El
Padre Pío de Pietrelcina, que se sabía con una “misión grandísima” que cumplir
en esta tierra, confiada por el Señor, quería, para llevarla a cabo, ser un
padre para todos: «Soy todo de todos y de cada uno. Cada uno puede
decir: "El Padre Pío es mío"».
Más
aún, como no podía llegar a todos con su palabra, acudía a modos de hacerlo que
nos dejan boquiabiertos; por ejemplo, pedir ayuda al Ángel Custodio. Esto es lo
que escribió a su director espiritual, el padre Agustín de San Marco in Lamis,
el día 1 de mayo de 1912: «Quisiera tener
una voz muy fuerte para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la
Virgen María. Pero, porque esto no lo tengo a mi alcance, he pedido, y seguiré
pidiendo, a mi Angelito custodio que lo haga él de mi parte».
Fueron
muchos los instrumentos de los que se sirvió el Señor para dar a conocer al
mundo al que, en frase del Papa Benedicto XV, fue, -y es en la actualidad- «uno de esos hombres extraordinarios que el
Señor envía de vez en cuando a la Tierra para convertir a los hombres».
Instrumentos
eficaces fueron los Capuchinos, que, salvo raras y dolorosas excepciones,
supieron descubrir y apreciar la vida santa y entregada al bien de los
hermanos de su cohermano de Pietrelcina. Muchos de ellos, para satisfacer su
legítimo deseo de encontrarse con el “crucificado del Gárgano”, acudían a
métodos sencillos, como organizar grupos que peregrinaban a San Giovanni
Rotondo, a los que lógicamente tenían que
acompañar. Tuvieron un papel especial los Obispos capuchinos que, aprovechaban,
bien la “visita ad limina”, que cada
cinco años hacen los Obispos al Papa, bien su estancia en Roma durante el
Concilio Vaticano II, para visitar al Fraile de Pietrelcina y que luego compartían
con los fieles de sus Diócesis lo que habían encontrado en él.
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También hoy
el Padre Pío se da a conocer en el mundo por medio de los Capuchinos. Siempre
con el mismo objetivo: «Hacer más ruido
después de muerto que en vida». Es decir: atraer a más personas hacia
Cristo después de su muerte que lo que consiguió en vida.
Los
Capuchinos de Colombia han dedicado parte de este mes de julio, que ya termina,
a conocer con más detalle la vida y las obras del Padre Pío y a profundizar en
su rica espiritualidad, a la que ya se habían acercado de muchos modos. Muchos
de ellos también visitando los “Lugares del Padre Pío”, y algunos incluso
colaborando uno o más años en la atención espiritual de los peregrinos que a
diario llegan a San Giovanni Rotondo. Primero, en los días l al 5, organizando
los Retiros Espirituales anuales “a la luz de la espiritualidad del Padre Pío”.
Después, ofreciendo esa espiritualidad del Padre Pío a los jóvenes que se
preparan para formar parte de la Orden capuchina: en el Postulantado de Pasto y
en el Noviciado de Tabio.
Pero los
Capuchinos de Colombia no se han olvidado de las personas con las que comparten
su mismo espiritualidad, como la “Orden Franciscana Seglar”, ni de las que
atienden en las parroquias, en los grupos de formación y de apostolado, en sus
centros de formación…, ni de aquellas a las que es posible llegar por los
medios de comunicación social.
"Acólitos del Padre Pío" en la parroquia atendida por los Capuchinos en Túquerres |
Elías
Cabodevilla Garde