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miércoles, 10 de julio de 2013

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (2).



El Padre Pío, para cumplir la “misión grandísima” que le confió el Señor, se sirvió de muchos y muy variados medios. Pero, como indiqué en mi escrito anterior de esta etiqueta de la página web, es útil conocer «las motivaciones que urgían al Capuchino de Pietrelcina a la intensísima labor apostólica que realizó a lo largo de su larga vida de 81 años».
Las motivaciones del Padre Pío las podemos resumir en dos, y las tenemos en las palabras que escribió a su Director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis, el 20 de noviembre de 1921: «Todo se resume en esto: Estoy devorado por el amor a Dios y el amor a los hermanos».
1ª. «Devorado por el amor a Dios». ¿Qué exigía esto al Padre Pío?
- La enseñanza de Jesús es muy clara: Amamos a Dios cuando aceptamos con amor su voluntad y la hacemos realidad en nuestra vida diaria. El Padre Pío, no sólo aprendió muy bien esta enseñanza de Jesús y la practicó con admirable generosidad, sino que la repetía a los fieles con insistencia. Un ejemplo: Al que le preguntó qué tenía que hacer para ser mejor cristiano -en otras palabras: para amar más a Dios-, le respondió: «Cumple mejor la voluntad de Dios; cúmplela con más amor; cúmplela con una intención más recta».
- El Padre Pío era muy consciente de que la voluntad de Dios para él, al igual que para los demás cristianos, porque brota del bautismo, era la que él proponía con frecuencia con estas palabras: «Recordemos que el Corazón de Jesús nos ha llamado, no sólo para nuestra santificación, sino también para la santificación de otras almas. El quiere ser ayudado en la salvación de las almas».
- Pero el Señor había manifestado su voluntad al Padre Pío de un modo más directo y personal. En una carta de noviembre de 1922, dirigida a su hija espiritual Nina Campanile, el Fraile capuchino le dice: «Oigo en mi interior una voz que me pide insistentemente: “santifícate y santifica”». Si de la santidad personal, a la que le llamaba el “santifícate”, siempre fluye el bien para los demás, el “santifica” le pedía dedicarse en cuerpo y alma a los demás, para ofrecerles el Reino de Dios, con todos los dones que encierra.
- Esa voluntad de Dios, que quería al Padre Pío al servicio de los hombres, ya se le había manifestado cuando, a la edad de 15-16 años, se preparaba como novicio para profesar en la Orden capuchina. Lo dice en la carta que acabo de citar: «Pero tú (Señor) que me escondiste a los ojos de todos, ya desde entonces habías confiado a tu hijo una misión grandísima, misión que sólo y tú yo conocemos». Misión que, como todas las confiadas por el Señor, tiene como objetivo el bien de los hombres.
- Si, para todo el que quiere amar a Dios, el cumplimiento de la voluntad divina es condición indispensable, ¿cómo no lo iba a ser para quien puede afirmar que está «devorado por el amor a Dios»?
2ª.  «Devorado por el amor al prójimo». ¿A qué impulsó esto al Fraile capuchino?
- También aquí la enseñanza de Jesús es muy clara. En la historia del hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto, el que amó de verdad al medio muerto no fueron ni el sacerdote ni el levita, que, al verlo, dieron un rodeo y pasaron de largo, sino el samaritano que, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura lo llevó a la posada y lo cuidó; y, sacando dos denarios, se los dio al posadero, encargándole que lo cuidara hasta su regreso, prometiéndole pagarle lo que gastara de más.
- El Padre Pío descubrió sin dificultad que el samaritano de esta historia es, ante todo, el que la contó: Jesús, el Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María. Buen samaritano para todos, porque, como escribió el apóstol San Pedro de Jesús: «Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo».
- Si el que amó a los hombres hasta el extremo, Jesús, lo manifestó anunciándoles el Evangelio, curando a los enfermos, consolando a los tristes, acogiendo a los niños, llamando a la conversión a los pecadores y ofreciéndoles el perdón de sus pecados…, entregando su vida para que todos tengamos vida y vida abundante, el Padre Pío, «devorado por el amor al prójimo», no podía actuar de otro modo. Lo manifestó con claridad, como aparecerá en los escritos siguientes de esta etiqueta de la página web.
Elías Cabodevilla Garde

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