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domingo, 30 de junio de 2013

Junio: día 30 a julio: día 6.


30.  Jesús mío, salva a todos, yo me ofrezco como víctima por todos; dame fuerzas, toma este corazón, llénalo de tu amor y después mándame lo que quieras (AD, 53).

1.  Dios no quiere que experimentes de forma sensible el sentimiento de la fe, esperanza y caridad, ni que lo disfrutes si no en la medida que se necesita en cada ocasión. ¡Ay de mí!, ¡qué felices somos al estar tan íntimamente atados por nuestro celeste tutor! No debemos hacer otra cosa que lo que hacemos, es decir, amar a la divina providencia y abandonarnos en sus brazos y en su seno.
No, Dios mío, yo no deseo gozo mayor de mi fe, de mi esperanza y de mi caridad, que el poder decir sinceramente, aunque sea sin gusto y sin sentirlo, que preferiría morir antes que abandonar estas virtudes (Epist.III, p.421s.).

2.  Dame y consérvame aquella fe viva que me haga crecer y actuar por solo tu amor. Y éste es el primer don que te ofrezco; y unido a los santos magos, postrado a tus pies, te confieso sin ningún respeto humano, delante del mundo entero, por nuestro verdadero y único Dios (Epist.IV, p.884).

3.  Bendigo de corazón a Dios que me ha dado a conocer personas verdaderamente buenas, y porque también a ellas he anunciado que sus almas son la viña de Dios; la cisterna es la fe; la torre es la esperanza; el lagar es la santa caridad; la valla es la ley de Dios que las separa de los hijos del mundo (Epist.III, p.586).

4.  La fe viva, la creencia ciega y la plena adhesión a los que Dios ha dado autoridad sobre ti..., ésta es la luz que iluminó los pasos del pueblo de Dios en el desierto. Esta es la luz que brilla siempre en lo más alto de todos los espíritus gratos al Padre. Esta es la luz que condujo a los magos a adorar al mesías recién nacido. Esta es la estrella profetizada por Balaam. Esta es la antorcha que guía los pasos de estos espíritus desolados.
Y esta luz y esta estrella y esta antorcha son también las que iluminan tu alma, dirigen tus pasos  para que no vaciles, fortifican tu espíritu en el afecto a Dios y (hacen que), sin que el alma las conozca, se avance siempre hacia el destino eterno.
Tú ni lo ves ni lo entiendes, pero tampoco es necesario. Tú no verás más que tinieblas, pero no son las tinieblas que envuelven a los hijos de la perdición, sino las que rodean al Sol eterno. Ten por cierto y cree que este Sol resplandece en tu alma; y que este Sol es exactamente aquél del que cantó el vidente de Dios: Y en tu luz veré la luz (Epist.III, p.400s.).

5.  La profesión de fe más bella es la que sale de tus labios en la obscuridad, en el sacrificio, en el dolor, en el esfuerzo supremo por buscar decididamente el bien; es la que, como un rayo, disipa las tinieblas de tu alma; es la que, en el relampaguear de la tormenta, te levanta y te conduce a Dios (CE, 57).

6.  Ejercítate con particular esmero, hija mía queridísima, en la dulzura y en la sumisión a la voluntad de Dios, no sólo en las cosas extraordinarias sino también en aquéllas pequeñas que nos suceden cada día. Hazlo no sólo por la mañana sino también durante el día y por la tarde, con un espíritu tranquilo y alegre; y, si te sucediese que caes, humíllate, propóntelo de nuevo,  y después levántate y sigue (Epist.III, p.704).
 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 28 de junio de 2013

Sigue atrayendo a sus hijos para lanzarlos hacia Cristo.


El Padre Pío de Pietrelcina, consciente de la “misión grandísima” que le confió el Señor, sabe que tiene que ser -¿para todos?- lo que los devotos le pedimos al llamarle, no San Pío, sino Padre Pío. Además, ya lo anunció él: «Soy todo de todos y de cada uno. Cada uno puede decir: "El Padre Pío es mío"».
A sus palabras: «Haré más ruido después de muerto que en vida» es fácil darles el sentido que quiso atribuirles él: «Atraeré a muchos más hacia Cristo después de muerto que en vida».
Hasta el día de su muerte, el 23 de septiembre de 1968, atrajo a San Giovanni Rotondo (Foggia – Italia), donde vivió y ejerció el ministerio desde el 4 de septiembre de 1916, a miles de hombres y mujeres de los cinco continentes, de todas las edades y de todas las condiciones sociales. A su funeral, en la tarde del día 26, cuatro días después de su muerte, asistieron unas cien mil personas.
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¿Qué hace el Padre Pío hoy, a la distancia de casi 45 años de su muerte? No quiero referirme a San Giovanni Rotondo, pues es lógico, aunque bastante inexplicable, que sean varios millones las personas que cada año se acercan a visitar los “lugares del Padre Pío” y a orar ante sus restos mortales, de nuevo visibles desde el pasado día 1 de junio, como lo estuvieron, después de su reconocimiento canónico, desde el 24 de abril del 2008 hasta el 24 de septiembre del 2009.
Son muchos los lugares del mundo que, desde hace años, organizan celebraciones periódicas en torno a la figura del Padre Pío: el día 23 de cada mes, el cuarto martes o el cuarto jueves de mes… Y con frecuencia las iglesias en las que tienen lugar esos actos litúrgicos se ven abarrotadas de devotos del Padre Pío. ¿Explicación? El Padre Pío que sigue cumpliendo su “misión grandísima” y que sigue atrayendo hacia sí a más y más personas para, por medio de la Virgen María, lanzarlas de nuevo hacia Cristo.
Baste este ejemplo. La parroquia “San Isidro Labrador” de Vásquez de Coronado, de la archidiócesis de San José, de Costa Rica, celebra todos los meses del año, el día 23 de cada mes, una Eucaristía, especialmente solemne, y muy bien preparada por el Párroco, el sacerdote diocesano Padre Gabriel Corrales, y por el Equipo de Liturgia, en memoria de San Pío de Pietrelcina. Todo ayuda a conocer mejor la espiritualidad del Padre Pío para, imitándola, caminar con más entusiasmo en el seguimiento de Cristo y entregarse con más decisión a instaurar el Reino de Dios entre los hombres: la celebración en su conjunto, la homilía, la veneración de las reliquias del Santo capuchino, los testimonios de los que han sido beneficiados por el Señor a través del Padre Pío…
En la celebración del pasado día 23, hace algo menos de una semana, el amplio templo, único de arquitectura gótica en Costa Rica, estaba, como se ve en la fotografía, lleno de devotos del Padre Pío: unas mil personas de todas las edades: niños,  jóvenes, adultos, ancianos y personas en sillas de ruedas.
Elías Cabodevilla Garde

martes, 25 de junio de 2013

Fiel a la “misión grandísima” que le confió el Señor (1)


La biografía de San Pío de Pietrelcina del capuchino español Leandro Sáez de Ocáriz lleva por título: “Pío de Pietrelcina místico y apóstol”. Si al Padre Pío le tenemos que colocar entre los grandes místicos de todos los tiempos, le podemos dar el calificativo de apóstol con no menos razón que a San Pablo, a San Francisco Javier…
El Padre Pío tenía que responder, no ya a la misión apostólica que implica el bautismo, sino a un encargo personal del Señor, recibido en el año del noviciado para capuchino, a la temprana edad de 15-16 años. Lo manifiesta él mismo en una carta de noviembre de 1922 a su hija espiritual Nina Campanile: «Pero tú, (Señor), que me escondiste a los ojos de todos, ya desde entonces habías confiado a tu hijo una misión grandísima, misión que sólo tú y yo conocemos».
En los escritos que iré colgando en esta etiqueta de la página web intentaré presentar las motivaciones que urgían al Capuchino de Pietrelcina a la intensísima labor apostólica que realizó a lo largo de su larga vida de 81 años, los medios que usó en su actividad apostólica, el talante humano y espiritual con el que actuaba en su apostolado…
Como sencilla aproximación al tema, quiero referirme, ya en este momento, aunque sea brevemente, al contenido de las dos palabras que usa el Fraile capuchino: misión grandísima.
- Pienso que a la palabra “misión” no hay que atribuir un sentido diverso del que le damos al hablar de la misión de la Iglesia. Esta misión implica, en pocas palabras: anunciar a los hombres, por los medios adecuados, la buena noticia del Evangelio; ofrecerles, sobre todo por los sacramentos, la salvación que brota de la muerte y resurrección de Cristo; y promover, sobre todo en los bautizados, la caridad hacia Dios y hacia los hermanos. El Padre Pío, al referirse a esta “misión”, usaba, entre otras, estas expresiones: «liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás»; «hacerles participar de la vida del Resucitado»; «poner fin a la ingratitud de los hombres para con Dios, nuestro Sumo Bienhechor»…
- Al adjetivo, en superlativo, “grandísima” sí hay que atribuirle contenidos muy especiales. Aún sabiendo que me muevo en el “misterio”, me atrevo a otorgarle estos tres.
* Misión grandísima por los frutos que produjo, y produce, en las personas en las que Dios actuó, y actúa hoy, por medio del Padre Pío. En las biografías del Padre Pío abundan las conversiones al estilo de la de San Pablo, muy llamativas por la profundidad en el cambio de vida. Son obra del Señor, como recalcaba el Fraile capuchino; pero a través de este instrumento que el Papa Benedicto XV llamó proféticamente: «Uno de esos hombres extraordinarios que Dios envía de vez en cuando al mundo para salvar a los hombres». Podía ser o una palabra de corrección fraterna, o la confesión con él, o la asistencia a su Misa, o la breve orientación espiritual que daba antes del rezo del Ángelus, o una curación milagrosa, o la llegada de un hijo largamente esperado…El libro de José María Zavala “Los milagros desconocidos del Santo de los estigmas” recoge muchas actuaciones del Señor por medio del Padre Pío, después de la muerte de éste. En ninguna de ellas, la persona beneficiada queda como antes: o abandona decididamente los caminos del pecado o de la tibieza, si iba por ellos; o abraza compromisos mucho más exigentes en su vida de piedad y en su entrega al bien de los demás, si ya vivía las exigencias de la vida cristiana.
* Misión grandísima por el número de personas a las que alcanzó y alcanza su actividad apostólica y, además, de los cinco continentes. Al Padre Pío le podemos llamar el “gran misionero”, no porque saliera del reducido entorno de San Giovanni Rotondo, sino porque venían a él, en mayor número conforme se iban divulgando los dones que le regalaba el Señor, hombres y mujeres de todo el mundo y de todas las edades y clases sociales.
* Misión grandísima, finalmente, porque ésta, al parecer, no sólo no terminó con su muerte, sino que, a partir del 23 de septiembre de 1968, adquirió nuevas dimensiones. A las palabras del Padre Pío: «Haré más ruido después de muerto que en vida», respuesta a las del religioso de su fraternidad capuchina que le decía: «¡Cuánto ruido hace usted, Padre Pío!», tenemos que darles este sentido: «Atraeré hacia el Señor a muchos más después de muerto que los que he atraído en vida». Lo que acontece en San Giovanni Rotondo desde el día mismo de la muerte del Padre Pío -se dice que es el segundo lugar católico más visitado del mundo-, la devoción al Fraile capuchino en todo el mundo, el florecimiento constante de nuevos Grupos de Oración del Padre Pío, las obras sociales que surgen por todas partes como respuesta a gracias especiales del Señor por medio del Santo de Pietrelcina…, lo están acreditando. Y, aunque esto es entrar más y más en el “misterio”, personas que tienen la suerte de acompañar espiritualmente a estas “víctimas” dejan escapar informaciones que confirman que es verdad lo manifestado por Don Pierino Galeone en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”: «El Padre Pío me reveló además que había pedido a Jesús y que lo había obtenido, no sólo ser víctima perfecta, sino también víctima perenne, es decir, continuar siendo víctima en sus hijos, con el fin de prolongar su misión de corredentor con Cristo hasta el fin del mundo. Él me dijo y me confirmó que había recibido del Señor la misión de ser víctima y Padre de víctimas hasta el último día».

Elías Cabodevilla Garde

domingo, 23 de junio de 2013

Junio: días 23 al 29.


23. Si no se te concede el poder detenerte por mucho tiempo en oración, en lecturas, etc., no debes desanimarte por eso. Mientras tengas a Jesús sacramentado cada mañana, debes considerarte afortunadísima. Durante el día, cuando no se te conceda hacer otra cosa, llama a Jesús, incluso en medio de todas tus ocupaciones, con gemidos resignados del alma; y él vendrá y permanecerá siempre unido a tu alma por la gracia y por su santo amor. Vuela en espíritu al sagrario, cuando no puedas ir en persona; y allí expresa tus ardientes deseos y habla y pide y abraza al Amado de las almas, mejor que si se te concediese recibirlo sacramentalmente.

24. Sólo Jesús puede comprender cuánta es mi pena cuando se despliega ante mí la escena dolorosa del Calvario. Es igualmente incomprensible el alivio que se da a Jesús, no sólo al compartir sus dolores, sino cuando encuentra un alma que, por su amor, le pide no consuelos sino más bien tomar parte en sus mismos sufrimientos.

 25. Al asistir a la santa misa renueva tu fe y medita cuál es la víctima que se inmola por ti a la divina justicia, para aplacarla y volverla propicia.
Cuando estás bien, oyes la misa. Cuando estás mal y no puedes asistir a ella, entonces la dices.

26. Cada santa misa escuchada con atención y devoción produce en nuestra alma efectos maravillosos, abundantes gracias espirituales y materiales, que ni nosotros mismos conocemos. Para conseguir esto, no gastes inútilmente tu dinero, sacrifícalo y sube hasta aquí para escuchar la santa misa.
El mundo podría  subsistir incluso sin el sol, pero no podría existir sin la santa misa.

27. En estos tiempos tan tristes de fe muerta, en los que triunfa la impiedad, el medio más seguro para mantenerse libres del terrible mal que nos rodea, es el de fortalecerse con este alimento eucarístico. Algo que no lo podrá conseguir aquél que vive meses y meses sin saciarse de la carne inmaculada del Cordero divino.

28. Termino porque la campana me llama y me invita; y yo me voy al lagar de la iglesia, al santo altar donde continuamente destila el vino sagrado de la sangre de aquella uva deliciosa y singular, de la que a sólo unos pocos afortunados les está permitido embriagarse. Allí -como bien sabéis, no puedo actuar de otro modo- os presentaré al Padre celestial, en unión de su Hijo, en quien, por quien y por medio de quien yo soy todo vuestro en el Señor.

29. ¿Veis cuántos desprecios y cuántos sacrilegios se cometen por los hijos de los hombres contra la humanidad sacrosanta de su Hijo en el sacramento del Amor? A nosotros nos corresponde, ya que hemos sido elegidos por la bondad del Señor en su Iglesia, según las palabras de San Pedro, para un sacerdocio real (1P 2,9), a nosotros nos corresponde, digo, defender el honor de este mansísimo Cordero, siempre solícito cuando se trata de defender la causa de las almas, siempre mudo cuando se trata de su propia causa.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

jueves, 20 de junio de 2013

¿Sigue dejando pruebas de su don de profecía?


 Al Padre Pío de Pietrelcina el Señor le concedió, entre otros muchos dones, el de “conocer” y anunciar cosas futuras. Que anunció a Montini que se preparara para ser el sucesor del Papa Juan XXIII, está comprobado porque tenemos el testimonio de quien llevó al Cardenal de Milán el mensaje del Fraile capuchino. Hay datos que garantizan que el mismo mensaje de que se preparara para ser Papa le hizo llegar al futuro Juan Pablo II.
Este don de “conocer” y anunciar el futuro lo manifestó también de otros muchos modos y también en cosas muy sencillas, como ésta, cuando todavía no teníamos los medios para conocer el sexo del que se formaba en el seno materno: La futura mamá que le pregunta: - ¿Cuándo nazca mi hijo que nombre le pongo? - Ponle Clara. - ¿Y si es niño? - Te he dicho que le llames Clara, insistía el Padre Pío. Y, como podemos suponer, acertaba siempre.
Es claro que esto no se podía comprobar hasta que tuviera lugar lo anunciado.
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¿Ha sido una “broma” del Padre Pío? La revista bimestral LA VOZ DEL PADRE PÍO, en sus diversas ediciones, como número cuarto o quinto de la misma, suele enviar el calendario del año siguiente. En la edición española, que se envió a los suscriptores en agosto del 2012, el día 13 de marzo del 2013 aparece en rojo, como los otros días festivos. Nadie sabe la razón, ya que, en el año 2012, ese día no fue festivo y, por tanto, no cabe el error de "cortar y pegar". En ningún país de lengua española se celebra nada especial ese día 13 de marzo… Los que corrigieron las pruebas, que suelen hacerlo con esmero, no se dieron cuenta de este error…
Algunos de los lectores de LA VOZ DEL PADRE PÍO, al ver ese día 13 de marzo en rojo, se preguntaban por el motivo; pero nadie sabía dar respuesta.
El día 13 de marzo, por la tarde, fue elegido el nuevo Papa, el Papa Francisco. ¿Una “broma” del Padre Pío, anunciando lo que iba a suceder meses más tarde? Lo cierto es que alguien ya le ha enviado el calendario al Papa Francisco, comunicándole la noticia… ¡por si acaso!
Elías Cabodevilla Garde

martes, 18 de junio de 2013

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (3)

«Hombre de oración» (Pablo VI)

Basta abrir cualquiera de los cuatro Evangelios para descubrir la importancia de la oración en la vida de Jesús. Por ejemplo, el de Marcos. En el capítulo primero, después de presentarnos un día de actividad intensa de Jesús en Cafarnaúm, añade: «Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se  marchó a un lugar solitario y se puso a orar» (Mc 1, 35). Después de la primera multiplicación de los panes, escribe: «Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar» (Mc 6,46). Y tras el relato de la cena pascual e institución de la Eucaristía: «Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní y dice a sus discípulos: Sentaos aquí mientras voy a orar» (Mc 14, 32).
Jesús, además, enseñó a sus discípulos a orar; no sólo con su ejemplo y con la oración del Padrenuestro, cuando uno de sus discípulos le pidió: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó  sus discípulos» (Lc 11, 1), sino con otros muchos mensajes.
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Del Padre Pío se ha escrito: «El Padre Pío es un hombre hecho oración; es la definición que mejor le corresponde, como al seráfico Padre»; y fueron muchos los que aprendieron de él la difícil e importante práctica de la oración.
El Padre Pío dijo en cierta ocasión: «Yo quiero ser solamente un pobre fraile que ora». Y este deseo no quedó en meras palabras. El padre Fernando de Riese Pio X, en su biografía “Padre Pío de Pietrelcina - Un crucificado sin cruz”, escribe: «En su reclinatorio o en el altar, en la iglesia o en la celda, caminando por los claustros o por los senderos del huerto de los capuchinos, con las manos recogidas o desgranando el rosario, su mundo es Dios... Su vida es, sobre todo, vida de oración, de coloquio ininterrumpido, dulce y obstinado, con Dios. La oración le absorbe todo su tiempo». Y unas líneas más adelante: «En las tentaciones, reza; en los meses de total segregación, desde el 11 de junio de 1931 al 16 de julio de 1933, reza; en las alegrías, reza; en las experiencias extraordinarias, reza; en los momentos dramáticos, reza; en las enfermedades, reza; en la programación de sus iniciativas, reza».
El Padre Pío oraba para prepararse a la santa Misa y para dar gracias después de celebrarla; oraba para encontrarse con Dios: «En el estudio de los libros se busca a Dios, en la meditación se le encuentra», solía repetir; oraba para contemplar la vida y, sobre todo, la pasión y muerte de Cristo: «El alma cristiana no deja pasar un solo día sin meditar la pasión de Jesucristo», se decía a sí mismo y a los demás; oraba buscando alivio en sus continuos sufrimientos: «El mejor consuelo es el que viene de la oración», aconsejaba desde su experiencia personal de cada día; oraba para comprar las almas para Dios: «O perdonas a tu pueblo o bórrame del libro de la vida»; oraba para implorar de Dios las gracias que le suplicaban sus devotos: «Mis oraciones, que tú me pides con insistencia, no te faltan nunca, porque no puedo olvidarme de ti que me costaste tantos sacrificios», escribía a uno de sus hijos espirituales; oraba, con devoción especial, para felicitar e invocar a la Virgen María, sobre todo con el rezo del rosario, que era su oración preferida y su arma contra las fuerzas del mal…
Lo que acontecía en la oración del Padre Pío nos quedará siempre en el misterio, al menos a juzgar por lo que escribió a su Director espiritual, el padre Benedicto. El 26 de marzo de 1914 le dice: «En cuanto me pongo a orar, inmediatamente siento mi corazón como invadido por una llama de un vivo amor... Es una llama delicada y muy dulce, que consume y no causa ninguna pena»; y unos meses antes, el 1 de noviembre de 1913: «Lo que sí sé decir de esta oración es que me parece que el alma se pierde totalmente en Dios... Otras muchas veces me siento impelido por un ímpetu muy vehemente, siento que Dios me aprieta, me parece que voy a morir. Todo esto nace... de una llama interior y de un amor excesivo que, si Dios no acudiese en mi ayuda en seguida, me consumiría».
 El Padre Pío fue, además, un buen maestro de oración. Invitó a orar: «Ora con constancia, con confianza y con la mente tranquila y serena»; enseñó los frutos de la oración: «La oración es la mejor arma, es la llave que abre el corazón de Dios»; aconsejó la oración insistente «ya que la insistencia pone de manifiesto la fe»; oró, durante muchos años, a mediodía y al atardecer, con los miles de peregrinos que llegaban cada día al santuario de Nuestra Señora de las Gracias; y, para secundar las llamadas a la oración del papa Pío XII, promovió con nuevo empuje, a partir del año 1947, los Grupos de Oración, que muy pronto se extendieron por todo el mundo, y para los que celebró su última Misa y a los que impartió su última bendición, el día 22 de septiembre de 1968, pocas horas antes de su muerte, durante el Congreso internacional que celebraron en San Giovanni Rotondo.
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Al Padre Pío, también porque, a ejemplo de Cristo, fue hombre de oración y buen maestro de oración, podemos llamar, como lo hacía fray Modestino, “fotocopia de Cristo.

Elías Cabodevilla Garde

domingo, 16 de junio de 2013

Junio: días 16 al 22.


16. En el tumulto de las pasiones y de las vicisitudes adversas nos sostenga la grata esperanza de su inagotable misericordia. Corramos con confianza al tribunal de la penitencia, donde él con ansiosa solicitud de padre nos espera en todo momento; y, conscientes de nuestra insolvencia ante él para corresponderle, no dudemos del perdón pronunciado solemnemente sobre nuestros errores. Pongamos sobre ellos, como ya la ha puesto el Señor, una piedra sepulcral. 

17. El corazón de nuestro divino Maestro no tiene ley más amable que la de la dulzura, la de la humildad y la de la caridad. 

18. Jesús mío, dulzura mía, ¿y cómo puedo vivir sin ti? Ven siempre, Jesús mío, ven; entra a poseer tú solo mi corazón.

19. Hijos míos, nada es demasiado a la hora de prepararnos para la santa comunión.

20. Padre, me considero indigno de la santa comunión. ¡Soy indigno!
Respuesta: "Es verdad, no somos dignos de un regalo tan grande; pero una cosa es acercarse indignamente en pecado mortal, y otra distinta no ser dignos. Indignos somos todos; pero es él quien nos invita, es él quien lo quiere. Humillémonos y recibámosle con todo el corazón lleno de amor". 

21. “Padre, ¿porqué llora cuando recibe a Jesús en la santa comunión?”.
Respuesta: “Si la Iglesia lanza este grito: No despreciaste el seno de la Virgen, hablando de la encarnación de la Palabra en el seno de la Inmaculada, ¡qué no habrá que decir de nosotros miserables! Pero Jesús nos ha dicho: "Quien no come mi carne y no bebe mi sangre no tendrá la vida eterna"; por tanto, acerquémonos a la santa comunión con gran amor y temor. Todo el día sea preparación y acción de gracias de la santa comunión.

22. No te desanimes si no consigues hacerlo todo como deseas. Esfuérzate en hacer lo que tienes que hacer sin que nada te distraiga de ello. Y despreocúpate de si experimentas consuelo, aburrimiento o fastidio. Tu intención sea siempre recta.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 14 de junio de 2013

Sigue promoviendo lugares de culto y de oración.


Al Padre Pío de Pietrelcina la iglesita que encontró al llegar a la fraternidad capuchina de San Giovanni Rotondo el 28 de julio de 1916, pronto se le quedó muy pequeña para acoger a los fieles que acudían a él para confesarse, participar en la misa, escuchar sus consejos, pedir su intercesión ante el Señor por medio de la Virgen María...
El 1 de julio de 1959 se consagró el gran santuario, dedicado, al igual que la iglesita antes mencionada, a Nuestra Señora de las Gracias, con capacidad para más de 1.000 personas sentadas, que integra en el lado izquierdo, atrás, una parte de la iglesita. Pronto resultó insuficiente para acoger a los peregrinos, y así lo juzgó el Padre Pío que, al verlo terminado, exclamó: «¿Qué habéis hecho: una “cajita de fósforos”?».
El 1 de julio del 2004, se consagró la gran iglesia  dedicada a San Pío de Pietrelcina, a pocos metros de los dos templos antes citados. Aunque su capacidad es para unas 6.500 personas sentadas, las celebraciones extraordinarias hay que realizarlas al aire libre y es frecuente que, en las ordinarias, muchos de los peregrinos tengan que seguirlas desde el exterior del templo.
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En la capital de La Rioja (Argentina) el Padre Pío, quizás también para tener un santuario en el que “más fácilmente” escuchar y atender las peticiones que se le dirijan, pero ciertamente para que no falte un lugar digno de culto al Señor y de oración para la comunidad cristiana, ha acudido de nuevo a la familia Mercado-Serio.
En una zona nueva, todavía en construcción, al pie de la montaña, frente al Parque de la ciudad, se va a levantar en breve el “Santuario San Pío de Pietrelcina”. Con este templo, la Familia Mercado-Serio quiere seguir agradeciendo al Señor las gracias especiales recibidas de él por medio del Padre Pío; entre ellas la curación, inexplicable para los médicos, de Hugo Mercado en el año 2001. Manifestaciones especiales de ese agradecimiento han sido hasta ahora la puesta en marcha y la atención del “Grupo de Oración del Padre Pío” y la construcción de cinco centros de salud “Padre Pío de Pietrelcina”, tres en la ciudad de La Rioja y otros dos en las ciudades cercanas de Aimogasta y Senagasta.
En la fotografía, Hugo Mercado y Marta Serio, con sus nietecitas Pía y Guadalupe, en la visita que acaban de realizar, un año más, a San Giovanni Rotondo. La finalidad concreta de la peregrinación de este año ha sido ofrecer al Padre Pío, y poner bajo su protección, el “Santuario San Pío de Pietrelcina”, que se va a construir en terreno adquirido por Pablo y según proyecto arquitectónico de Hugo, ambos hijos de Hugo y Marta y hermanos de Andrea. Andrea es la madre de Pía y de Guadalupe. Como, al parecer, no tiene el don de la bilocación que tenía el Padre pío, no aparece en la fotografía, porque es ella la que la hace. Como se deduce de la foto, las tres generaciones de la familia tuvieron la oportunidad de orar ante los restos mortales, “visibles” de nuevo desde el pasado 1 de junio, de San Pío de Pietrelcina.
Elías Cabodevilla Garde

martes, 11 de junio de 2013

Asociado a la pasión de Cristo ¿también como víctima perenne?


El Padre Pío, a quien el Señor asoció a la pasión de Cristo como víctima, deseó y buscó que otros, elegidos como él por el Señor para colaborar de este modo en la salvación de los hombres, respondieran con generosidad a esta misión.
·  En el último escrito de esta etiqueta de la web cité las palabras que el Padre Pío escribió al padre Agustín el 20 de septiembre de 1912: Él (Jesús) se elige almas… para ser ayudado en la gran empresa de salvar a los hombres. Y cuanto más sufren estas almas, sin consuelo alguno, tanto más se alivian los dolores del buen Jesús» (Ep I, 303s). Se lo había manifestado Jesús, al decirle: «Hijo mío, necesito víctimas para calmar la ira justa y divina de mi Padre» (Ep I 343).
· El Padre Pío buscó personalmente esas almas elegidas por el Señor, y les ayudó a descubrir las consecuencias dolorosas que implica la ofrenda de víctima. Las animaba a realizar esa ofrenda cuando las veía preparadas para ello, como en el caso de Jerónima Longo, a la que, después de escribirle: «Puedes estar segura de que el Señor quiere poseer totalmente tu corazón y que lo desea herido de amor y de dolor como el suyo», le dice: «Me parece muy bien que pidas al Señor que te haga partícipe de sus dolores» (Ep III, 1022s). Pero era muy prudente a la hora de concederles su autorización, como en el caso de María Gargani: «Sobre el permiso que me has pedido para ofrecerte como víctima por tus hermanos, de momento no puedo concedértelo. Recuerdámelo más adelante y entonces se verá qué se debe hacer en el Señor» (Ep III, 247).
·  Y el Fraile capuchino hizo algo más para encontrar esas almas. Se lo pidió al menos a uno de sus dos Directores espirituales, el padre Agustín. «Si os parece bien, buscad almas que se ofrezcan al Señor en calidad de víctimas por los pecadores. Jesús os ayudará», le escribió el 12 de marzo de 1913 (Ep I, 343).
El Padre Pío, convencido de que la “misión grandísima” que le había confiado el Señor le exigía hacer «más ruido después de muerto que en vida», quiso ser, no solo víctima perfecta, sino también víctima perenne hasta el final de los tiempos de este mundo.
·  Ésta es la sorprendente manifestación de un hijo espiritual del Padre Pío, don Pierino Galeone, en su libro “Padre Pio mio Padre”, reiterando lo que había manifestado en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina”: «El Padre Pío me reveló además que había pedido a Jesús y que lo había obtenido, no sólo ser víctima perfecta, sino también víctima perenne, es decir, continuar siendo víctima en sus hijos, con el fin de prolongar su misión de corredentor con Cristo hasta el fin del mundo. Él me dijo y me confirmó que había recibido del Señor la misión de ser víctima y Padre de víctimas hasta el último día».
·  Desear ser víctima perfecta es algo lógico para quien ha hecho esta ofrenda al Señor. El Padre Pío, no sólo lo intentó con toda generosidad, sino que pidió esa gracia al Señor. La pidió ciertamente el día de su Primera Misa, como consta en el recordatorio de la misma: «Jesús… Contigo sea yo para el mundo / Camino Verdad Vida. / Y para ti Sacerdote Santo / Víctima Perfecta». (Ver Ep I, 196, nota). Pero es fácil pensar que lo hizo en otras muchas ocasiones. Pero desear y pedir ser víctima perenne, hasta el fin del mundo, supera todo lo imaginable.
·  El periodista italiano Antonio Socci, en su libro “Il segreto di Padre Pio”, afirma con razón que lo manifestado por don Pierino Galeone «deja sin palabras», porque es mucho más que lo que el Padre Pío había prometido a Giuseppina Morgera: «No temáis que, cuando llegue mi partida de este mundo, os pueda faltar algo: os prometo ante el cielo y la tierra que continuaré cuidando de vosotros desde el cielo. Las visitas que os haga serán más frecuentes, Pero ¿qué digo? Estaré siempre a vuestro lado: me preocuparé siempre de vuestra santificación. Y cuando el Señor quiera llamaros, yo mismo os presentaré al divino Esposo». Y añade Socci: «Es mucho más que una presencia visible: es el Padre Pío que continúa su misión por medio de sus hijos espirituales».
·  Aunque es entrar en el misterio, y de alguna manera juzgarlo, Antonio Socci presenta el caso de una joven, a la que da el nombre ficticio de Laura, en la que, a su juicio y a juicio del sacerdote que la acompaña espiritualmente, el Padre Pío está siendo hoy víctima en esa víctima. Yo creo tener la suerte de conocer al menos otros dos casos. 
Elías Cabodevilla Garde

domingo, 9 de junio de 2013

Junio: días 9 al 15.


9. Amemos a Jesús por su grandeza divina, por su poder en el cielo y en la tierra, y por sus méritos infinitos, pero, también y sobre todo, por motivos de gratitud. Si hubiera sido con nosotros menos bueno, más severo, ¡seguro que habríamos pecado menos!... Pero el pecado, cuando le sucede el dolor profundo de haberlo cometido, el propósito leal de no volverlo a cometer, el sentimiento vivo del gran mal que con él hemos causado a la misericordia de Dios; cuando, heridas las fibras más duras del corazón, se consigue que de ellas broten lágrimas ardientes de arrepentimiento y de amor, el mismo pecado, hijo mío, llega a convertirse en peldaño que nos acerca, que nos eleva, que de forma segura nos conduce a él.

10. Oh, si tuviese un número infinito de corazones, todos los corazones del cielo y de la tierra, el de tu Madre... todos, todos, oh Jesús, te los ofrecería a ti.

11. Jesús mío, mi dulzura, mi amor, amor que me sostiene.

12. Jesús, te quiero muchísimo; es inútil que te lo repita, te quiero mucho, Amor, Amor. ¡Tú solo!... a ti solo las alabanzas.

13. Jesús sea para ti, siempre y en todo, escolta, apoyo y vida!

14. Doy mi aprobación a que te ocupes en ganar almas para Jesús, enseñándoles el modo de agradarle. Haz también la santísima comunión por el Santo Padre.
 
15. Aún admitiendo que hubieras cometido todos los pecados de este mundo, Jesús te repite: te son perdonados (tus) muchos pecados porque has amado mucho.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 7 de junio de 2013

Sigue promoviendo la fraternidad como fruto de la oración.


Las invitaciones del Padre Pío a cultivar la oración -invitaciones con su ejemplo y con su palabra- dieron, desde el inicio, el fruto inherente a la oración bien hecha: la fraternidad.
Los que respondían a estas invitaciones del Santo comenzaron pronto a reunirse para orar juntos; así surgieron, casi espontáneamente, los Grupos de Oración del Padre Pío.
Cuando, en lugares cercanos, funcionaban dos o más Grupos de Oración del Padre Pío, no faltaban, con alguna periodicidad, los encuentros de todos ellos para conocerse, intercambiar experiencias, animarse mutuamente, orar juntos…; en definitiva, avivar lazos de fraternidad.
Más tarde, sobre todo desde el año 1947, cuando el Padre Pío, como respuesta a la petición del Papa Pío XII de promover la oración para remediar los males causados por la Segunda Guerra Mundial, dio nuevo impulso y nueva organización a sus Grupos de Oración, vinieron, junto a otros encuentros, los Congresos diocesanos, regionales, nacionales e internacionales de los mismos. El segundo de estos últimos tuvo lugar en San Giovanni Rotondo en la tercera semana de septiembre de 1968, coincidiendo con la celebración de los 50 años de los estigmas visibles del Padre Pío. Para los participantes en este II Congreso Internacional celebró el Santo su última misa, a las cinco de la mañana del 22 de septiembre, domingo, y a ellos dio su bendición al atardecer de ese día, pocas horas antes de morir a las 2,30 del día 23, lunes.
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El Padre Pío sigue promoviendo los encuentros de sus Grupos de Oración con la finalidad antes indicada: conocerse, intercambiar experiencias, animarse, orar juntos…
En la fotografía, los miembros de dos Grupos de Oración del Padre Pío, además de reciente fundación, en su reunión del pasado domingo, día 2 de junio. Los dos son del Estado norteamericano de Texas. Uno, promovido y atendido por el Hno. Pablo Jaramillo, capuchino, en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de Fort Worth; el otro, promovido por Roxana Polanco y atendido por el Padre Jesús, sacerdote diocesano, en la parroquia de San Juan Diego de Dallas.
El Grupo de Fort Worth se desplazó hasta Dallas para, entre otras cosas importantes, fomentar la fraternidad. No hace falta ofrecer más datos sobre el encuentro que celebraron. Basta fijarse en las caras de satisfacción de los fotografiados para imaginarlo.
Elías Cabodevilla Garde


martes, 4 de junio de 2013

El Padre Pío de Pietrelcina, “fotocopia de Cristo” (2)


«Confesaba de la mañana a la noche» (Pablo VI)

Jesucristo, enviado por Dios al mundo «no para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17), «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo» (Hech 10, 38).
El primer elemento de esa curación fue la liberación del pecado. Al paralítico que, en Cafarnaúm, llevado entre cuatro en una camilla, colocaron ante Jesús, éste le dijo en primer lugar: «Hijo, tus pecados te son perdonados»; después le dirá también: «levántate, coge tu camilla y vete a tu casa» (Mc 2, 3-11). A la mujer sorprendida en adulterio, que los escribas y fariseos le llevaron para preguntarle si debían apedrearla, como mandaba la ley de Moisés, Jesús le dirá: «Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más» (Jn 8, 3-11).
Y para que esta liberación del pecado se ofrezca a los hombres de todos los tiempos, Cristo, ya resucitado, dirá a sus discípulos: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 29, 22-23).
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El Padre Pío de Pietrelcina, desde su llegada a San Giovanni Rotondo en 1916, dedicó la mayor parte de su tiempo y sus mejores energías al ministerio de la confesión. Se le ha llamado con toda razón "El Padre que confiesa", "Mártir de la confesión"... ¿Le resultaba apetecible este ministerio? Esto es lo que dijo a un sacerdote: «Si supiese usted qué terrible es sentarse en el tribunal de la penitencia… Somos administradores de la sangre de Cristo. Estemos atentos a no derramarla con facilidad y ligereza».
El Padre Pío llegó a estar hasta quince y más horas diarias en el confesonario, algo inexplicable en un hombre afectado por diversas enfermedades, aunque éstas fueran misteriosas; consumido por continuos achaques; que de continuo perdía sangre por las heridas de sus llagas; que se alimentaba, cuando lo hacía, con un poco de menestra al mediodía y un poco de sopa, a veces,  a la noche…
Desde el principio, y más desde que las llagas se hicieron visibles en su cuerpo el 20 de septiembre de 1918, hombres y mujeres llegaban de todas partes para confesarse con él. En el convento de Capuchinos había otros sacerdotes, pero al que buscaban los peregrinos era al Padre Pío; y, con tal de confesarse con él, esperaban contentos hasta 15 y más días en San Giovanni Rotondo.
Si el trabajo era abrumador: «Son ya diez y nueve horas las que llevo sujeto al trabajo. Un esfuerzo superior a mis fuerzas, al que estoy haciendo frente como puedo, sin un momento siquiera de descanso», fueron mucho más dolorosos los dos años, de junio de 1931 a julio de 1933, en los que, como consecuencia de gravísimas calumnias contra él, quedó recluido entre las cuatro paredes del convento. Se sentía «devorado por el amor a Dios y el amor al prójimo, que le impulsaban a «liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás», a «dar la vida por los pecadores y hacerles participar después de la vida del Resucitado» y a poner fin así a la «ingratitud de los hombres para con Dios, nuestro Sumo Bienhechor», pero la Jerarquía de la Iglesia le prohibía administrar el sacramento que mejor alcanza estos objetivos.
Al administrar el sacramento de la confesión, el Padre Pío usaba todos los medios a su alcance para arrancar a sus penitentes del pecado y conducirlos a Dios; también los dones especiales de profecía y de penetración de las conciencias, que le permitían ‑y lo hacía a veces‑ adelantarse a enumerar los pecados que debía confesar el penitente; sin excluir, cuando era necesario, la corrección severa e, incluso, negar la absolución. Pero, luego, debía comprar esas almas y conseguir que todas volvieran arrepentidas en busca del perdón. Escuchemos estas palabras dichas a un sacerdote inglés: «¡Si supieras cuánto cuesta un alma! ¡Las almas se compran y a muy caro precio!». Y a su Director espiritual escribió: «Cuántas veces, por no decir siempre, me toca decirle a Dios juez, junto con Moisés: “Perdona a este pueblo o bórrame del libro de la vida"».

Entre otros, estos tres convencimientos orientaban al Padre Pío en su ministerio de confesor:
-      1º. Cuando Dios perdona en el sacramento de la confesión ¡perdona!; más aún: ¡destruye el pecado! Como consecuencia: «No se debe volver ni con el pensamiento ni en la confesión a los pecados ya acusados en confesiones anteriores. Por nuestra contrición Jesús los ha perdonado en el tribunal de la penitencia… Con un gesto de infinita generosidad ha rasgado, ha destruido, las letras de cambio firmadas por nosotros al pecar, y que no habríamos podido pagar sin la ayuda de su clemencia divina».
-      2º. Porque en la confesión Dios ofrece, no sólo el perdón, sino también la paz, es decir: su gracia renovadora, hay que celebrarla con frecuencia. «Yo no me puedo resignar a tener a las almas más de ocho días alejadas de la confesión».
-      3º. Porque el confesor ofrece los dones de la misericordia divina, tiene que actuar siempre con misericordia y amor. Hermoso el testimonio que nos ha dejado el papa Juan Pablo II en un breve escrito del 5 de abril del 2002. En abril de 1948, al año siguiente de su ordenación sacerdotal, cuando estudiaba en Roma, Carlos Wojtyla se desplazó a San Giovanni Rotondo y se confesó con el Padre Pío: «Durante la confesión resultó que el padre Pío ofrecía un discernimiento claro y sencillo, dirigiéndose al penitente con gran amor».
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Al Padre Pío, también porque liberó a los oprimidos por el diablo y les ofreció, como Jesús y en su nombre, el perdón de los pecados y la vida nueva de la gracia, podemos llamarle, como lo hacía fray Modestino, “fotocopia del Cristo”.

Elías Cabodevilla Garde

domingo, 2 de junio de 2013

Junio: días 2 al 8.


2. Con conmovido reconocimiento contemplemos aquel sublime misterio que atrae fuertemente al Corazón de Jesús hacia su criatura; meditemos la gran condescendencia con la que asume nuestra misma carne para vivir en medio de nosotros la mísera vida de la tierra; reunamos todas las posibilidades de la inteligencia para considerar de forma digna el tenaz fervor y los rigores de su apostolado, para recordar los horrores de su pasión y de su martirio, para adorar su sangre... ofrecida de forma regia hasta la última gota por la redención del género humano; y después, con humilde fe, con el mismo ardiente amor con que él envuelve y persigue nuestras almas, inclinemos nuestra frente manchada ante sus pies.

3. Jesús, tú vienes siempre a mí. ¿Con qué te debo alimentar?... ¡Con el amor! Pero mi amor es engañoso. Jesús, te quiero muchísimo. Suple mi falta de amor.

4. No ceso de implorar a Jesús sus bendiciones para vosotras y de pedir al Señor que os transforme enteramente en él. ¡Hijas mías!, ¡qué bello es su rostro, qué dulces sus ojos, y qué bueno es estar junto a él en el monte de su gloria! Allí debemos poner todos nuestros deseos y nuestros afectos. Nosotros somos, en contra de todo merecimiento,  sus peldaños del Tabor, si tenemos la firme resolución de servir bien y de amar  su divina bondad.

5. Recordemos que el Corazón de Jesús nos ha llamado no sólo para nuestra santificación, sino también para la santificación de otras almas. El quiere ser ayudado en la salvación de las almas.

6. ¿Qué más te puedo decir? La gracia y la paz del Espíritu Santo estén siempre en tu corazón. Pon este corazón en el costado abierto del Salvador y únelo a este rey de nuestros corazones. El está en ellos como en su trono real para recibir el homenaje y la obediencia de todos los demás corazones, con la puerta siempre abierta para que todos puedan acercarse y tener audiencia siempre y en cualquier momento; y cuando tu corazón le hable, no te olvides, mi queridísima hija, de hablarle también a favor del mío, para que su divina y cordial majestad lo vuelva bueno, obediente, fiel y menos mezquino de lo que es.
 
7. No te extrañes en modo alguno de tus debilidades. Al contrario, reconociéndote por lo que eres, avergüénzate de tu infidelidad para con Dios y pon en él tu confianza, abandonándote con paz en los brazos del Padre del cielo como un niño en los brazos de su madre.
 
8. En las tentaciones lucha con valentía junto con las almas fuertes y combate junto al jefe supremo; en las caídas no permanezcas postrada ni en el espíritu ni en el cuerpo; humíllate mucho pero sin perder el ánimo; abájate pero sin degradarte; lava tus imperfecciones y tus caídas con lágrimas sinceras de arrepentimiento, sin que falte la confianza en su divina bondad que será siempre mucho mayor que tu ingratitud; propón tu enmienda, sin presumir de ti misma, ya que tu fortaleza la debes tener en solo Dios; confiesa, por fin, con toda sinceridad, que, si Dios no fuese tu coraza y tu escudo, habrías sido incautamente herida por toda clase de pecados. 
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde