divina voluntad, tanto en las cosas favorables como en las adversas, y no te preocupes por el mañana (Epist.III, p.455).

11.  No temas por tu espíritu: son bromas, predilecciones y pruebas del Esposo celestial, que quiere asemejarte a él. Jesús mira las disposiciones y los buenos deseos de tu alma, que son óptimos; y los acepta y premia; y no mira tu imposibilidad e incapacidad. Por tanto, mantente tranquila (Epist.III, p.461).

12.  No te fatigues en cosas que producen inquietud, perturbaciones y afanes. Sólo una cosa es necesaria: elevar el espíritu y amar a Dios (CE, 10).

 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 4 de octubre de 2013

Sigue haciéndose de esperar para luego sorprender con su actuación.

Al Padre Pío le gustaba dar largas al asunto, cuando le pedían una gracia, un milagro, y actuar luego de forma inesperada y sorprendente.
Como botón de muestra, el hospital “Casa Alivio de Sufrimiento”. El proyecto de un nuevo hospital era tema frecuente de conversación entre los capuchinos de San Giovanni Rotondo desde que el terremoto de 1938 destruyó el “Hospital San Francisco de Asís”, que habían promovido, sobre todo por iniciativa e impulso del Padre Pío, en el  abandonado monasterio de clarisas.
El gran promotor del nuevo hospital, para el que ya había pensado el nombre: “Casa Alivio del Sufrimiento”, era el Padre Pío. Consiguió que se comenzaran los trabajos en el año 1947. Pero las misivas eran frecuentes: «Padre Pío, ¡tenemos que detener la obra porque no hay dinero!». ¿Decidió actuar de forma inesperada y sorprendente?
Un día llegó hasta la obra la periodista inglesa Bárbara Ward, redactora de “The Economist”, que venía de Londres para conocer al Padre Pío. Al pasar junto a los obreros, estimó que el más apropiado para preguntarle era el cura, que trabajaba con pico y pala, bañado en sudor y con la sotana remangada. - «¿Qué es lo que pretenden hacer aquí?». - «Una gran clínica, señorita». - «¿Y cuál sería el presupuesto?». - «¡Cuatrocientos millones de dólares!». - «¿Y quién se los va a proporcionar?». - «Señorita, ¡quien pasa paga!».
A la Ward su encuentro con el Padre Pío le debió parecer muy seco, pues don Orlando -así se llamaba el cura de la sotana remangada- manifestó que «al pasar luego delante de nosotros ni siquiera se dignó mirarnos». Así fue el encuentro de la periodista con el Fraile capuchino: - «Padre, he oído hablar muy bien de usted y he venido a pedirle una gracia». - «Sí, hija, sí; las gracias nos las concede el Señor». - «Padre, yo soy católica. Mi novio es protestante y yo quisiera que se convirtiera al catolicismo». - «Muy bien. Si el Señor quiere, se convertirá». - «Pero, Padre… ¿y cuándo ocurrirá esto?». - «Si Dios quiere ahora mismo». Y el Padre Pío, sin más, se marchó.
Bárbara Ward llegó a Londres, se encontró con el inexplicable hecho de que su novio, el comandante Jackson, se había convertido al catolicismo y de que se había decidido a dar el paso, más o menos, a la mima hora en que ella pedía esta gracia al Padre Pío. Y como Jackson era consejero de la UNRA para Europa y disponía de influencias poderosísimas en aquel organismo…, no tardó en llegar un telegrama al Presidente del Gobierno de Italia anunciando que desde América habían asignado la suma de 400 millones de dólares para construir una clínica en San Giovanni Rotondo. El Gobierno italiano se quedó con una parte cuantiosa, 150 millones, pero los otros 250 dieron para mucho en la construcción de la “Casa Sollievo della Sofferenza”.
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Esta información me la ha enviado desde México Sandra Zambrano. Es ejemplar que Sandra, de quien sabemos, por otro testimonio publicado en esta etiqueta de la web, que con frecuencia le pide a su Padre espiritual, el Padre Pío: «Pero, ¡háblame clarito, clarito!», en este caso le haya pedido: «Pero, ¡actúa rapidito, rapidito!». Éste es su escrito:
«Hace nueve años que mi hermana Ileana y otras personas comenzaron a ayudar a los más pobres para que pudieran recibir atención médica especializada y cirugías en el mejor hospital y con los mejores doctores. Durante los siete primeros años esta ayuda fue esporádica y nunca estuvo en su mente la idea de crear una Fundación. Pero el número de enfermos que les llegaban iba siempre en aumento y con ello la necesidad de buscar a más doctores y a más colaboradores. Esta creciente demanda de quienes, al no tener seguro social ni recursos económicos, si enferman, mueren en la calle sin que nadie les atienda, y el aumento continuo de doctores y de voluntarios motivaron que, en el 2012, pensaran en una Fundación, a la que dieron el nombre de “Fundación Unión pro VIDA”.
 Hoy en día, la Fundación es una red que conecta a los enfermos más pobres con los más de 80 doctores colaboradores de casi todas las especialidades y el mejor hospital de la ciudad, además de 12 odontólogos, un radiólogo, una psicóloga…, y que tiene acuerdos de colaboración con otras Fundaciones locales y foráneas dedicadas a atender a personas quemadas, a operar todo tipo de cirugías de ojos, cáncer en niños menores de 18 años, casa hogar para ancianos…, como “Destellos de Luz” “Fundación Cinepolis”, “Posada del Peregrino”…
Yo también formo parte del Consejo Directivo de la Fundación y mi participación ha consistido y consiste en asesorar y acompañar a mi hermana en las gestiones para el reconocimiento oficial de la Fundación y principalmente en conseguir que médicos amigos míos colaboren en la Fundación, que altos directivos de empresas que conozco ofrezcan sus donaciones…
Un impedimento para la buena marcha y para el crecimiento de la Fundación estaba siendo -y lo era hasta hace unas pocas horas- que ésta no tenía el reconocimiento del Gobierno como Asociación Civil, con los inconvenientes que implica no ser una “Entidad donataria”. Las últimas noticias eran que los “estudios” para ver si se podía conceder o no a la Fundación este reconocimiento exigirían no menos de tres meses de tiempo.
Ayer, 23 de septiembre, su fiesta litúrgica, era buena ocasión para pedirle al Padre Pío, aunque de otro modo, lo que desde hace algún tiempo se lo estaba pidiendo. En la Eucaristía, después de haberle entregado a mi hermana Ileana como hija espiritual, y también a su familia, y de poner la Fundación en sus manos, le dije: «Pero, Padre Pío, ¡actúa rapidito, rapidito!».
Una hora después, mi hermana Ileana me llamaba para comunicarme que acababa de recibir la notificación y el permiso del Departamento de Hacienda del Gobierno para formalizar la Fundación, que, como consecuencia, puede ser ya “donataria”, lo que significa que puede dar y recibir ayudas (ayudas de doctores, de hospitales, de personas independientes o de todo aquel que quiera colaborar de alguna manera) para los enfermos más pobres, y expedir recibos de esas ayudas.
 En la próxima reunión del Consejo Directivo propondré que se nombre a San Pío de Pietrelcina Patrono de la “Fundación Unión pro VIDA».
Elías Cabodevilla Garde