Sé
que la expresión “fotocopia de Cristo”, sobre todo cuando las máquinas fotocopiadoras
consiguen copias tan iguales al original, no se puede aplicar ni al santo más
santo. Pero un buen hermano y amigo mío, el humilde y santo capuchino fray
Modestino de Pietrelcina, hijo espiritual del Padre Pío, muy convencido de
decir la verdad, se la aplicaba a su Padre espiritual.
Fray
Modestino, que falleció en San Giovanni Rotondo el 14 de agosto del 2011, a la
edad de 94 años, no pudo frecuentar la universidad pero sí adquirir mucha
ciencia divina. Sin perderse en elucubraciones teológicas, manifestaba con esta
expresión el gran parecido entre el Padre Pío y Jesucristo. Un parecido que era
fruto de la acción del Espíritu y también del esfuerzo generoso del Fraile
capuchino. En este sentido usaré la expresión “fotocopia
de Cristo” en los escritos que espero ir subiendo
a esta etiqueta de la página web www.san-pio.org
.
En
los cinco primeros escritos comentaré los rasgos que señaló el papa Pablo VI,
en su discurso al Superior general de los Capuchinos y a sus Consejeros
generales, el 20 de febrero de 1971. Después, presentaré otros, no todos, de
esa “fotocopia”. De este modo, los lectores que lo deseen podrán fijarse en
otros rasgos, que, al descubrirlos, tendrían que ser motivo para bendecir al
Señor y llamada para hacerlos realidad en su propia vida.
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En la
vida del Padre Pío hay muchas cosas desconcertantes e inexplicables para
la ciencia; como la hipertermia: subida de su temperatura
corporal hasta los cuarenta y ocho y más grados; la alimentación: con
frecuencia, una sola comida al día ‑cuando la tomaba‑ y muy escasa para una
jornada de quince o dieciséis horas de duro trabajo; la bilocación: sin
abandonar San Giovanni Rotondo, se le "vio" en otros lugares de
Italia y de fuera de Europa; el conocimiento de las conciencias: son
muchos los que afirman que, al acercarse a su confesonario, escucharon de
labios del Padre Pío la lista completa de los pecados ‑con frecuencia olvidados
por la distancia de los años‑ que tenían que manifestar al confesor; el don
de profecía: en 1959, respondió al saludo que el cardenal Montini le
enviaba desde Milán con el comandante Galletti, hijo espiritual del Padre Pío,
con este mensaje: “Escúchame atento, Galletti. Di a su Eminencia que, cuando
muera este Papa, él ha de ser su sucesor"; el perfume: lo
describen como agradable, sutil y delicado, mezcla de violetas y de rosas, y,
entre los que confiesan que lo han percibido, unos lo han disfrutado en
presencia del Padre Pío y otros a miles de kilómetros de distancia, unos en
vida del Padre Pío y otros después de su muerte, algunos sabedores de este
fenómeno y otros sin conocer siquiera la existencia de este Fraile capuchino...
Y si las llagas, vivas, abiertas y sangrantes durante cincuenta años, fueron un
problema sin solución para la medicina y la psicología, no lo fue menos su
desaparición completa, el día de su muerte, sin dejar huella ni cicatriz
alguna. Estas y otras muchas cosas excepcionales se dieron en la vida del Padre
Pío.
Pero
el Padre Pío es también “otra realidad”. Es el seguidor humilde,
obediente, caritativo y alegre de Francisco y de Clara de Asís; es el sacerdote
santo y celoso; es el enamorado de Cristo; es el devoto de la Virgen María que
tiene siempre en sus manos el rosario; es el hermano que vive para sus
hermanos; es el creyente que busca en todo la gloria de Dios y la salvación de
las almas…
Esa “otra realidad” tiene, sí, los cinco
rasgos que señaló el papa Pablo VI: «Celebraba la Misa humildemente,
confesaba de la mañana a la noche y era, aún si difícil de admitir, el
verdadero representante de los estigmas de Nuestro Señor. Era hombre de oración
y de sufrimiento». Pero tiene
otros muchos rasgos del Hijo de Dios hecho hombre, que nos permiten llamar, una
y otra vez, al Padre Pío, como lo hacía fray Modestino: “fotocopia de
Cristo”.
Elías Cabodevilla Garde
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