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martes, 25 de junio de 2013

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (1)


La biografía de San Pío de Pietrelcina del capuchino español Leandro Sáez de Ocáriz lleva por título: “Pío de Pietrelcina místico y apóstol”. Si al Padre Pío le tenemos que colocar entre los grandes místicos de todos los tiempos, le podemos dar el calificativo de apóstol con no menos razón que a San Pablo, a San Francisco Javier…
El Padre Pío tenía que responder, no ya a la misión apostólica que implica el bautismo, sino a un encargo personal del Señor, recibido en el año del noviciado para capuchino, a la temprana edad de 15-16 años. Lo manifiesta él mismo en una carta de noviembre de 1922 a su hija espiritual Nina Campanile: «Pero tú, (Señor), que me escondiste a los ojos de todos, ya desde entonces habías confiado a tu hijo una misión grandísima, misión que sólo tú y yo conocemos».
En los escritos que iré colgando en esta etiqueta de la página web intentaré presentar las motivaciones que urgían al Capuchino de Pietrelcina a la intensísima labor apostólica que realizó a lo largo de su larga vida de 81 años, los medios que usó en su actividad apostólica, el talante humano y espiritual con el que actuaba en su apostolado…
Como sencilla aproximación al tema, quiero referirme, ya en este momento, aunque sea brevemente, al contenido de las dos palabras que usa el Fraile capuchino: misión grandísima.
- Pienso que a la palabra “misión” no hay que atribuir un sentido diverso del que le damos al hablar de la misión de la Iglesia. Esta misión implica, en pocas palabras: anunciar a los hombres, por los medios adecuados, la buena noticia del Evangelio; ofrecerles, sobre todo por los sacramentos, la salvación que brota de la muerte y resurrección de Cristo; y promover, sobre todo en los bautizados, la caridad hacia Dios y hacia los hermanos. El Padre Pío, al referirse a esta “misión”, usaba, entre otras, estas expresiones: «liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás»; «hacerles participar de la vida del Resucitado»; «poner fin a la ingratitud de los hombres para con Dios, nuestro Sumo Bienhechor»…
- Al adjetivo, en superlativo, “grandísima” sí hay que atribuirle contenidos muy especiales. Aún sabiendo que me muevo en el “misterio”, me atrevo a otorgarle estos tres.
* Misión grandísima por los frutos que produjo, y produce, en las personas en las que Dios actuó, y actúa hoy, por medio del Padre Pío. En las biografías del Padre Pío abundan las conversiones al estilo de la de San Pablo, muy llamativas por la profundidad en el cambio de vida. Son obra del Señor, como recalcaba el Fraile capuchino; pero a través de este instrumento que el Papa Benedicto XV llamó proféticamente: «Uno de esos hombres extraordinarios que Dios envía de vez en cuando al mundo para salvar a los hombres». Podía ser o una palabra de corrección fraterna, o la confesión con él, o la asistencia a su Misa, o la breve orientación espiritual que daba antes del rezo del Ángelus, o una curación milagrosa, o la llegada de un hijo largamente esperado…El libro de José María Zavala “Los milagros desconocidos del Santo de los estigmas” recoge muchas actuaciones del Señor por medio del Padre Pío, después de la muerte de éste. En ninguna de ellas, la persona beneficiada queda como antes: o abandona decididamente los caminos del pecado o de la tibieza, si iba por ellos; o abraza compromisos mucho más exigentes en su vida de piedad y en su entrega al bien de los demás, si ya vivía las exigencias de la vida cristiana.
* Misión grandísima por el número de personas a las que alcanzó y alcanza su actividad apostólica y, además, de los cinco continentes. Al Padre Pío le podemos llamar el “gran misionero”, no porque saliera del reducido entorno de San Giovanni Rotondo, sino porque venían a él, en mayor número conforme se iban divulgando los dones que le regalaba el Señor, hombres y mujeres de todo el mundo y de todas las edades y clases sociales.
* Misión grandísima, finalmente, porque ésta, al parecer, no sólo no terminó con su muerte, sino que, a partir del 23 de septiembre de 1968, adquirió nuevas dimensiones. A las palabras del Padre Pío: «Haré más ruido después de muerto que en vida», respuesta a las del religioso de su fraternidad capuchina que le decía: «¡Cuánto ruido hace usted, Padre Pío!», tenemos que darles este sentido: «Atraeré hacia el Señor a muchos más después de muerto que los que he atraído en vida». Lo que acontece en San Giovanni Rotondo desde el día mismo de la muerte del Padre Pío -se dice que es el segundo lugar católico más visitado del mundo-, la devoción al Fraile capuchino en todo el mundo, el florecimiento constante de nuevos Grupos de Oración del Padre Pío, las obras sociales que surgen por todas partes como respuesta a gracias especiales del Señor por medio del Santo de Pietrelcina…, lo están acreditando. Y, aunque esto es entrar más y más en el “misterio”, personas que tienen la suerte de acompañar espiritualmente a estas “víctimas” dejan escapar informaciones que confirman que es verdad lo manifestado por Don Pierino Galeone en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”: «El Padre Pío me reveló además que había pedido a Jesús y que lo había obtenido, no sólo ser víctima perfecta, sino también víctima perenne, es decir, continuar siendo víctima en sus hijos, con el fin de prolongar su misión de corredentor con Cristo hasta el fin del mundo. Él me dijo y me confirmó que había recibido del Señor la misión de ser víctima y Padre de víctimas hasta el último día».

Elías Cabodevilla Garde

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