Hay diversos modos de acompañar a una persona. Unos se perciben porque
es con una presencia física. Otros son espirituales. Aparte de lo que pueda
aportar la psicología, la fe nos descubre el valor y el influjo de algunos de
ellos. Un influjo del que, no raras veces, nos percatamos por los frutos que
produce. Por ejemplo, el acompañamiento de quien ora a Dios por nosotros.
Mientras el Padre Pío vivió en este mundo, hasta el 23 de
septiembre de 1968, de su acompañamiento espiritual se beneficiaron, sin duda,
muchísimos. Lo que el Padre Pío hacía con una de las hermanas Serritelli, y que
se lo manifestó en carta de 23 de agosto de 1918, lo realizaba con otros muchos:
«Las oraciones, que tú me pides, no te
faltan nunca, porque no puedo olvidarme de ti que me cuestas tantos
sacrificios. Te he dado a luz a la vida de Dios con el dolor más intenso del
corazón». Y, además, de forma sorprendente también para él. Esto es lo que
escribió al padre Benedicto el 20 de diciembre de 1913: «Mire qué fenómeno tan curioso se está dando en mí de un tiempo a esta parte,
aunque no me preocupa mucho. En la oración me sucede olvidarme de rezar por
aquel que me lo había pedido (no ciertamente de todos) y también por aquel por
quien tenía intención de orar. Me esfuerzo antes de ponerme a orar por
encomendar, por ejemplo, a esta o a aquella persona; pero, Dios mío, tan pronto
como entro en oración, mi mente queda en un vacío total y no queda en ella
rastro alguno de aquello que con tanto interés había deseado. Otras veces, en
cambio, me siento impulsado, estando en oración, a orar por quien nunca había
tenido intención de orar, y, lo que es más maravilloso todavía, a veces en
favor de quien jamás he conocido, ni visto, ni oído, ni se ha encomendado a mí,
ni siquiera por medio de otros».
El acompañamiento que el Padre Pío llevó a cabo por bilocación,
¿era perceptible para los beneficiados porque era una presencia física?, ¿era una
presencia espiritual, perceptible de otros modos? Lo cierto es que todos los
modos de presencia y de acompañamiento del Santo de Pietrelcina tenían un fuerte
impacto transformante, urgiendo y ayudando a una vida religiosa más plena.
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¿Sigue el Padre Pío hoy, a los
45 años de su muerte, acompañando con esa presencia espiritual transformante? Son
sin número los testimonios que me permiten dar una respuesta afirmativa a la
pregunta. El que transcribo, de forma anónima porque no he tenido oportunidad
de pedir autorización para indicar datos personales, lo he recibido hace unas
pocas horas.
«Le
escribo para comentarle que me llegaron las revistas del Padre Pío y me han gustado
mucho. Este Padre me tiene cautivada. Allí donde voy lo llevo conmigo. Un
religioso capuchino me dio una imagen del Padre Pío, plastificada, que tiene
una pequeña reliquia. En casa o en el despacho la tengo en frente mía; y la
verdad es que me ayuda mucho. Hoy que me la he dejado en el despacho, estoy
como si me faltará algo.
Este pequeño hombre tenía una misión inmensa para el Señor. Ni más ni menos la tenía dentro de Él.
Yo sé que tengo que cambiar muchas cosas para ser santa; pero, poco a poco
y con la protección del Padre Pío y la ayuda de la Virgen, espero conseguirlo. Por
ahora intento ser buena persona».
Elías Cabodevilla Garde
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