10. El Señor a veces te hace sentir el peso de la cruz. Este peso te
parece insoportable, y sin embargo tú lo llevas porque el Señor, en su amor y
en su misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza que necesitas.
11. Ciertas dulzuras interiores son cosas de niños. No son señal de
perfección. No dulzuras sino sufrimiento es lo que se precisa. Las arideces, la
desgana, la impotencia, éstos son los signos de un amor verdadero. El dolor es
agradable. El destierro es bello porque se sufre y así podemos ofrecer algo a
Dios. La ofrenda de nuestro dolor, de nuestros sufrimientos, es una gran cosa
que no podemos hacer en el cielo.
12. Preferiría mil cruces e incluso me sería dulce y ligera toda cruz,
si no tuviese esta prueba de sentirme siempre en la duda de si agrado o no al
Señor en mis obras. Es doloroso vivir así... Me resigno, ¡pero la resignación,
mi "fiat", me parece tan frío, tan vacío...! ¡Qué misterio! Sólo
Jesús se preocupa de nosotros.
13. Ama a Jesús; ámalo mucho; pero precisamente por esto, ama cada vez
más el sacrificio.
14. El corazón bueno es siempre fuerte; sufre pero oculta sus
lágrimas, y se consuela sacrificándose por el prójimo y por Dios.
15.
Quien comienza a amar debe estar dispuesto a sufrir.
16. El dolor ha sido amado con deleite por las almas grandes. Es el
remedio de la creación después de la desgracia de la caída; es la palanca más
potente para levantarla; es el segundo brazo del amor infinito para nuestra
regeneración.
(Tomado de BUONA
GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde
Bendito Padre Pio, ora pro nobis.
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