Al Padre Pío de
Pietrelcina se le buscaba en vida por muchos motivos, aunque hubiera que
recorrer cientos de kilómetros e incluso viajar de un continente a otro. Muchos
lo hacían para confesarse con él, otros para participar en la misa que, en
frase de Pablo VI, la “celebraba humildemente”, algunos para implorar su
intercesión ante el cielo, los más para ver de cerca a quien consideraban un
hombre de Dios, marcado en su cuerpo con las cinco llagas del Crucificado, y no
faltaban quienes lo hacían por mera curiosidad.
Sobre todo desde el
año 1947, cuando, secundando la petición del Papa Pío XII a promover la oración,
dio nuevo impulso a sus Grupos de Oración, eran muchos los que, individualmente
o con el Grupo, llegaban a San Giovanni Rotondo para encontrarse con el Padre
Pío, escuchar las consignas de su maestro y sentirse estimulados por quien
quiso ser, y fue, “un pobre fraile que ora”.
De hecho, el II Congreso Internacional
de los Grupos de Oración del Padre Pío tuvo lugar en San Giovanni Rotondo, en
septiembre de 1968, con motivo de los 50 años de los Estigmas del Fraile
capuchino.
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El pasado fin de
semana, desde las 10 de la mañana del sábado, día 2 de marzo, hasta media tarde
del domingo, día 3, en la Casa de Espiritualidad de las Hermanas Teresianas de
Jesús-Tortosa (Tarragona – España), unos 40 devotos del Padre Pío, casi todos
ellos de los Grupos de Oración del Padre Pío de las provincias españolas de
Castellón y Tarragona, buscaron lo mismo que otros buscaban años atrás en San
Giovanni Rotondo: a la luz de la espiritualidad del Padre Pío, profundizar en
los contenidos de la fe cristiana y vivir con nuevo entusiasmo y renovada
coherencia el “Creo en Dios Padre,
Creador todopoderoso”, y el “Creo en
Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor”, e “intensificar el testimonio de la caridad”. Los tres temas que he
indicado, que son los que resalta la Carta Apostólica “Porta Fidei”, con la que el Papa Benedicto XVI convocó el Año de la
Fe, centraron la reflexión, las celebraciones, la oración personal y el
compromiso de los asistentes al Retiro.
Es el séptimo retiro
espiritual, uno por año, que organizan estos devotos del Padre Pío. He tenido
la suerte de estar presente en todos ellos. Y, también este año, ante el
ambiente de alegre cordialidad, de trato espontáneo y sincero y de búsqueda ilusionada
de ser en medio del mundo, como pide el
Padre Pío, “levadura de Evangelio” y “faros de amor”, no cabe sino dar gracias
a Dios y pedir al Padre Pío que siga siendo maestro y modelo para todos,
incluso para los pequeños que nos acompañaron en la eucaristía del domingo, y
que, por medio de la Virgen María, nos siga llevando a Jesucristo.
Elías
Cabodevilla Garde