22. Soy todo de todos y de cada
uno. Cada uno puede decir: "El Padre Pío es mío". Amo mucho a todos
mis hermanos de este destierro. Amo a mis hijos espirituales igual que a mi
alma y más todavía. Los he reengendrado para Jesús en el dolor y en el amor.
Puedo olvidarme de mí mismo, pero no de mis hijos espirituales; más todavía,
prometo decir al Señor, cuando me llame: "Señor, yo me quedo a la puerta
del paraíso. Entraré cuando haya visto entrar al último de mis hijos".
Sufro mucho al no poder ganar a todos mis hermanos para Dios. En
ocasiones, estoy a punto de morir de infarto de corazón al ver a tantas almas
que sufren y no poder aliviarlas y a tantos hermanos aliados con Satanás. (AP).
23. La vida no es otra cosa que
una continua reacción contra uno mismo; y no se abre a la belleza, si no es a
precio de sufrimiento. Manteneos siempre en compañía de Jesús en Getsemaní y él
sabrá confortaros cuando os lleguen las horas de angustia (ASN, 15).
24. Hay algo que no puedo
soportar de ningún modo y es esto: Si tengo que hacer yo un reproche, estoy
siempre dispuesto a hacerlo. Pero ver que otro lo hace, no lo puedo sufrir. Por
eso, ver a otro humillado o mortificado me resulta insoportable (T, 120).
25. Quiera Dios que estas pobres
criaturas se arrepintieran y volvieran de verdad a él. Con estas personas hay
que ser de entrañas maternales y tener sumo cuidado, porque Jesús nos enseña
que en el cielo hay más alegría por un pecador que se ha arrepentido que por la
perseverancia de noventa y nueve justos.
Son en verdad reconfortantes estas palabras del Redentor para tantas
almas que tuvieron la desgracia de pecar y que quieren convertirse y volver a
Jesús (Epist.III, p.1082).
26. Las desgracias de la
humanidad: éstos son los pensamientos para todos (T, 95).
27. No te preocupes demasiado
por la curación de tu corazón, porque esta angustia aumentaría la enfermedad.
No te esfuerces demasiado en vencer tus tentaciones, pues esta violencia las
fortificaría más aún. Desprécialas y no te obsesiones con ellas (Epist.III, p.503).
28. Haz el bien, en todas
partes, para que todos puedan decir: "Este es un hijo de Cristo".
Soporta por amor a Dios y por la conversión de los pobres pecadores
las tribulaciones, las enfermedades, los sufrimientos. Defiende al débil,
consuela al que llora (FSP, 119).
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da
Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde