3. Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios
es misericordioso y escuchará tu oración.
4. La oración es la mejor arma que tenemos; es una llave que abre el
corazón de Dios. Debes hablar a Jesús también con el corazón además de hacerlo
con los labios; o, mejor, en algunas ocasiones debes hablarle únicamente con el
corazón.
5. Con el estudio de los libros se busca a Dios; con la meditación se
le encuentra.
6. Sed asiduos a la oración y a la meditación. Ya me habéis dicho que
habéis comenzado a hacerlo. Oh Dios, ¡qué gran consuelo para un padre que os
ama igual que a su propia alma! Continuad progresando siempre en el santo
ejercicio del amor a Dios. Hilad cada día un poco: si es de noche, a la tenue
luz de la lámpara y entre la impotencia y la esterilidad del espíritu; y si es
de día, en el gozo y en la luz deslumbrante del alma.
7. Si puedes hablar al Señor en la oración, háblale, ofrécele tu
alabanza; si no puedes hablar por ser inculta, no te disgustes en los caminos
del Señor; detente en la habitación como los servidores en la corte, y hazle
reverencia. El te verá, le gustará tu presencia, favorecerá tu silencio y en
otro momento encontrarás consuelo cuando él te tome de la mano.
8. Este modo de estar en la
presencia de Dios, únicamente para expresarle con nuestra voluntad que nos
reconocemos siervos suyos, es muy santo, excelente, puro y de una grandísima
perfección.
9. Cuando te encuentres cerca de Dios en la oración, ten presente tu
realidad: háblale si puedes; y si no puedes, párate, hazte ver y no te busques
otras preocupaciones.
(Tomado de BUONA
GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del
italiano: Elías Cabodevilla Garde