El Padre Pío, para cumplir la “misión grandísima”
que le confió el Señor, se sirvió de muchos y muy variados medios. Pero, como
indiqué en mi escrito anterior de esta etiqueta de la página web, es útil
conocer «las motivaciones que urgían al Capuchino de Pietrelcina a la
intensísima labor apostólica que realizó a lo largo de su larga vida de 81 años».
Las motivaciones del Padre Pío las podemos resumir
en dos, y las tenemos en las palabras que escribió a su Director espiritual, el
padre Benedicto de San Marco in Lamis, el 20 de noviembre de 1921: «Todo se
resume en esto: Estoy devorado por el amor a Dios y el amor a los hermanos».
1ª. «Devorado por el amor a Dios». ¿Qué exigía esto
al Padre Pío?
- La enseñanza de Jesús es muy clara: Amamos a Dios
cuando aceptamos con amor su voluntad y la hacemos realidad en nuestra vida
diaria. El Padre Pío, no sólo aprendió muy bien esta enseñanza de Jesús y la
practicó con admirable generosidad, sino que la repetía a los fieles con insistencia.
Un ejemplo: Al que le preguntó qué tenía que hacer para ser mejor cristiano -en
otras palabras: para amar más a Dios-, le respondió: «Cumple mejor la voluntad
de Dios; cúmplela con más amor; cúmplela con una intención más recta».
- El Padre Pío era muy consciente de que la voluntad
de Dios para él, al igual que para los demás cristianos, porque brota del bautismo,
era la que él proponía con frecuencia con estas palabras: «Recordemos
que el Corazón de Jesús nos ha llamado, no sólo para nuestra santificación,
sino también para la santificación de otras almas. El quiere ser ayudado en la
salvación de las almas».
- Pero el Señor había manifestado su voluntad al
Padre Pío de un modo más directo y personal. En una carta de noviembre de 1922,
dirigida a su hija espiritual Nina Campanile, el Fraile capuchino le dice:
«Oigo en mi interior una voz que me pide insistentemente: “santifícate y
santifica”». Si de la santidad personal, a la que le llamaba el “santifícate”,
siempre fluye el bien para los demás, el “santifica” le pedía dedicarse en
cuerpo y alma a los demás, para ofrecerles el Reino de Dios, con todos los
dones que encierra.
- Esa voluntad de Dios, que quería al Padre Pío al
servicio de los hombres, ya se le había manifestado cuando, a la edad de 15-16
años, se preparaba como novicio para profesar en la Orden capuchina. Lo dice en
la carta que acabo de citar: «Pero tú (Señor) que me escondiste a los ojos de
todos, ya desde entonces habías confiado a tu hijo una misión grandísima, misión
que sólo y tú yo conocemos». Misión que, como todas las confiadas por el Señor,
tiene como objetivo el bien de los hombres.
- Si, para todo el que quiere amar a Dios, el
cumplimiento de la voluntad divina es condición indispensable, ¿cómo no lo iba
a ser para quien puede afirmar que está «devorado por el amor a Dios»?
2ª. «Devorado
por el amor al prójimo». ¿A qué impulsó esto al Fraile capuchino?
- También aquí la enseñanza de Jesús es muy clara.
En la historia del hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en
manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon,
dejándolo medio muerto, el que amó de verdad al medio muerto no fueron ni
el sacerdote ni el levita, que, al verlo, dieron un rodeo y pasaron de largo,
sino el samaritano que, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las
heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura lo
llevó a la posada y lo cuidó; y, sacando dos denarios, se los dio al posadero,
encargándole que lo cuidara hasta su regreso, prometiéndole pagarle lo que
gastara de más.
- El Padre Pío descubrió sin dificultad que el
samaritano de esta historia es, ante todo, el que la contó: Jesús, el Hijo de
Dios e Hijo de la Virgen María. Buen samaritano para todos, porque, como escribió
el apóstol San Pedro de Jesús: «Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos
por el diablo».
- Si el que amó a los hombres hasta el extremo, Jesús,
lo manifestó anunciándoles el Evangelio, curando a los enfermos, consolando a
los tristes, acogiendo a los niños, llamando a la conversión a los pecadores y
ofreciéndoles el perdón de sus pecados…, entregando su vida para que todos
tengamos vida y vida abundante, el Padre Pío, «devorado por el amor al
prójimo», no podía actuar de otro modo. Lo manifestó con claridad, como
aparecerá en los escritos siguientes de esta etiqueta de la página web.
Elías
Cabodevilla Garde
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