El Padre Pío, a quien el Señor asoció a la pasión de Cristo como víctima,
deseó y buscó que otros, elegidos como él por el Señor para colaborar de este
modo en la salvación de los hombres, respondieran con generosidad a esta misión.
· En el último escrito de esta etiqueta de la
web cité las palabras que el Padre Pío escribió al padre Agustín el 20 de
septiembre de 1912: Él (Jesús) se elige
almas… para ser ayudado en la gran empresa de salvar a los hombres. Y cuanto
más sufren estas almas, sin consuelo alguno, tanto más se alivian los dolores
del buen Jesús» (Ep I, 303s). Se
lo había manifestado Jesús, al decirle: «Hijo
mío, necesito víctimas para calmar la ira justa y divina de mi Padre» (Ep I 343).
· El Padre Pío buscó personalmente esas almas
elegidas por el Señor, y les ayudó a descubrir las consecuencias dolorosas que
implica la ofrenda de víctima. Las animaba a realizar esa ofrenda cuando las
veía preparadas para ello, como en el caso de Jerónima Longo, a la que, después
de escribirle: «Puedes estar segura de
que el Señor quiere poseer totalmente tu corazón y que lo desea herido de amor
y de dolor como el suyo», le dice: «Me
parece muy bien que pidas al Señor que te haga partícipe de sus dolores» (Ep III, 1022s). Pero era muy prudente a
la hora de concederles su autorización, como en el caso de María Gargani: «Sobre el permiso que me has pedido para
ofrecerte como víctima por tus hermanos, de momento no puedo concedértelo.
Recuerdámelo más adelante y entonces se verá qué se debe hacer en el Señor»
(Ep III, 247).
· Y el Fraile capuchino hizo algo más para
encontrar esas almas. Se lo pidió al menos a uno de sus dos Directores
espirituales, el padre Agustín. «Si os
parece bien, buscad almas que se ofrezcan al Señor en calidad de víctimas por
los pecadores. Jesús os ayudará», le escribió el 12 de marzo de 1913 (Ep I, 343).
El Padre Pío, convencido de que la “misión
grandísima” que le había confiado el Señor le exigía hacer «más ruido
después de muerto que en vida», quiso ser, no solo víctima perfecta, sino
también víctima perenne hasta el final de los tiempos de este mundo.
· Ésta es la sorprendente manifestación de un
hijo espiritual del Padre Pío, don Pierino Galeone, en su libro “Padre Pio mio Padre”, reiterando lo que
había manifestado en el “Proceso de Beatificación
y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”: «El Padre Pío me reveló además que había
pedido a Jesús y que lo había obtenido, no sólo ser víctima perfecta, sino
también víctima perenne, es decir, continuar siendo víctima en sus hijos, con
el fin de prolongar su misión de corredentor con Cristo hasta el fin del mundo.
Él me dijo y me confirmó que había recibido del Señor la misión de ser víctima
y Padre de víctimas hasta el último día».
· Desear ser víctima perfecta es algo lógico para
quien ha hecho esta ofrenda al Señor. El Padre Pío, no sólo lo intentó con toda
generosidad, sino que pidió esa gracia al Señor. La pidió ciertamente el día de
su Primera Misa, como consta en el recordatorio de la misma: «Jesús… Contigo sea yo para el mundo / Camino
Verdad Vida. / Y para ti Sacerdote Santo / Víctima Perfecta». (Ver Ep I, 196, nota). Pero es fácil pensar
que lo hizo en otras muchas ocasiones. Pero desear y pedir ser víctima perenne,
hasta el fin del mundo, supera todo lo imaginable.
· El periodista italiano Antonio Socci, en su
libro “Il segreto di Padre Pio”, afirma
con razón que lo manifestado por don Pierino Galeone «deja sin palabras», porque es mucho más que lo que el Padre Pío había
prometido a Giuseppina Morgera: «No
temáis que, cuando llegue mi partida de este mundo, os pueda faltar algo: os prometo
ante el cielo y la tierra que continuaré cuidando de vosotros desde el cielo.
Las visitas que os haga serán más frecuentes, Pero ¿qué digo? Estaré siempre a
vuestro lado: me preocuparé siempre de vuestra santificación. Y cuando el Señor
quiera llamaros, yo mismo os presentaré al divino Esposo». Y añade Socci: «Es mucho más que una presencia visible: es
el Padre Pío que continúa su misión por medio de sus hijos espirituales».
· Aunque es entrar en el misterio, y de alguna
manera juzgarlo, Antonio Socci presenta el caso de una joven, a la que da el
nombre ficticio de Laura, en la que, a su juicio y a juicio del sacerdote que la
acompaña espiritualmente, el Padre Pío está siendo hoy víctima en esa víctima.
Yo creo tener la suerte de conocer al menos otros dos casos.
Elías Cabodevilla Garde