Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Abril: días 21 al 27.


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21. El demonio es como un perro rabioso atado a la cadena; no puede herir a nadie más allá de lo que le permite la cadena. Mantente, pues, lejos. Si te acercas demasiado, te atrapará.

22. No abandonéis vuestra alma a la tentación, dice el Espíritu Santo, pues la alegría del corazón es la vida del alma y un tesoro inagotable de santidad; mientras que la tristeza es la muerte lenta del alma y no es útil para nada.
  
23. Nuestro enemigo, provocador de nuestros males, se hace fuerte con los débiles; pero con aquél que le hace frente con valentía resulta un cobarde.

24. Si conseguimos vencer la tentación, ésta produce el efecto que la lejía en la ropa sucia.
 
25. Sufriría mil veces la muerte antes que ofender al Señor deliberadamente.

26. No se debe volver ni con el pensamiento ni en la confesión a los pecados ya acusados en confesiones anteriores. Por nuestra contrición Jesús los ha perdonado en el tribunal de la penitencia. Allí él se ha encontrado ante nosotros como un acreedor de frente a un deudor insolvente. Con un gesto de infinita generosidad ha rasgado, ha destruido, las letras de cambio firmadas por nosotros al pecar, y que no habríamos podido pagar sin la ayuda de su clemencia divina. Volver sobre aquellas culpas, querer exhumarlas de nuevo con el solo fin de obtener una vez más el perdón, sólo por la duda de que no hayan sido verdaderamente y generosamente perdonadas, ¿no habría que considerarlo como un acto de desconfianza hacia la bondad de la que había dado prueba al destruir él mismo todo título de la deuda que contrajimos al pecar? Vuelve, si esto puede ser motivo de consuelo para nuestras almas, vuelve tu pensamiento a las ofensas infligidas a la justicia, a la sabiduría, a la infinita misericordia de Dios, pero sólo para derramar sobre ellas las lágrimas redentoras del arrepentimiento y del amor.

27. En el alboroto de las pasiones y de las situaciones difíciles nos sostenga en pie la grata esperanza de su inagotable misericordia. Corramos confiadamente al tribunal de la penitencia donde él con anhelo de padre nos espera en todo momento; y aún sabiendo que somos insolventes, no dudemos del perdón que se pronuncia solemnemente sobre nuestros errores. ¡Pongamos sobre ellos, como la ha puesto el Señor, una piedra sepulcral!...

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

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