31. Acepta todo dolor e incomprensión que vienen de lo Alto. Así te
perfeccionarás y te santificarás.
1. ¿No nos dice el Espíritu Santo que, en la medida que el alma se
acerca a Dios, debe prepararse para la prueba? ¡Animo, pues! ¡Valor!, hija mía.
Lucha con fortaleza y tendrás el premio reservado a las almas fuertes.
2. Hay que ser fuertes para llegar a ser grandes: éste es nuestro
deber. La vida es una lucha de la que no podemos retirarnos; todo lo contrario,
es necesario triunfar.
3. ¡Ay de los que no son honrados! No sólo pierden todo respeto humano
sino que, además, no pueden ocupar ningún cargo civil... Por eso, seamos
siempre honestos, desechando de nuestra mente todo mal pensamiento; y vivamos
con el corazón orientado siempre hacia Dios, que nos ha creado y nos ha puesto
en este mundo para conocerle, amarle y servirle en esta vida y después gozar de
él eternamente en la otra.
4. Sé que el Señor permite al demonio estos asaltos para que su
misericordia os haga más agradables a sus ojos, y quiere que también os
asemejéis a él en las angustias del desierto, del huerto y de la cruz; pero os
tenéis que defender alejándoos y despreciando en el nombre de Dios y de la
santa obediencia sus malignas insinuaciones.
5. Fíjate bien: siempre que la tentación te desagrade, no tienes por
qué temer, pues, ¿por qué te desagrada si no porque no quisiste sentirla?
Estas tentaciones tan inoportunas nos vienen de la malicia del
demonio, pero el desagrado y el sufrimiento que sentimos por ellas vienen de la
misericordia de Dios, que, contra la voluntad de nuestro enemigo, aparta de su
malicia la santa tribulación, y por medio de ella purifica el oro que quiere
incorporar a sus tesoros.
Digo más: tus tentaciones son del demonio y del infierno, pero tus
penas y sufrimientos son de Dios y del paraíso; las madres son de Babilonia,
pero las hijas son de Jerusalén. Desprecia las tentaciones y abraza las
tribulaciones.
No, no, hija mía, deja que sople el viento y no pienses que el sonido
de las hojas sea el rumor de las armas.
6. No os esforcéis por vencer vuestras tentaciones porque este
esfuerzo las fortalecería; despreciadlas y no os entretengáis en ellas.
Imaginaos a Jesucristo crucificado entre vuestros brazos y sobre vuestro pecho
y repetid muchas veces besando su costado: ¡Esta es mi esperanza, ésta es la
fuente viva de mi felicidad! ¡Yo os agarraré estrechamente y no os dejaré hasta
que me coloquéis en un lugar seguro!
(Tomado de BUONA
GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde
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