Un hombre de Dios al servicio de los hombres

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Archive for julio 2013

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (6)


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Como Jesús, enviado al mundo por el amor de Dios.

Jesús, el Hijo unigénito de Dios, vino al mundo, enviado por el amor de Dios, para que el mundo se salve por él: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Jn 3,16).
Esta buena noticia del Evangelio de San Juan la encontramos repetida en la Primera Carta de las que atribuimos al apóstol. «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él… nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados» (1Jn 4, 9-10).
Fueron muchos los que descubrieron en Jesús el gran regalo del amor de Dios; no todos. Ante un mismo hecho obrado por Jesús: la curación de un endemoniado ciego y mudo, los más miopes fueron los fariseos: «Los fariseos dijeron: “Este expulsa los demonios con el poder de Belzebú, príncipe de los demonios”» (Mt 12, 24); los más avispados, la gente sencilla: «Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros” y “Dios ha visitado a su pueblo”» (Mt 12, 23).
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Del Padre Pío de Pietrelcina dijo el Papa Benedicto XV: «El Padre Pío es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para convertir a los hombres». Palabras, sin duda, proféticas, pues Benedicto XV murió en enero de 1921, cuando la acción salvadora de Dios por medio del Padre Pío estaba todavía en los inicios.
A su Hijo Unigénito Dios lo envió al mundo «cuando llegó la plenitud del tiempo» (Gál 4, 4). Al Padre Pío, nacido el 25 de mayo de 1887, lo envió en un siglo, el siglo XX, sacudido por profundos cambios ideológicos, sociales y religiosos, y convulsionado por la tragedia fratricida de dos guerras mundiales. Como consecuencia, un mundo muy necesitado de hombres de Dios, de intercesores ante el Señor, de víctimas por los pecados de los hombres, de ministros del perdón divino, de promotores de paz y de reconciliación, de sembradores de esperanza y de consuelo, de personas-brújula que señalen destinos dignos del hombre, de modelos de conducta…
También al Padre Pío, como a Jesús veinte siglos antes, muchos lo vieron como un hermoso regalo del amor de Dios a los hombres. Pienso que el primero en verse así fue el Padre Pío. Ante todo, porque era consciente de que el Señor le había confiado una “misión grandísima” en favor de los hombres, como manifiesta en una carta de noviembre de 1922. También, porque, como indica en ese mismo escrito, escuchaba «en su interior una voz que repetidamente me dice: santifícate y santifica». Y, sobre todo, porque éste es un contenido elemental de nuestra fe. ¿Qué creyente, mínimamente formado, ignora los dones que el Señor ofrece a los hombres por medio de los sacerdotes, sobre todo en los sacramentos, por ejemplo en la confesión? Y la realidad que vivía el Padre Pío era la que comunicó al padre Agustín el 29 de julio de 1918: «Me falta tiempo material. Las horas de la mañana las paso casi todas escuchando confesiones»; y, un año más tarde, el 14 de junio de 1919: «Vienen incontables personas de toda clase, de ambos sexos, con el solo objetivo de confesarse… Se dan espléndidas conversiones». Una realidad en continuo aumento hasta el día mismo de la muerte del Fraile capuchino. ¿Cómo no iba a ver ahí el Padre Pío el amor de Dios, que se derramaba con generosidad a través de su ministerio de confesor; él que escribió a Annita Rodote el 29 de enero de 1915: «Soy un instrumento en las divinas manos, que sólo consigue hacer algo útil si es manejado por el artífice divino. Dejado a mí mismo, no sé hacer otra cosa que pecados… y más pecados»?
Casi todos los llamados a testimoniar en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina” vieron al Padre Pío como un hombre de Dios al servicio de los hombres; por lo mismo, regalo al mundo del amor misericordioso de Dios. Por ejemplo, don Pierino Galeone que, al relatar su primer encuentro con el Padre Pío en el año 1947, cuando era joven seminarista, afirmó: «Apenas me encontré con el Padre, tuve la inmediata impresión de haber encontrado a Jesús vivo en un hombre, más que un santo». O fray Modestino Fucci, que lo describió como «Un hombre pobre pero rico de la gracia de Dios, despojado de todo, incluso de sí mismo, para enriquecer a los demás». El padre Agustín, director espiritual y confesor del Padre Pío durante muchos años, escribió en su “Diario”  el 22 de octubre de 1959: «Parece, mejor se puede afirmar, que el Padre Pío es un permanente milagro de la divina Providencia».
Y, como en el caso de Jesús, la preeminencia la tenemos que dar a las multitudes que, a diario, mucho más desde que se propagó la noticia de los estigmas del Crucificado en su cuerpo, acudían a San Giovanni Rotondo para ver al Padre Pío, para rezar con él, para escuchar sus mensajes, para participar en la misa celebrada por él, para confesarse con él, si resultaba posible, para… Ellos, hombres y mujeres, de todas las clases sociales y de los cinco continentes, con sencillez, sin palabras, proclaman, como los del Evangelio que he citado: «Dios ha visitado a su pueblo».
Y también aquí, como en el caso de Jesús, los miopes para descubrir en el Padre Pío un regalo del amor de Dios fueron “hombres de Iglesia”: cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos... Llegaron a decir que era un impostor que se autolesionaba para presentarse con las estigmas del Crucificado, que usaba perfumes y que hacía creer a la gente que eran “sobrenaturales”…
Lo triste es que todavía hoy, aunque sean casos aislados, hay obispos, sacerdotes y religiosos que se niegan a autorizar, allí donde les corresponde, todo lo que haga referencia al Padre Pío: una estatua del Santo, un Grupo de Oración del Padre Pío, un conferencia sobre su espiritualidad… Y lo hermoso es que aumenta en todo el mundo la devoción al que Juan Pablo II llamó “humilde y amado Pío”; devoción que no se orienta, como piensan algunos, a “la caza de milagros”, sino que impulsa a la renovación personal en el seguimiento de Cristo y a ser, en medio del mundo, como pedía el Santo, «levadura de Evangelio y faros de amor».
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Porque el Padre Pío, como Jesús, fue enviado al mundo por el amor de Dios; porque, como Jesús, fue y sigue siendo un hermoso regalo del amor divino a los hombres, puede ser llamado, con y como fray Modestino, “fotocopia de Cristo”.

Elías Cabodevilla Garde

Julio: día 28 a agosto: día 3.


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28.  La vanagloria es un enemigo que acecha sobre todo a las almas que se han consagrado al Señor y que se han entregado a la vida espiritual; y, por eso, puede ser llamada con toda razón la tiña del alma que tiende a la perfección. Ha sido llamada con acierto por los santos carcoma de la santidad (Epist.I, p.396).

29.  Haz que no perturbe a tu alma el triste espectáculo de la injusticia humana; también ésta, en la economía de las cosas, tiene su valor (MC, 13).

30.  El Señor, para halagarnos, nos regala muchas gracias, y nosotros creemos tocar el cielo con la mano. Por el contrario, ignoramos que para crecer tenemos necesidad de pan duro; es decir, necesitamos cruces, pruebas, contradicciones (FSP, 86).

31.  Los corazones fuertes y generosos no se afligen más que por graves motivos, e incluso estos motivos no logran penetrar en lo íntimo de su ser (MC, 57).

1. El Señor nos descubre que a veces somos poca cosa. En verdad, me resulta inconcebible que uno que tenga inteligencia y conciencia, pueda enorgullecerse (GB, 57).

2.  Os digo, además, que améis vuestra bajeza; y amar la propia bajeza, hijas mías, consiste en esto: si sois humildes, pacíficas, dulces, y mantenéis la confianza en los momentos de obscuridad y de impotencia, si no os inquietáis, no os angustiáis, no perdéis la paz por nada, sino que abrazáis estas cruces cordialmente –no digo precisamente con alegría sino con decisión y constancia- y permanecéis firmes en estas tinieblas..., actuando así, amaréis vuestra bajeza, porque ¿qué es ser objeto de bajeza sino estar en la obscuridad y en la impotencia? (Epist.III, p.566).

3.  Pidamos también nosotros a nuestro querido Jesús la humildad, la confianza y la fe de nuestra querida santa Clara; como ella, oremos fervorosamente a Jesús, entregándonos a él y alejándonos de los artilugios engañosos del mundo en el que todo es locura y vanidad. Todo pasa, sólo Dios permanece para el alma, si ésta ha sabido amarle de verdad (Epist.III, p.1092).

 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde


Sigue dándose a conocer… para atraer a más personas a Cristo.


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El Padre Pío de Pietrelcina, que se sabía con una “misión grandísima” que cumplir en esta tierra, confiada por el Señor, quería, para llevarla a cabo, ser un padre para todos: «Soy todo de todos y de cada uno. Cada uno puede decir: "El Padre Pío es mío"».
Más aún, como no podía llegar a todos con su palabra, acudía a modos de hacerlo que nos dejan boquiabiertos; por ejemplo, pedir ayuda al Ángel Custodio. Esto es lo que escribió a su director espiritual, el padre Agustín de San Marco in Lamis, el día 1 de mayo de 1912: «Quisiera tener una voz muy fuerte para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la Virgen María. Pero, porque esto no lo tengo a mi alcance, he pedido, y seguiré pidiendo, a mi Angelito custodio que lo haga él de mi parte».
Fueron muchos los instrumentos de los que se sirvió el Señor para dar a conocer al mundo al que, en frase del Papa Benedicto XV, fue, -y es en la actualidad- «uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la Tierra para convertir a los hombres».
Instrumentos eficaces fueron los Capuchinos, que, salvo raras y dolorosas excepciones, supieron descubrir y apreciar la vida santa y entregada al bien de los hermanos de su cohermano de Pietrelcina. Muchos de ellos, para satisfacer su legítimo deseo de encontrarse con el “crucificado del Gárgano”, acudían a métodos sencillos, como organizar grupos que peregrinaban a San Giovanni Rotondo, a los que lógicamente  tenían que acompañar. Tuvieron un papel especial los Obispos capuchinos que, aprovechaban, bien la “visita ad limina”, que cada cinco años hacen los Obispos al Papa, bien su estancia en Roma durante el Concilio Vaticano II, para visitar al Fraile de Pietrelcina y que luego compartían con los fieles de sus Diócesis lo que habían encontrado en él. 
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También hoy el Padre Pío se da a conocer en el mundo por medio de los Capuchinos. Siempre con el mismo objetivo: «Hacer más ruido después de muerto que en vida». Es decir: atraer a más personas hacia Cristo después de su muerte que lo que consiguió en vida.
Los Capuchinos de Colombia han dedicado parte de este mes de julio, que ya termina, a conocer con más detalle la vida y las obras del Padre Pío y a profundizar en su rica espiritualidad, a la que ya se habían acercado de muchos modos. Muchos de ellos también visitando los “Lugares del Padre Pío”, y algunos incluso colaborando uno o más años en la atención espiritual de los peregrinos que a diario llegan a San Giovanni Rotondo. Primero, en los días l al 5, organizando los Retiros Espirituales anuales “a la luz de la espiritualidad del Padre Pío”. Después, ofreciendo esa espiritualidad del Padre Pío a los jóvenes que se preparan para formar parte de la Orden capuchina: en el Postulantado de Pasto y en el Noviciado de Tabio.
Pero los Capuchinos de Colombia no se han olvidado de las personas con las que comparten su mismo espiritualidad, como la “Orden Franciscana Seglar”, ni de las que atienden en las parroquias, en los grupos de formación y de apostolado, en sus centros de formación…, ni de aquellas a las que es posible llegar por los medios de comunicación social.
"Acólitos del Padre Pío" en la parroquia atendida por los Capuchinos en Túquerres
Si han sido para mí muy gratos -y espiritualmente muy estimulantes- los encuentros “píos” que he tenido con los Capuchinos de Colombia y con los que se preparan para serlo, también recuerdo con agrado, y con gratitud al Señor, las oportunidades que me han ofrecido para presentar la vida y la espiritualidad del Padre Pío en las parroquias e iglesias de culto que ellos atienden en Barranquilla, en Pasto, en Túquerres, en Tabio, en Bogotá; en la Institución Universitaria Cesmac; a la “Orden Franciscana Seglar” de Pasto, de Tabio y de Bogotá; a las Comunidades de “Servidores del Servidor” de Barranquilla y de Bogotá; en la cadena de televisión “Global TV” y en la emisora de radio “Ecos de Pasto” de Pasto…
Elías Cabodevilla Garde

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (3).


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El Padre Pío, urgido por el amor a Dios y por el amor al prójimo, como señalé en el escrito anterior de esta etiqueta de la página web, se entregó de lleno a cumplir la “misión grandísima” que el Señor le había confiado. Lo hizo de muchos modos. Uno de ellos fue la oración. Tanto que Juan Pablo II, en la homilía de la canonización del Santo, el 16 de junio del 2002, pudo decir: «La razón última de la eficacia apostólica del Padre Pío, la raíz profunda de tan gran fecundidad espiritual, se encuentra en la íntima y constante unión con Dios, de la que eran elocuentes testimonios las largas horas pasadas en oración».
- El valor de la oración en favor de los demás el Padre Pío lo aprendió en el Evangelio. Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, nos lo enseña con sus palabras y con su ejemplo. En el Padrenuestro, nos invita a pedir a Dios Padre para todos: que nos enriquezca con los bienes de su Reino, que hagamos su voluntad en la tierra como se hace en el cielo, que perdone nuestras ofensas, que no nos deje caer en la tentación, que nos libre del mal... Jesús nos pide además que roguemos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies, para que siembren en todas partes la buena semilla de la Palabra y la cuiden para que dé el fruto del ciento por uno. Y su oración al Padre desde lo alto de la cruz nos queda como ejemplo permanente de lo que hemos de suplicar a Dios para los que le ofenden con el pecado: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
- El librito “Buenos días… (Un pensamiento para cada día del año)”, nos ofrece, para el día 12 de febrero, este mensaje del Padre Pío: «Salvar las almas orando siempre». Es esto lo que hacía el Capuchino de Pietrelcina: «Las oraciones que tú me pides, no te faltan nunca, porque no puedo olvidarme de ti que me cuestas tantos sacrificios. Te he dado a luz a la vida de Dios con el dolor más intenso del corazón». Y es lo que aconsejaba y pedía a los demás: «Rogad por los malos, rogad por los fervorosos, rogad por el Sumo Pontífice y por todas las necesidades espirituales y materiales de la santa Iglesia, nuestra tiernísima madre, y elevad una súplica especial por todos los que trabajan por la salvación de las almas y por la gloria del Padre celestial».
- Al parecer, el Señor quiso dar un poder de impetración muy especial  a la oración del Padre Pío en favor de los demás, pues esto es lo que el Fraile capuchino escribió a su director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis, el 26 de marzo de 1914: «En cuanto me pongo a orar, inmediatamente siento mi corazón como invadido por una llama de un vivo amor... Es una llama delicada y muy dulce, que consume y no causa ninguna pena»; y unos meses antes, el 1 de noviembre de 1913: «Lo que sí sé decir de esta oración es que me parece que el alma se pierde totalmente en Dios... Otras muchas veces me siento impelido por un ímpetu muy vehemente; siento que Dios me aprieta, me parece que voy a morir. Todo esto nace... de una llama interior y de un amor excesivo que, si Dios no acudiese en mi ayuda en seguida, me consumiría».
- Más sorprendente si cabe, incluso para el mismo Padre Pío, es lo que escribió al padre Benedicto el 20 de diciembre de 1913: «Mire qué fenómeno tan curioso se va dando en mí desde hace algún tiempo, aunque no me preocupa mucho. En la oración me sucede que me olvido de orar por aquellos que me habían pedido oraciones e incluso de aquellos por los que tenía intención de orar… Y a veces, estando en oración, me siento impulsado a orar por los que no había pensado orar y, lo que es más maravilloso, a favor de aquellos que nunca he conocido, ni oído, ni visto, ni me lo han pedido ni siquiera por medio de otros. Y el Señor, antes o después, atiende siempre estas súplicas».
- El Padre Pío, también para responder a estos dones misteriosos del Señor, no cesaba de pedir y suplicar por los demás, aunque esto le supusiera olvidarse de sí mismo. Lo escribe a su segundo director espiritual, el padre Agustín de San Marco in Lamis, el 16 de febrero de 1915: «Si el orar por los demás no incluyese también el pedir por uno mismo, la más olvidada sería mi alma; y esto, no porque no se reconozca necesitada de los divinos auxilios, sino porque le faltaría tiempo material para presentar al Señor sus necesidades. Parece imposible; y sin embargo esto es lo que me sucede de ordinario».
- Y las súplicas más vehementes del Fraile capuchino al Señor las elevaba con insistencia, en largas horas de oración por la noche, cuando había negado la absolución a alguno de los penitentes que, sin las disposiciones adecuadas, se había acercado a él para celebrar la confesión. Lo escribe al padre Benedicto el 20 de noviembre de 1921: «¿Y por los hermanos? ¡Ay de mí! Cuántas veces, por no decir siempre, me toca decir a Dios juez, con Moisés: O perdonas a este pueblo o bórrame del libro de la vida».
Elías Cabodevilla Garde

Julio: días 21 al 27.


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21.  Recuerda que el gozne sobre el que gira la perfección es el amor; quien vive del amor vive en Dios, porque Dios es amor, como dijo el Apóstol (AdFP, 554).

22.  Bendigo al buen Dios por los santos sentimientos que te da su gracia. Haces bien en no comenzar nunca una obra sin implorar antes la ayuda divina. Esto te obtendrá el don de la santa perseverancia (Epist.III, p.456).

23.  Sufro y sufro mucho; pero, gracias al buen Jesús, tengo todavía un poco de fuerza; ¿y de qué no es capaz la criatura cuando tiene la ayuda del buen Jesús? (Epist.I, p.303).

24.  Lucha, hija, con valentía, si ambicionas conseguir la recompensa de las almas fuertes (Epist.III, p.405).

25.  No os neguéis de ningún modo y por ningún motivo a practicar la caridad con todos; más aún, si se os presentan ocasiones propicias, ofrecerla vosotros mismos. Mucho agrada esto al Señor y mucho os debéis esforzar por hacerlo (Epist.I, p.1213).

26.  Debes tener siempre prudencia y amor. La prudencia pone los ojos, el amor pone las piernas. El amor, que pone las piernas, querría correr a Dios, pero su impulso para lanzarse hacia él es ciego y podría tropezar en ocasiones si no estuviese guiado por la prudencia que pone los ojos. La prudencia, cuando ve que el amor puede ser desenfrenado, le presta los ojos (CE, 17).

27.  La sencillez es una virtud, pero hasta cierto punto. No le debe faltar nunca la prudencia; la picardía y la socarronería, por el contrario, son siempre diabólicas y causan mucho daño (AdFP, 391).
 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

Sigue formando en la fe a los niños.


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El Padre Pío de Pietrelcina, quizás sin decirlo con palabras, actuaba igual que Jesús, cuando ordenó a los apóstoles: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios». Su preocupación por los niños, que la expresaba con cariño especial al visitar el hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, promovido por él en San Giovanni Rotondo, al detenerse con los niños enfermos, animarles a superar la enfermedad, regalarles caramelos…, el Padre Pío la orientaba sobre todo a que crecieran en la fe y progresaran en el amor a Jesús y a los demás. Más aún, no dejaba de estimular a los padres en su misión de educar a los hijos, y respondía afirmativamente a los que le preguntaban si le parecía bien que se dedicaran a dar la catequesis a los niños y jóvenes.
- Así aconsejaba el Padre Pío a una madre de familia: «Ponga en solo Dios todas sus preocupaciones, pues él tiene cuidado especialísimo de usted y de esos tres angelitos de hijos con que la ha querido adornar… Preocúpese siempre de su educación, no tanto científica cuanto moral. Téngalos en su corazón y quiéralos más que a las niñas de sus ojos. A la educación de la mente, mediante buenos estudios, procure unir siempre la educación del corazón y de nuestra santa religión; aquélla sin ésta, mi buena señora, causa una herida mortal al corazón humano».
- Y ésta fue la respuesta del Fraile de Pietrelcina a quien le preguntaba si debía colaborar en la catequesis a los niños: «Sí, bendigo de corazón la obra de dar catequesis a los niños, que son las florecillas predilectas de Jesús».
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¿Qué hace hoy el Padre Pío? Esta información me llega de Nicaragua, de una joven, Lissette Oporta, muy devota del Padre Pío, que, por amor al Padre Pío, colabora intensamente en las actividades del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes de Managua y que, desde hace unas semanas, atiende todos los miércoles a un grupo de niños, de 4 a 9 años, en locales del Santuario. Al igual que la otra catequista, que atiende a los niños de 10 años en adelante, busca dos cosas: la formación progresiva de los niños en la fe y en los valores humanos que la fe implica, y que crezca en los niños su amor y devoción a la Virgen María, a la sombra de ese santuario mariano.
Bajo la orientación y guía del Rector del Santuario, el Padre Camilo, éste está siendo el modo de actuar de las catequistas: «La manera en que desarrollamos la clase es leer un capítulo de la “Biblia para niños” y, en base a su contenido, además de tratar de educarlos en la fe, también inculcarles los valores. En el capítulo primero del Génesis, por ejemplo, con la lectura de la creación, además de aprender a reconocer a Dios como único Creador y Rey del universo, que aprendan a cuidar y respetar la naturaleza, las plantas, los animales… Y, por supuesto, que reconozcan en ellos mismos y en los demás su dignidad de hijos de Dios. Y, de esa manera, con cada uno de los capítulos de la Biblia que desarrollemos en cada clase».
En la fotografía, Lissette Oporta, que parece que quiere ocultarse, con los niños a los que da la catequesis, el pasado miércoles, día 17 de julio.
Elías Cabodevilla Garde

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (5)


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«Verdadero representante de los estigmas de nuestro Señor» (Pablo VI).

«Con sus heridas fuisteis curados» (1Pe 2, 24), dice el apóstol Pedro, en relación a Cristo. En esas heridas hemos de ver, ante todo, las de la crucifixión en las manos -o en las muñecas- y en los pies de Jesús: «Los soldados, cuando crucificaron a Jesús…» (Jn 19, 23), y la causada por la lanza del soldado: «Al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado» (Jn 19, 33-34). Son las heridas que el apóstol Tomás exigió ver y tocar para poder creer: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto en la mano en su costado, no lo creo» (Jn 20, 25). Son las que Jesús puso ante Tomás para que pudiera llegar a creer: «Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente”» (Jn 20, 27).
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El padre Gerardo Di Flumeri, en el folleto “HOMENAJE A PADRE PIO”, divide la estigmatización del sacerdote capuchino en dos períodos: uno de preparación, que duró desde septiembre de 1910 a septiembre de 1918, en el que los estigmas eran "invisibles" aunque no por eso menos dolorosos; y el segundo, desde el 20 de septiembre de 1918 al 23 de septiembre de 1968, en el que las llagas aparecían visibles, vivas y sangrantes, en sus manos, pies y costado.
A lo largo de esos 50 años, fueron muchos los médicos que, por encargo de los Superiores de la Orden capuchina o de las Autoridades de la Iglesia, examinaron detenidamente las llagas del Padre Pío. Todos certificaron el hecho de unas llagas que, en las manos y en los pies, tenían forma redonda, de unos 2 centímetros de diámetro, y en el costado, forma de cruz, cuya extremidad más larga iba desde la costilla 5ª a la 9ª y la transversal era la mitad en dimensión.
Los doctores más sensatos, como Romanelli y Festa, tuvieron que reconocer que, con sus conocimientos de la medicina, no veían posible una explicación científica convincente para estas llagas.
Los que, como Bignami, defendían que eran fruto de autolesiones o de estados psicológicos enfermizos, nos hicieron a muchos un gran favor. Por ejemplo, al padre Paulino de Casacalenda, que escribe: «En lo que a mi persona se refiere, estoy sumamente agradecido al doctor Bignami porque, sin sus exigencias, no hubiera podido yo ver nunca, tan a mi gusto, las llagas del Padre Pío». El doctor mandó que tres religiosos curaran y vendaran las llagas durante ocho días, sellándolas ante testigos seglares para evitar toda manipulación, y aseguraba que «habrían de desaparecer en quince días». A los encargados de hacerlo, entre ellos el padre Paulino, obligó el Superior provincial a cumplir estas normas en virtud del voto de obediencia y a manifestar el resultado bajo juramento de decir toda la verdad. En su escrito certificaron: «El estado de las llagas, durante los ocho días, ha permanecido idéntico, excepto el último día en el que tomaron color rojo vivo... todas las llagas han manado sangre; el último día más abundante».
Cuando, en junio de 1921, el Visitador enviado por el Vaticano, monseñor Rafael Carlos Rossi, le preguntó: «Qué efectos le producen estos “estigmas”», el Padre Pío respondió: «Dolor, siempre, de modo especial en algunos días, cuando sangran. El dolor es más o menos agudo: en algunos días no puedo resistirlo». Y, al dolor físico se unía otro más doloroso, como confesó a su Director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis: «una confusión y una humillación indescriptible e insostenible». Tanto que, cuando el mencionado Rafael Carlos Rossi, después de haberle preguntado qué era para él el juramento y haberle pedido que respondiera «bajo la santidad de un especial juramento, estando de rodillas y con las manos sobre el Santo Evangelio», le preguntó: «¿Vuestra Paternidad jura sobre el Santo Evangelio no haber procurado, alimentado, cultivado, aumentado, conservado, directa o indirectamente, las señales que lleva en las manos, en los pies y en el pecho?», ésta fue la respuesta del Padre Pío: «Lo juro, por caridad, por caridad. Más bien si el Señor me librase de ellas, ¡cómo le estaría agradecido!».
La respuesta del Padre Pío a esta pregunta que le formuló el citado Visitador apostólico: «¿Vuestra Paternidad sabría explicarme cómo es que hay diferencia entre los signos que hay en sus manos y los de los pies, ya que éstos parecen cicatrizados?», pone fin a un interrogante que se hacían algunos:  «¿Cómo es posible que no coincidan una con otra la descripción de los estigmas del Padre Pío que hacen cada uno de los médicos que los examinaron?». El Capuchino respondió así a monseñor Rossi: «No se mantienen siempre del mismo modo; unas veces son más llamativos y otras lo son menos, sucede que a veces parece que van a desaparecer, pero no desaparecen, y después se renuevan, se reponen. Y esto me sucede con todos los estigmas, sin excluir el del pecho».
La medicina y la psicología no encontraron explicación científica a unas llagas que, durante cincuenta años, estuvieron en las manos, en los pies y en pecho del Padre Pío, sin cerrarse, sin infectarse y manando sangre fresca. Y tampoco supieron darla cuando, con la muerte del Santo, desaparecieron de su cuerpo sin dejar cicatriz alguna. Si las llagas del “crucificado del Gárgano” fueron para los médicos que las examinaron, como ya he indicado antes, un misterio inexplicable científicamente, para algunos periodistas fueron motivo para las hipótesis más absurdas y para muchos, mero objeto de curiosidad. En cambio millones de hombres y de mujeres de los cinco continentes descubrieron en ellas un signo de que el Padre Pío era un hombre de Dios e instrumento elegido por él para ofrecer la salvación a los hermanos.
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También, y de modo muy especial, porque tuvo las llagas del Crucificado en manos, pies y costado, podemos llamar al Padre Pío, como lo hacía fray Modestino, “fotocopia de Cristo”.
Elías Cabodevilla Garde

Julio: días 14 al 20.


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14.  Donde no hay obediencia no hay virtud. Donde no hay virtud no hay bien, no hay amor; y donde no hay amor no está Dios; y sin Dios no se va al paraíso.
Todo esto forma como una escalera; y si falta uno de los peldaños, se viene abajo (AP).

15.  Os conjuro por la mansedumbre de Cristo y por las entrañas misericordiosas del Padre celestial a no perder nunca el entusiasmo en el camino del bien. Corred siempre y no os detengáis nunca, convencidos de que, en este camino, detenerse equivale a volver hacia atrás (Epist.II, p.259).

16.  ¡Me disgusta tanto ver sufrir! No tendría dificultad en atravesarme con un puñal el corazón si de este modo librara a alguien de un disgusto. Sí, esto me resultaría más fácil (T, 121).

17.  Me he disgustado muchísimo al enterarme de que has estado enferma; pero me he alegrado también muchísimo al saber que te vas recuperando, y mucho más, al ver que, con ocasión de tu enfermedad, han reflorecido en vosotras la piedad auténtica y la caridad cristiana (Epist.III, p.1081).

18.  Yo no puedo soportar ni la crítica ni el hablar mal de los hermanos. Es verdad que, a veces, me divierto en zaherirles, pero la murmuración me produce náuseas. Teniendo tantos defectos que criticar en nosotros, ¿para qué perdernos en contra de los hermanos? Y en nosotros, al faltar a la caridad, se corta la raíz del árbol de la vida, con peligro de que se seque (GB, 62).

19.  La caridad es la reina de las virtudes. Del mismo modo que las perlas se mantienen unidas por el hilo, así las virtudes por la caridad. Y así como las perlas se caen si se rompe el hilo, de igual modo, si decrece la caridad, las virtudes desaparecen (CE, 11).

20.  La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos (AdFP, 560).

 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

Sigue impulsando a la vocación franciscano-capuchina.


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El Padre Pío de Pietrelcina, al ser destinado a la fraternidad capuchina de San Giovanni Rotondo (Foggia – Italia) en septiembre de 1916, recibió el encargo de Director espiritual del Seminario que los Capuchinos tenían en aquella población del centro-sur de Italia. Se le confiaba la atención espiritual de unos 30 muchachos, de 12 a 16 años, que eran educados con la esperanza de que, si confirmaban que ésa era su vocación, abrazarían, tras el año del noviciado, la vida religiosa capuchina. Esta encomienda de Director espiritual suponía la formación religiosa de los “fratini”, sobre todo por medio de conferencias sobre los elementos de la vida cristiana, y la atención personal de cada uno de ellos, especialmente en el Sacramento de la confesión.
Cuando este Seminario se trasladó a otro lugar, los jóvenes que se dirigían al convento de Morcone para frecuentar allí el año del noviciado casi siempre pasaban antes por San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío y recibir sus consejos, su palabra de ánimo y su bendición. Hoy muchos de los religiosos de la Provincia capuchina de Foggia llevan con orgullo, en su tarjeta de visita, la fotografía que, en esa ocasión de visitar al Fraile de los estigmas, se sacaron con el Padre Pío.
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¿Qué hace hoy el Padre Pío? La Provincia capuchina de Colombia tiene el Postulantado en la ciudad de Pasto. Es la etapa inicial de la formación para capuchino; a la que sigue el Noviciado, que está ubicado en la pequeña población de Tabio, en la Provincia de Bogotá. De los siete muchachos del Postulantado, algunos han llegado a los Capuchinos, no porque los conocieran, sino porque conocían la vida y la santidad del Padre Pío, se veían atraídos por él y querían vivir su vida cristiana en la misma Orden religiosa en la que la vivió el Capuchino de Pietrelcina.
No sólo eso. En el Postulantado de Pasto, el Padre Pío está muy presente, como modelo y como maestro en el seguimiento de Cristo, sobre todo en las enseñanzas que imparten los formadores. Al parecer, el Padre Pío ha querido animarles a seguir el camino iniciado, sobre todo con el ejemplo de su fidelidad plena a la vocación franciscano-capuchina. En esta semana que termina mañana los 7 jóvenes han dedicado tres días a profundizar en esa espiritualidad del Fraile capuchino. Y sé que, si el Padre Pío pedía oraciones para lograr ser «un hijo menos indigno de San Francisco de Asís y servir de modelo a sus hermanos», ellos han pedido al Padre Pío su intercesión poderosa ante el Señor para alcanzar esas mismas metas. En la fotografía los siete muchachos del Postulantado de Capuchinos de Pasto con sus formadores, los hermanos Miguel Ángel Hernández y Carlos Iván Berrio. En la fotografía está también el que esto escribe, que ha tenido la suerte y la gracia de poder ofrecerles, aunque pobremente, lo vivido por el Padre Pío hasta hace ahora 45 años, pues murió el 23 de septiembre de 1968.
Elías Cabodevilla Garde

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (2).


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El Padre Pío, para cumplir la “misión grandísima” que le confió el Señor, se sirvió de muchos y muy variados medios. Pero, como indiqué en mi escrito anterior de esta etiqueta de la página web, es útil conocer «las motivaciones que urgían al Capuchino de Pietrelcina a la intensísima labor apostólica que realizó a lo largo de su larga vida de 81 años».
Las motivaciones del Padre Pío las podemos resumir en dos, y las tenemos en las palabras que escribió a su Director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis, el 20 de noviembre de 1921: «Todo se resume en esto: Estoy devorado por el amor a Dios y el amor a los hermanos».
1ª. «Devorado por el amor a Dios». ¿Qué exigía esto al Padre Pío?
- La enseñanza de Jesús es muy clara: Amamos a Dios cuando aceptamos con amor su voluntad y la hacemos realidad en nuestra vida diaria. El Padre Pío, no sólo aprendió muy bien esta enseñanza de Jesús y la practicó con admirable generosidad, sino que la repetía a los fieles con insistencia. Un ejemplo: Al que le preguntó qué tenía que hacer para ser mejor cristiano -en otras palabras: para amar más a Dios-, le respondió: «Cumple mejor la voluntad de Dios; cúmplela con más amor; cúmplela con una intención más recta».
- El Padre Pío era muy consciente de que la voluntad de Dios para él, al igual que para los demás cristianos, porque brota del bautismo, era la que él proponía con frecuencia con estas palabras: «Recordemos que el Corazón de Jesús nos ha llamado, no sólo para nuestra santificación, sino también para la santificación de otras almas. El quiere ser ayudado en la salvación de las almas».
- Pero el Señor había manifestado su voluntad al Padre Pío de un modo más directo y personal. En una carta de noviembre de 1922, dirigida a su hija espiritual Nina Campanile, el Fraile capuchino le dice: «Oigo en mi interior una voz que me pide insistentemente: “santifícate y santifica”». Si de la santidad personal, a la que le llamaba el “santifícate”, siempre fluye el bien para los demás, el “santifica” le pedía dedicarse en cuerpo y alma a los demás, para ofrecerles el Reino de Dios, con todos los dones que encierra.
- Esa voluntad de Dios, que quería al Padre Pío al servicio de los hombres, ya se le había manifestado cuando, a la edad de 15-16 años, se preparaba como novicio para profesar en la Orden capuchina. Lo dice en la carta que acabo de citar: «Pero tú (Señor) que me escondiste a los ojos de todos, ya desde entonces habías confiado a tu hijo una misión grandísima, misión que sólo y tú yo conocemos». Misión que, como todas las confiadas por el Señor, tiene como objetivo el bien de los hombres.
- Si, para todo el que quiere amar a Dios, el cumplimiento de la voluntad divina es condición indispensable, ¿cómo no lo iba a ser para quien puede afirmar que está «devorado por el amor a Dios»?
2ª.  «Devorado por el amor al prójimo». ¿A qué impulsó esto al Fraile capuchino?
- También aquí la enseñanza de Jesús es muy clara. En la historia del hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto, el que amó de verdad al medio muerto no fueron ni el sacerdote ni el levita, que, al verlo, dieron un rodeo y pasaron de largo, sino el samaritano que, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura lo llevó a la posada y lo cuidó; y, sacando dos denarios, se los dio al posadero, encargándole que lo cuidara hasta su regreso, prometiéndole pagarle lo que gastara de más.
- El Padre Pío descubrió sin dificultad que el samaritano de esta historia es, ante todo, el que la contó: Jesús, el Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María. Buen samaritano para todos, porque, como escribió el apóstol San Pedro de Jesús: «Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo».
- Si el que amó a los hombres hasta el extremo, Jesús, lo manifestó anunciándoles el Evangelio, curando a los enfermos, consolando a los tristes, acogiendo a los niños, llamando a la conversión a los pecadores y ofreciéndoles el perdón de sus pecados…, entregando su vida para que todos tengamos vida y vida abundante, el Padre Pío, «devorado por el amor al prójimo», no podía actuar de otro modo. Lo manifestó con claridad, como aparecerá en los escritos siguientes de esta etiqueta de la página web.
Elías Cabodevilla Garde

Julio: días 7 al 13.


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7.  El enemigo es demasiado fuerte; y, hechos todos los cálculos, parecería que la victoria tendría que sonreír al enemigo. ¡Ay de mí!, ¿quién me librará de las manos de este enemigo tan fuerte y tan poderoso, que no me deja libre un sólo instante, ni de día ni de noche? ¿Es posible que el Señor permita alguna vez mi caída? Desgraciadamente lo merecería; pero ¿será verdad que la bondad del Padre del cielo sea vencida por mi maldad? Esto jamás, jamás, Padre mío (Epist.I, p.552).

8.  Preferiría ser traspasado por una fría hoja de cuchillo antes que desagradar a alguien (T, 45).

9.  Buscar sí la soledad, pero sin faltar a la caridad con el prójimo (CE, 19).

10.  Es necesario siempre, también al reprender, saber condimentar la corrección con modos corteses y dulces (GB, 34).

11.  Faltar a la caridad es como herir a Dios en la pupila de sus ojos. ¿Hay algo más delicado que la pupila del ojo?
Faltar a la caridad es como pecar contra la naturaleza (AdFP, 555).

12.  La beneficencia, venga de donde viniere, es siempre hija de la misma madre: la providencia (AdFP, 554).

13.  Acuérdate de Jesús, manso y humilde de corazón. El “si os dejáis llevar de la ira que no sea hasta el punto de pecar”, es propio de los santos. Yo jamás me he arrepentido de actuar con dulzura; pero sí he sentido remordimiento de conciencia y me he tenido que confesar cuando he sido un poco duro. Pero, cuando hablo de suavidad, no me refiero a la que deja pasar todo. ¡Esa no! Me refiero a aquélla que, sin ser nunca descuidada, transforma la disciplina en algo dulce (GB, 34).

 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde