11. Si hemos de tener paciencia
para soportar las miserias de los demás, mucho más debemos soportarnos a
nosotros mismos.
En tus infidelidades diarias, humíllate, humíllate, humíllate siempre.
Cuando Jesús te vea humillado hasta el suelo, te alargará la mano y se
preocupará él mismo de atraerte hacia sí (AP).
12. Tú has construido mal.
Destruye y vuelve a construir bien (AdFP,
553).
13. ¿Qué otra cosa es la
felicidad sino la posesión de toda clase de bienes que hace al hombre plenamente
feliz? Pero ¿es posible encontrar en este mundo alguien que sea plenamente
feliz? Seguro que no. El hombre habría sido él mismo si se hubiese mantenido
fiel a su Dios. Pero como el hombre está lleno de delitos, es decir, lleno de
pecados, no puede nunca ser plenamente feliz. Por tanto, la felicidad sólo se
encuentra en el cielo. Allí no hay peligro de perder a Dios, ni hay
sufrimientos, ni muerte, sino la vida sempiterna con Jesucristo (CS, n.67, p.172).
14. Padre, ¡qué bueno es usted!
- Yo no soy bueno, sólo Jesús es bueno. ¡No sé cómo este hábito de San
Francisco que visto, no huye de mí! El mayor delincuente de la tierra es oro
comparado conmigo (T, 118).
15. La humildad y la caridad
caminan siempre juntas. La primera glorifica y la otra santifica.
La humildad y la pureza de costumbres son alas que elevan hasta Dios y
casi nos divinizan (T, 54).
16. Humíllate siempre y
amorosamente ante Dios y ante los hombres, porque Dios habla al que tiene un
corazón sinceramente humilde ante él. Dios lo enriquece con sus dones (T, 54).
17. Miremos primero hacia
arriba y después mirémonos a nosotros mismos. La distancia sin límites entre el
azul del cielo y el abismo produce humildad (T, 54).
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da
Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde