23. Si no se te concede el poder detenerte por mucho tiempo en
oración, en lecturas, etc., no debes desanimarte por eso. Mientras tengas a
Jesús sacramentado cada mañana, debes considerarte afortunadísima. Durante el
día, cuando no se te conceda hacer otra cosa, llama a Jesús, incluso en medio
de todas tus ocupaciones, con gemidos resignados del alma; y él vendrá y
permanecerá siempre unido a tu alma por la gracia y por su santo amor. Vuela en
espíritu al sagrario, cuando no puedas ir en persona; y allí expresa tus
ardientes deseos y habla y pide y abraza al Amado de las almas, mejor que si se
te concediese recibirlo sacramentalmente.
24. Sólo Jesús puede comprender cuánta es mi pena cuando se despliega
ante mí la escena dolorosa del Calvario. Es igualmente incomprensible el alivio
que se da a Jesús, no sólo al compartir sus dolores, sino cuando encuentra un
alma que, por su amor, le pide no consuelos sino más bien tomar parte en sus
mismos sufrimientos.
25. Al asistir a la santa misa
renueva tu fe y medita cuál es la víctima que se inmola por ti a la divina
justicia, para aplacarla y volverla propicia.
Cuando estás bien, oyes la misa. Cuando estás mal y no puedes asistir
a ella, entonces la dices.
26. Cada santa misa escuchada con atención y devoción produce en
nuestra alma efectos maravillosos, abundantes gracias espirituales y
materiales, que ni nosotros mismos conocemos. Para conseguir esto, no gastes
inútilmente tu dinero, sacrifícalo y sube hasta aquí para escuchar la santa misa.
El mundo podría subsistir
incluso sin el sol, pero no podría existir sin la santa misa.
27. En estos tiempos tan tristes de fe muerta, en los que triunfa la
impiedad, el medio más seguro para mantenerse libres del terrible mal que nos
rodea, es el de fortalecerse con este alimento eucarístico. Algo que no lo
podrá conseguir aquél que vive meses y meses sin saciarse de la carne
inmaculada del Cordero divino.
28. Termino porque la campana me llama y me invita; y yo me voy al
lagar de la iglesia, al santo altar donde continuamente destila el vino sagrado
de la sangre de aquella uva deliciosa y singular, de la que a sólo unos pocos
afortunados les está permitido embriagarse. Allí -como bien sabéis, no puedo
actuar de otro modo- os presentaré al Padre celestial, en unión de su Hijo, en
quien, por quien y por medio de quien yo soy todo vuestro en el Señor.
29. ¿Veis cuántos desprecios y cuántos sacrilegios se cometen por los
hijos de los hombres contra la humanidad sacrosanta de su Hijo en el sacramento
del Amor? A nosotros nos corresponde, ya que hemos sido elegidos por la bondad
del Señor en su Iglesia, según las palabras de San Pedro, para un sacerdocio
real (1P 2,9), a nosotros nos corresponde, digo, defender el honor de este
mansísimo Cordero, siempre solícito cuando se trata de defender la causa de las
almas, siempre mudo cuando se trata de su propia causa.
(Tomado de BUONA
GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde