7. Pon fin a estas aprensiones sin sentido. Recuerda que la culpa no
está en el sentimiento sino en el consentir a tales sentimientos. Sólo la
voluntad que actúa libremente es capaz del bien y del mal. Pero cuando la
voluntad gime bajo la prueba del tentador y no quiere aquello que se le
presenta, allí no sólo no hay culpa sino que hay virtud.
8. Que no te asusten las tentaciones; son la prueba a la que Dios
somete al alma cuando la ve con las fuerzas necesarias para mantener el combate
y para ir tejiendo con sus propias manos la corona de la gloria.
Hasta ahora tu virtud ha sido de niña; ahora el Señor quiere tratarte
como a adulta. Y porque las pruebas de la vida adulta son muy superiores a las
de quien todavía es un niño, por eso al comienzo te encuentras desorganizada;
pero la vida del alma adquirirá la calma y tú recobrarás la quietud. Ten
paciencia por un poco más de tiempo; todo será para tu bien.
9. Las tentaciones contra la fe y la pureza son mercancía que ofrece
el enemigo; pero no hay que tenerle miedo sino despreciarlo. Mientras siga
alborotando, es señal de que todavía no se ha apoderado de la voluntad.
Tú no te desasosiegues por lo que estás experimentando de parte de
este ángel rebelde; que tu voluntad se mantenga siempre contraria a estas
instigaciones, y vive tranquila que ahí no hay culpa sino complacencia de Dios
y ganancia para tu alma.
10. A él debes recurrir en los asaltos del enemigo, en él debes poner
tu esperanza, y de él debes esperar todo bien. No te detengas voluntariamente
en aquello que el enemigo te presenta. Recuerda que vence el que huye; y tú,
ante los primeros movimientos de aversión hacia aquellas personas, debes
apartar el pensamiento y recurrir a Dios. Dobla tu rodilla ante él y con
grandísima humildad repite esta breve súplica: “Ten misericordia de mí, que soy
una pobre enferma”. Después levántate y con santa indiferencia continúa en tus
asuntos.
11. Ten por cierto que cuanto más crecen los asaltos del enemigo tanto
más cerca del alma está Dios. Piensa y compenétrate bien de esta verdad cierta
y reconfortante.
12. Anímate y no temas las obscuras iras de Lucifer. Métete esto en la
cabeza para siempre: es una buena señal que el enemigo alborote y ruja en torno
a tu voluntad, porque esto demuestra que él no está dentro.
¡Ánimo!, mi queridísima hija. Pronuncio esta palabra con gran
sentimiento y, en Jesús, te repito: ¡ánimo!; no hay que temer mientras podamos
decir con decisión, aunque sea sin sentirlo: ¡Viva Jesús!
13. Ten por seguro que cuanto más grata es un alma a Dios más tiene
que ser probada. Por eso, ¡valor! y ¡siempre adelante!
(Tomado de BUONA
GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde