Pages

miércoles, 13 de febrero de 2013

Asociado a la pasión de Cristo por la llaga del hombro o “sexta llaga”.



El relato que sigue puede orientar con acierto el cuarto escrito de esta “etiqueta” de la página web:
“Refieren los anales del Claraval que San Bernardo preguntó en cierta ocasión al Señor cuál era el mayor y el más olvidado de sus dolores, y que el Señor se dignó contestarle: Yo tenía en mi hombro, mientras llevaba mi cruz en la calle de la amargura, una dolorosísima llaga, que me atormentaba más que las otras, y que no es recordada por los hombres, porque no la conocieron. Honra esta llaga con tu devoción, y te concederé cualquier cosa que me pidieres por su virtud y mérito. Y en cuanto a todos aquellos que veneraren esta llaga, yo les perdonaré todos los pecados veniales, y jamás me acordaré de sus pecados mortales”. 

El Padre Pío, como cireneo que ayuda a Jesús a llevar la cruz,
en la V estación del Viacrucis de Francesco Messina de San Giovanni Rotondo
Dios Padre, que asoció al Padre Pío de Pietrelcina a la pasión de Cristo por las llagas del Crucificado en sus manos, en sus pies y en su costado, y también por la transverberación, la flagelación y la coronación de espinas, quiso asociarlo también por la llaga del hombro o “sexta llaga”. ¿Tenemos información fiable para afirmarlo?

·   Fray Modestino de Pietrelcina (17.04.1917 – 14.08.1911) fue un hijo espiritual muy especial del Padre Pío. Nació, como el Padre Pío, en Pietrelcina; fue religioso capuchino como el Padre Pío, aunque no fue sacerdote; como el Padre Pío, pasó la mayor parte de su larga vida en San Giovanni Rotondo; como el Padre Pío, fue el gran promotor de la devoción a la Virgen María y del rezo del Rosario; como en el caso del Padre Pío, durante años, todos los días, cientos de personas hacían fila para encontrarse con él, escuchar su palabra sencilla y eficaz y recibir la bendición, que la daba haciendo el signo de la cruz con el crucifijo que le había regalado su Padre espiritual…; y aunque él las pedía al Señor por intercesión del Padre Pío y se las atribuía a esa intercesión, por manos de Fray Modestino pasaron incontables gracias, también extraordinarias.

Fray Modestino, en su libro “YO… TESTIGO DEL PADRE”, después de manifestar su alegría porque el Superior de la Fraternidad le había dado la llave de la celda que había usado el Padre Pío y la llave del archivo para que pusiera un poco de orden, y que su labor principal iba a ser “sellar en recipientes de celofán, preparados al efecto, los vestidos del Padre y todo lo que le había pertenecido o que él había usado”, nos dejó esta confidencia:

“Cuando llegó el turno de las camisetas, recordé que una tarde de 1947, ante la celda número 5, el Padre Pío me confió que uno de sus mayores dolores lo probaba cada vez que tenía que cambiar la cami­seta. Observando atentamente una camiseta de la­na que el Padre había usado, con gran sorpresa mía, noté sobre ella, a la altura de la clavícula dere­cha, una mancha indeleble de sangre. Pensé que el dolor del que se lamentaba el Padre Pío podría te­ner su origen en aquella misteriosa llaga. Me quedé agitado y perplejo. Si en el Padre Pío se habían repetido todos los dolores de la pasión, no se debería excluir que él hubiera padecido también los de la llaga del hombro.
Aquella noche, antes de entregarme al sue­ño, le dirigí con mu­cha fe esta oración: «Querido Padre Pío, sí tú tenías realmen­te la llaga del hom­bro, dame una señal». Me dormí. Pero exactamente a la una y cinco minutos de aquella noche, mien­tras yo dormía tran­quilamente, de im­proviso, un agudo do­lor en el hombro me despertó. Era como si alguno, con un cu­chillo, me hubiera arrancado la carne del hueso de la cla­vícula. Si aquel dolor hubiera durado sólo algún minuto más, pienso que habría muerto. Al mismo tiempo oí una voz que me decía: «Así he sufri­do yo». Me sentí envuelto en un intenso perfume que llenó tam­bién mi celda. Sentí el corazón rebosante de amor de Dios. Y probé una ex­traña sensación: el haber sido pri­vado de aquel insoportable sufri­miento me resultaba todavía más doloroso. El cuerpo quería rechazarlo, pero el alma, inexpli­cablemente, lo deseaba. Era do­lorosísimo y, al mismo tiempo, dulce.
¡Finalmente yo había entendi­do! Más confundido que nunca, yo tenía la certeza de que el Padre Pío, además de las llagas de las manos, de los pies y del costa­do, además de haber sufrido la flagelación y la coronación de es­pinas, por largos años, nuevo Ci­reneo de todos y para todos, ha­bía ayudado a Jesús a llevar la cruz de nuestras miserias, de nues­tras culpas, de nuestros pecados. ¡Y aquella camiseta era el sig­no indeleble de ello!”.

·   Es fácil que, al menos para los que no han conocido a Fray Modestino, este segundo testimonio les resulte más fiable, porque nos viene, aunque por un intermediario, del papa Juan Pablo II.

Durante el Pontificado de Juan Pablo II fueron muchas las voces que afirmaban que el Padre Pío, en el año 1948, cuando le atendió en confesión en San Giovanni Rotondo, anunció al joven sacerdote polaco Karol Wojtyla que se preparara para ser Papa. La veracidad o no de este anuncio profético interesaba a muchos; y ¡qué medio mejor para saberlo que preguntárselo al interesado! No todos podían hacerlo, pero sí los que tenían acceso más fácil a él.

Por el libro de Stefano Campanella “IL PAPA E IL FRATE” sabemos que, al menos en tres ocasiones, se formuló la pregunta al Papa Wojtyla.

        -   El primero en hacérsela directamente fue el padre Flavio Roberto Carraro, en aquel entonces Superior general de los Capuchinos. Fue el 2 de febrero de 1984, con ocasión de la visita de Juan Pablo II a la parroquia de San Hipólito de Roma, atendida por los Capuchinos.

       -   Tres años más tarde, en mayo de 1987, durante la visita pastoral a San Giovanni Rotondo, cuando el Papa cenaba en la “Casa Alivio del Sufrimiento”, el hospital fundado por el Padre Pío, se la hizo el Presidente del mismo, Mons. Ricardo Ruotolo.

       -   Pero la que nos interesa en este momento es la tercera. De ella dio fe el recientemente fallecido cardenal Andrés María Deskur, polaco, amigo de infancia de Karol Wojtyla, su compañero en el seminario clandestino de Cracovia, su enlace en el Vaticano cuando Mons. Wojtyla, como Obispo y como Cardenal, tuvo que viajar a Roma…, y, si las noticias son ciertas, el que más contribuyó para que fuera conocido en los ambientes curiales del Vaticano y para que, en el cónclave de 1978, fuera elegido para suceder a Juan Pablo I. La información la facilitó el 30 de enero del 2004, en San Giovanni Rotondo, cuando fue entrevistado para “Teleradio Padre Pío” por Stefano Campanella:

“No me lo dijo a mí, pero sí lo dijo en mi presencia a otro Obispo polaco que le había preguntado: «Padre Santo, dicen que el Padre Pío había previsto su martirio y su pontificado. ¿Es verdad?».
«No -dijo-, es absolutamente falso. Con el Padre Pío hablamos sólo de sus estigmas. La única pregunta que le hice fue: qué llaga le producía más dolor. Yo estaba convencido de que era la del corazón. El Padre Pío me sorprendió mucho al decir: no, más dolor me produce la del hombro, de la cual nadie sabe y que ni siquiera es curada”.

Elías Cabodevilla Garde

No hay comentarios:

Publicar un comentario