30. Jesús mío, salva a todos,
yo me ofrezco como víctima por todos; dame fuerzas, toma este corazón, llénalo
de tu amor y después mándame lo que quieras (AD, 53).
1. Dios no quiere que
experimentes de forma sensible el sentimiento de la fe, esperanza y caridad, ni
que lo disfrutes si no en la medida que se necesita en cada ocasión. ¡Ay de
mí!, ¡qué felices somos al estar tan íntimamente atados por nuestro celeste
tutor! No debemos hacer otra cosa que lo que hacemos, es decir, amar a la
divina providencia y abandonarnos en sus brazos y en su seno.
No, Dios mío, yo no deseo gozo mayor de mi fe, de mi esperanza y de mi
caridad, que el poder decir sinceramente, aunque sea sin gusto y sin sentirlo,
que preferiría morir antes que abandonar estas virtudes (Epist.III, p.421s.).
2. Dame y consérvame aquella fe
viva que me haga crecer y actuar por solo tu amor. Y éste es el primer don que
te ofrezco; y unido a los santos magos, postrado a tus pies, te confieso sin
ningún respeto humano, delante del mundo entero, por nuestro verdadero y único
Dios (Epist.IV, p.884).
3. Bendigo de corazón a Dios
que me ha dado a conocer personas verdaderamente buenas, y porque también a
ellas he anunciado que sus almas son la viña de Dios; la cisterna es la fe; la
torre es la esperanza; el lagar es la santa caridad; la valla es la ley de Dios
que las separa de los hijos del mundo (Epist.III, p.586).
4. La fe viva, la creencia
ciega y la plena adhesión a los que Dios ha dado autoridad sobre ti..., ésta es
la luz que iluminó los pasos del pueblo de Dios en el desierto. Esta es la luz
que brilla siempre en lo más alto de todos los espíritus gratos al Padre. Esta
es la luz que condujo a los magos a adorar al mesías recién nacido. Esta es la
estrella profetizada por Balaam. Esta es la antorcha que guía los pasos de
estos espíritus desolados.
Y esta luz y esta estrella y esta antorcha son también las que
iluminan tu alma, dirigen tus pasos para
que no vaciles, fortifican tu espíritu en el afecto a Dios y (hacen que), sin
que el alma las conozca, se avance siempre hacia el destino eterno.
Tú ni lo ves ni lo entiendes, pero tampoco es necesario. Tú no verás
más que tinieblas, pero no son las tinieblas que envuelven a los hijos de la
perdición, sino las que rodean al Sol eterno. Ten por cierto y cree que este
Sol resplandece en tu alma; y que este Sol es exactamente aquél del que cantó
el vidente de Dios: Y en tu luz veré la
luz (Epist.III, p.400s.).
5. La profesión de fe más bella
es la que sale de tus labios en la obscuridad, en el sacrificio, en el dolor,
en el esfuerzo supremo por buscar decididamente el bien; es la que, como un
rayo, disipa las tinieblas de tu alma; es la que, en el relampaguear de la
tormenta, te levanta y te conduce a Dios (CE, 57).
6. Ejercítate con particular
esmero, hija mía queridísima, en la dulzura y en la sumisión a la voluntad de
Dios, no sólo en las cosas extraordinarias sino también en aquéllas pequeñas
que nos suceden cada día. Hazlo no sólo por la mañana sino también durante el
día y por la tarde, con un espíritu tranquilo y alegre; y, si te sucediese que
caes, humíllate, propóntelo de nuevo, y
después levántate y sigue (Epist.III, p.704).
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da
Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde