En
las gracias extraordinarias del Señor que pasaban por las “manos” del Padre
Pío, éste buscaba que llevaran a los beneficiados, no sólo a Jesucristo, sino
también a la Iglesia católica. Así cumplía la “misión grandísima” que le había
confiado el Señor.
En
la tercera Declaración a la que el Visitador apostólico enviado por el
Vaticano, Rafael Carlos Rossi, sometió, en junio de 1921, al padre Lorenzo de
San Marco in Lamis, Superior del convento de Capuchinos de San Giovanni Rotondo,
éste le informó:
«Debo señalar que el nombre del Padre Pío ha atraído aquí
a algunos no bautizados y protestantes, que recibieron el Sacramento y
regresaron a la Iglesia. Ellos son:
- Un judío de
Florencia, tan enfermo de los ojos que debía llevar unas vendas negras:
instruído oportunamente en todo lo necesario, recibió aquí el Bautismo, hizo la
Primera Comunión y, ya de regreso a su ciudad, mejoró también de la vista, tanto
que dejó las vendas negras y ahora usa gafas como muchos otros. Había venido
para obtener la gracia. El Padre Pío le dijo: “Primero te hago cristiano y lo
demás vendrá después por su propio pie”.
- Un protestante de
padre y madre alemanes. Permaneció aquí el tiempo necesario para la
instrucción; después se bautizó bajo condición y recibió la Comunión, después
de haber hecho la adjuración.
- Una señorita
protestante holandesa. También ella
estuvo aquí varios días para recibir la instrucción y después recibió el Bautismo
bajo condición; hizo la adjuración, la Comunión y fue a Foggia para la Confirmación.
Está en Capri, pero ha regresado tres o cuatro veces para encontrar al Padre
Pío y realizar con él sus devociones.
- Una señorita de
Estonia, hija de pastores protestantes. Estuvo aquí unos pocos días, porque
estaba bastante bien instruída; y recibió el Bautismo bajo condición y la
Comunión; después la adjuración».
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El
Padre Pío ¿sigue actuando del mismo modo después de su muerte?
La
curación milagrosa de Lucrecia en el 2002, atribuida al Padre Pío de
Pietrelcina, ha dado origen, en estos diez últimos años, a otros hechos no
menos sorprendentes. Aunque muchos los conocíamos, la información de los mismos
que, los días pasados, facilitó “Religión en Libertad” ha dado la vuelta al
mundo, causando estupor, alegría y renovada devoción al Santo capuchino.
A
Lucrecia, madre del sacerdote ortodoxo rumano Víctor Tudor, le diagnosticaron
cáncer en un pulmón, que no era operable pues había metástasis; y le
dieron tan sólo unos meses de vida. El padre Víctor llamó a su hermano Mariano,
pintor especializado en iconografía que vivía en Roma. Éste logró contactar con
uno de los mejores médicos del mundo en su especialidad, pero, para poder
atenderla, Lucrecia debía viajar a Roma. El diagnóstico fue el ya dado por los
médicos de Rumanía: cáncer, inútil la intervención quirúrgica, y sólo cabía el
uso de fármacos adecuados para mitigar los terribles dolores.
La
madre se quedó un tiempo con su hijo Mariano en Roma, para que le pudieran
hacer nuevos controles. Mariano, que trabajaba haciendo un mosaico en una
iglesia, se llevaba consigo a su madre y ésta visitaba el templo y veía las
imágenes. Hubo una que le llamó poderosamente la atención. Estaba situada en
una esquina. Era el Padre Pío. La mujer se quedó impresionada y le preguntó a
su hijo quién era. Éste le contó brevemente su historia y, durante los días
siguientes, el hijo se percató de que su madre estaba permanentemente sentada
frente a la imagen del Santo de Pietrelcina. Charlaba con la talla como si de una
persona se tratase.
Dos
semanas después, Lucrecia, acompañada por su hijo, acudió al hospital para
realizarse una prueba. Pero para sorpresa y estupor de médicos, y de ellos
mismos, el cáncer terminal que sufría esta mujer rumana había desaparecido
completamente. Ella había pedido la intercesión del Padre Pío y éste había
respondido.
Este
hecho sobrecogió a toda la familia, empezando por el hijo sacerdote
ortodoxo, Víctor: «La curación milagrosa de mi madre, realizada por el Padre
Pío en favor de una mujer ortodoxa, me llamó la atención».
Los
hechos siguientes se han sucedido en cadena, no sin serias dificultades, en
cuya solución han seguido viendo la intervención ante el Señor del Capuchino de
Pietrelcina. La atención que había despertado esta curación milagrosa de su madre
llevó al padre Víctor a interesarse por la vida del Padre Pío, y algo comenzó a
cambiar en él. Contó el milagro de su madre a sus parroquianos, que quedaron
admirados, pues la madre de Víctor era bien conocida por ellos. En la parroquia
se empezó a conocer y a amar al Padre Pío: «Leíamos todo lo que
encontrábamos sobre él; su santidad nos conquistaba». Otros enfermos de la
parroquia recibieron también gracias extraordinarias del Padre Pío.
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Padre Víctor Tudor y sus parroquianos |
Empezaba
a surgir un problema en la comunidad parroquial, pues seguían siendo ortodoxos
y eran devotos de un santo católico. La decisión fue unánime: el padre Víctor y
su parroquia con casi 350 personas decidieron hacerse católicos. Hoy pertenecen
al rito greco-católico de Rumania. Pero, al igual que el Padre Pío vivió
numerosas dificultades, ellos también habrían de experimentarlas a la hora de
vivir su nueva fe, pues la conversión en este país ortodoxo con pasado
comunista era bastante compleja. Problemas con los políticos, la policía…
Siendo
honrados, sabían que el templo no les pertenecía, y no se desanimaron. Pese a
las trabas, decidieron construir una iglesia dedicada al Padre Pío. Los fieles,
en gran medida muy humildes, colaboraron en la construcción. Mientras tanto,
celebraron misa en la calle pese a las gélidas temperaturas invernales. A ello
había que sumar las enormes trabas burocráticas. Pero el templo es ya una
realidad y lo consideran otro milagro del Santo capuchino.
Pero
han querido ir más lejos. Siguiendo los pasos del Santo, y pidiendo su
intercesión, han creado un “pequeño San Giovanni Rotondo” en Rumania, con un
hospital que atiende a enfermos terminales, gente sin recursos y ancianos
abandonados. Las dificultades son enormes y falta el dinero, pero el padre
Víctor y sus parroquianos cuentan con la intercesión del Padre Pío. Hasta ahora
no les ha fallado.
Elías
Cabodevilla Garde