28. Las tinieblas que a veces obscurecen el cielo de vuestras almas
son luz: por ellas, cuando llegan, os creéis en la obscuridad y tenéis la
impresión de encontraros en medio de un zarzal ardiendo. En efecto, cuando las
zarzas arden, todo alrededor es una nubarrada y el espíritu desorientado teme
no ver ni comprender ya nada. Pero entonces Dios habla y se hace presente al
alma: que vislumbra, entiende, ama y tiembla.
¡No esperéis, pues, al Tabor para ver a Dios, cuando ya lo contemplasteis
en la cima del Sinaí.
29. Camina con alegría y con un corazón lo más sincero y abierto que
puedas; y cuando no puedas mantener esta santa alegría, al menos no pierdas
nunca el valor y la confianza en Dios.
30. Todas las pruebas a las que el Señor os somete y os someterá son
señales de su divina predilección y alhajas para el alma. Pasará, mis queridas
hijas, el invierno y llegará la interminable primavera, tanto más rica de
bellezas cuanto más duras fueron las tempestades.
1. Cuando se pasa ante una
imagen de la Virgen hay que decir: "Te saludo, María. Saluda a Jesús de mi
parte".
2. Escucha, Madrecita: yo te quiero mucho más que a todas las
criaturas de la tierra y del cielo... después de Jesús, naturalmente...; pero
te quiero mucho.
3. Madrecita hermosa, Madrecita querida, eres bella. Si no existiera
la fe, los hombres te llamarían diosa. Tus ojos son más resplandecientes que el
sol; eres bella, Madrecita; yo me glorío de ello, te amo, ¡ah!, ayúdame.
4. María sea la estrella que os ilumine la senda, os muestre el camino
seguro para llegar al Padre del cielo; sea como el ancla a la que os debéis
sujetar cada vez más estrechamente en el tiempo de la prueba.
(Tomado de BUONA
GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde