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viernes, 20 de septiembre de 2013

Sigue visitando enfermos y ofreciéndoles la Vida de Cristo.


El Padre Pío de Pietrelcina, al menos desde que la afluencia de fieles a su confesonario era tan numerosa que le llevaba a dedicar hasta 12, 15 y más horas diarias a atenderlos, poco tiempo tenía para dedicarlo a los enfermos. Sí que visitaba a sus hermanos de Fraternidad cuando caían en cama; y, desde la inauguración del hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, en mayo de 1956, también con alguna frecuencia a los que allí estaban ingresados, especialmente a los niños.
Pero se preocupó de que un número suficiente de sacerdotes capuchinos fueran los capellanes del hospital, para que los enfermos estuvieran bien atendidos espiritualmente porque, además de la celebración de la Misa y del rezo del Rosario y de otras celebraciones propias de los tiempos litúrgicos, que podían seguir también desde sus habitaciones, les ofrecían la posibilidad de confesarse, recibir la comunión y la unción de los enfermos, ser visitados…
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¿Sigue actuando el Padre Pío hoy del mismo modo? La respuesta se la podrá dar cada uno de los lectores, ante este testimonio de Wiliam Rodríguez Campos, que me ha llegado de Venezuela:

Durante un Retiro de Diáconos permanentes y de Candidatos a esta forma del Diaconado, en mi diócesis de Los Teques, el comentario en pasillos y por la noche era el libro “Los milagros desconocidos del Santo de los estigmas”. Nos fuimos pasando el libro, lo leímos, intercambiamos impresiones, etc. Además, yo he trabajado durante años con un sacerdote salesiano que, en medio de dudas, fue a consultar al Padre Pío y éste -sin conocerle y sin saber de su ida al confesionario- le anunció que, si abandonaba el sacerdocio, se condenaría. Años después, cayó en mis manos un libro sobre el Padre Pío, que me impresionó. Al ver con mi familia una película sobre el Santo capuchino, me conmoví profundamente. En todo esto creo que estaba actuando el Padre Pío para prepararme a la misión que ahora estoy cumpliendo y que deseo potenciarla en el futuro.
Como ejerzo de acólito en mi parroquia, compagino mi trabajo con la actividad pastoral de visitar a enfermos y llevarles la comunión, luego de acercarlos al sacerdote para la Confesión y la Unción. Y es aquí donde entra de lleno el Padre Pío, pues, no sólo los encomiendo al Santo y los pongo en sus manos, sino que busco acercarlos al mismo y a su espiritualidad y aconsejarles que pidan su protección. Una de las enfermitas, de las que ya le hablé, murió con todos los auxilios espirituales. Ahora tengo otros más. Uno, con un diagnóstico de cáncer de pulmón, hijo de un Diácono permanente, al que le dieron no más de un mes de vida, pero desde entonces ya han pasado más de veinte. Hace dos días, luego de darle la comunión diaria, le llevé al sacerdote para la Unción y ayer estaba mucho mejor. Otro enfermo está en estado semivegetativo, consecuencia de una mala praxis médica. Llevo casi dos años atendiéndolo y poniéndolo en manos del P. Pío. Para estos dos y para otros que iré atendiendo quiero tener estampas del Padre Pío con su reliquia”.
 Elías Cabodevilla Garde

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