La biografía de San Pío de Pietrelcina del capuchino
español Leandro Sáez de Ocáriz lleva por título: “Pío de Pietrelcina místico y apóstol”. Si al Padre Pío le tenemos
que colocar entre los grandes místicos de todos los tiempos, le podemos dar el
calificativo de apóstol con no menos razón que a San Pablo, a San Francisco
Javier…
El Padre Pío tenía que responder, no ya a la misión
apostólica que implica el bautismo, sino a un encargo personal del Señor,
recibido en el año del noviciado para capuchino, a la temprana edad de 15-16
años. Lo manifiesta él mismo en una carta de noviembre de 1922 a su hija
espiritual Nina Campanile: «Pero tú,
(Señor), que me escondiste a los ojos de todos, ya desde entonces habías
confiado a tu hijo una misión grandísima, misión que sólo tú y yo conocemos».
En los escritos que iré colgando en esta etiqueta de
la página web intentaré presentar las motivaciones que urgían al Capuchino de
Pietrelcina a la intensísima labor apostólica que realizó a lo largo de su
larga vida de 81 años, los medios que usó en su actividad apostólica, el
talante humano y espiritual con el que actuaba en su apostolado…
Como sencilla aproximación al tema, quiero referirme,
ya en este momento, aunque sea brevemente, al contenido de las dos palabras que
usa el Fraile capuchino: misión
grandísima.
- Pienso que a la palabra “misión” no hay que atribuir un sentido diverso del que le damos al
hablar de la misión de la Iglesia. Esta misión implica, en pocas palabras:
anunciar a los hombres, por los medios adecuados, la buena noticia del
Evangelio; ofrecerles, sobre todo por los sacramentos, la salvación que brota
de la muerte y resurrección de Cristo; y promover, sobre todo en los
bautizados, la caridad hacia Dios y hacia los hermanos. El Padre Pío, al
referirse a esta “misión”, usaba, entre otras, estas expresiones: «liberar a mis hermanos de los lazos de
Satanás»; «hacerles participar de la
vida del Resucitado»; «poner fin a la
ingratitud de los hombres para con Dios, nuestro Sumo Bienhechor»…
- Al adjetivo, en superlativo, “grandísima” sí hay que atribuirle contenidos muy especiales. Aún
sabiendo que me muevo en el “misterio”, me atrevo a otorgarle estos tres.
* Misión grandísima por los frutos que produjo, y
produce, en las personas en las que Dios actuó, y actúa hoy, por medio del
Padre Pío. En las biografías del Padre Pío abundan las conversiones al estilo
de la de San Pablo, muy llamativas por la profundidad en el cambio de vida. Son
obra del Señor, como recalcaba el Fraile capuchino; pero a través de este
instrumento que el Papa Benedicto XV llamó proféticamente: «Uno de esos hombres extraordinarios que Dios
envía de vez en cuando al mundo para salvar a los hombres». Podía ser o una
palabra de corrección fraterna, o la confesión con él, o la asistencia a su
Misa, o la breve orientación espiritual que daba antes del rezo del Ángelus, o
una curación milagrosa, o la llegada de un hijo largamente esperado…El libro de
José María Zavala “Los milagros desconocidos
del Santo de los estigmas” recoge muchas actuaciones del Señor por medio
del Padre Pío, después de la muerte de éste. En ninguna de ellas, la persona
beneficiada queda como antes: o abandona decididamente los caminos del pecado o
de la tibieza, si iba por ellos; o abraza compromisos mucho más exigentes en su
vida de piedad y en su entrega al bien de los demás, si ya vivía las exigencias
de la vida cristiana.
* Misión grandísima por el número de personas a las
que alcanzó y alcanza su actividad apostólica y, además, de los cinco
continentes. Al Padre Pío le podemos llamar el “gran misionero”, no porque
saliera del reducido entorno de San Giovanni Rotondo, sino porque venían a él, en
mayor número conforme se iban divulgando los dones que le regalaba el Señor,
hombres y mujeres de todo el mundo y de todas las edades y clases sociales.
* Misión grandísima, finalmente, porque ésta, al
parecer, no sólo no terminó con su muerte, sino que, a partir del 23 de
septiembre de 1968, adquirió nuevas dimensiones. A las palabras del Padre Pío:
«Haré más ruido después de muerto que en
vida», respuesta a las del religioso de su fraternidad capuchina que le
decía: «¡Cuánto ruido hace usted, Padre
Pío!», tenemos que darles este sentido: «Atraeré hacia el Señor a muchos más después de muerto que los que he
atraído en vida». Lo que acontece en San Giovanni Rotondo desde el día
mismo de la muerte del Padre Pío -se dice que es el segundo lugar católico más
visitado del mundo-, la devoción al Fraile capuchino en todo el mundo, el florecimiento
constante de nuevos Grupos de Oración del Padre Pío, las obras sociales que surgen
por todas partes como respuesta a gracias especiales del Señor por medio del
Santo de Pietrelcina…, lo están acreditando. Y, aunque esto es entrar más y más
en el “misterio”, personas que tienen la suerte de acompañar espiritualmente a
estas “víctimas” dejan escapar informaciones que confirman que es verdad lo
manifestado por Don Pierino Galeone en el “Proceso
de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”: «El Padre Pío me reveló además que había
pedido a Jesús y que lo había obtenido, no sólo ser víctima perfecta, sino
también víctima perenne, es decir, continuar siendo víctima en sus hijos, con
el fin de prolongar su misión de corredentor con Cristo hasta el fin del mundo.
Él me dijo y me confirmó que había recibido del Señor la misión de ser víctima
y Padre de víctimas hasta el último día».
Elías
Cabodevilla Garde