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miércoles, 27 de febrero de 2013

Asociado a la pasión de Cristo por los sufrimientos físicos.



En los sufrimientos con los que el Señor asoció al Padre Pío de Pietrelcina a la pasión de Cristo, que he presentando hasta ahora en esta carpeta de la página web: las llagas del Crucificado en manos, pies y costado, la transverberación, la flagelación y la coronación de espinas, la llaga del hombro o “sexta llaga”, el dolor físico alcanzó, sin duda, sus cotas más altas.

Pero éstos no fueron los únicos sufrimientos físicos con los que el Padre Pío fue completando, como el apóstol San Pablo, «lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia».

Si recorremos el Epistolario del Padre Pío, sobre todo el tomo I, que recoge su correspondencia epistolar con sus Directores espirituales, los padres Benedicto y Agustín de San Marco in Lamis, encontramos datos suficientes para conocer esos otros sufrimientos y también para valorar de algún modo su intensidad. Es cierto que el Epistolario se mueve en un arco breve de tiempo, desde 1910 hasta 1922. 
Interior de la granja de los Forgione en Piana Romana de Pietrelcina
La primera fecha, como ya es sabido por muchos, señala el año en que, a causa de la enfermedad que sufría, los médicos aconsejan al Padre Pío vida al aire libre, a poder ser en su pueblo natal; y, al no tener cerca a sus Directores espirituales, la carta es el medio para comunicarse con ellos. Y la segunda señala el año en que el Santo Oficio, sin valorar, al menos con acierto, las informaciones que le iban llegando en relación al Capuchino de Pietrelcina, manda que el Padre Pío prescinda de la dirección espiritual del padre Benedicto y que en adelante no se comunique con él. El Padre Pío vivió hasta el 23 de septiembre de 1968, pero es lógico pensar que las enfermedades que sufrió en sus primeros 35 años de vida le acompañaron hasta su muerte. Tenemos, además, la información que nos deja el padre Agustín en su ”Diario”.

·  La falta de salud y los sufrimientos que de ella se derivan son un tema recurrente en las cartas del Padre Pío, tanto en las que escribe al padre Benedicto, que, además de Director espiritual, es su Superior provincial, como en las que dirige al padre Agustín. Y se comprende, porque en Pietrelcina, donde no hay todavía convento de Capuchinos, está viviendo una situación anómala para un religioso, y el padre Agustín y, sobre todo, el Superior provincial quieren que termine cuanto antes.
Junto a descripciones genéricas, como éstas:
- «Varios días los he pasado peor que de costumbre en la salud».
- «En este período he estado muy mal de salud».
- «Escribo sólo unas pocas líneas a causa de la recaída en la salud»,
encontramos otras mucho más concretas:
- «He estado muy mal en estos días y, en el momento presente, sólo Dios sabe cómo me siento abatido; también el mal tiempo parece que se alía buscando mi ruina».
- «Marché a Morcone, como era el querer del padre provincial y de la muy reverenda definición, pero cinco días después me vi obligado, lleno de confusión, a regresar a aquí (Pietrelcina)».
- «He estado malísimo, mucho más de lo que puede imaginar. Creía que era la última prueba que debía soportar en esta vida, que estaba para terminar. Pero una vez más me he visto defraudado y… ¡hágase! Comienzo a sentirme un poco mejor y son ya varios los días en los que he dejado la cama y he subido al altar, pero me siento todavía muy mal».

·  Entre las enfermedades que le aquejan y le producen especiales dolores y molestias, el Padre Pío señala repetidas veces la del pecho y, como consecuencia, la tos.
- «Además la tos y los dolores del tórax y de la espalda son los que más me hacen sufrir y continuamente».
- «En los cinco días que he estado en Morcone he quedado reducido a un estado lamentable. Esta recaída, mi querido padre, me ha descompuesto por completo y lo más afectado es el pecho. Me provoca espasmos continuos; me tiene en una agonía permanente. En algunos momentos es tal el sufrimiento que me parece que se me escapa la vida».
Los médicos de Nápoles ya confirmaron esta enfermedad en el pecho, cuando el Padre Pío tuvo que someterse a revisión médica al ser llamado a filas, en la Primera Guerra Mundial. Así se lo comunicó al padre Agustín, en carta de 17 de diciembre de 1915: «Gracias a Dios. Acabo de pasar la visita colegiada de los médicos y me han concedido un año de licencia, porque han reconocido la enfermedad de “infiltración a los pulmones”».

·  Otra enfermedad a la que el Padre Pío alude con frecuencia es la de la vista. Lo hace por primera vez en carta al padre Agustín de 16 de diciembre de 1911 y, después, con relativa frecuencia:
- «En la salud voy mejorando, pero la vista no me acompaña».
- «Quisiera decirle muchas cosas, pero la vista no me lo permite».
- «Termino, mi buen padre, porque las fuerzas me fallan y la vista se me ha obnubilado completamente».
Precisamente, a causa de esta enfermedad, el 21 de marzo de 1912 la Santa Sede concedió al Padre Pío la facultad de poder celebrar diariamente la Misa votiva de la Virgen o la de Difuntos, y también la de conmutar el rezo del Oficio Divino por el rezo diario de los quince misterios del Rosario de la Virgen María.

·  En las cartas del Padre Pío no faltan las referencias a la fiebre. A la primera alusión a ella, en carta al padre Benedicto de 14 de marzo de 1910, siguen otras muchas:
- «Pero la que no quiere dejarme es la fiebre, que casi todos los días, por la tarde, me visita, provocando un sudor abundante».
- «Desde hace ya tres días tengo fiebre continua que no quiere bajar. ¡Se cumpla siempre la voluntad de Dios!».
Sabemos que el Padre Pío rompía los termómetros normales cuando querían tomarle la fiebre. Y que los termómetros especiales que usaban con él llegaron a marcar hasta 48 grados. Más aún, cuando, en junio de 1921, el Visitador apostólico Rafael Carlos Rossi le preguntó, entre otras muchas cosas: - «Este subir la temperatura a los 48º ¿cuándo comenzó?»; y luego: «¿Qué dijeron los médicos? ¿Qué dijeron sobre esto cuando estuvo de soldado?», ésta fue su respuesta: «Extrañeza, nada más. Estando de soldado tuve temperaturas también más altas, pero siempre intenté ocultarlo; una vez, por suerte, el enfermero lo atribuyó a un defecto del termómetro».

·  Escribir sobre el funcionamiento del estómago del Padre Pío y de la escasa alimentación que tomaba el Fraile capuchino, porque su estómago no la admitía, es entrar en lo sorprendente. El Padre Pío ya se refiere a este tema en la primera carta que escribió al padre Benedicto, la del 22 de enero de 1910, y con una buena noticia: «El estado de mi salud, gracias al cielo, va bien; sobre todo el estómago». No son, en cambio, buenas noticias las que encontramos en cartas posteriores:
- «Sólo Dios sabe lo que estoy sufriendo; no sé si sobreviviré a esta durísima prueba; no me tengo en pie; el estómago, como de costumbre, es cada vez más obstinado en no retener alimento alguno».
- «¿Qué debo decirle de mi estado físico? La fiebre no me deja todavía y el estómago se obstina cada vez más en no querer retener alimento alguno».
- «¿Qué me sucederá? El único alimento que retiene el estómago son las sagradas especies. ¡Dios sea bendito!».
El Padre Pío normalmente hacía una sola comida al día y ésta sumamente parca. El padre Agustín lo repite muchas veces en su “Diario”. Y tenemos el testimonio del doctor Romanelli, el primer médico que examinó las “llagas” del Fraile capuchino en diversos días de mayo y de julio de 1919. No se explicaba «cómo podía ser posible que un hombre tan decaído de fuerzas, con una alimentación insuficiente e inadecuada, en cuanto a calidad sobre todo, pueda soportar un trabajo tan continuo; muchos días confiesa desde el alba hasta muy adelantada la tarde, sin dar muestras de cansancio».

·  No faltan en la vida del Padre Pío las vejaciones diabólicas. Dejamos, y no porque fueran menos dolorosas para él, las vejaciones diabólicas que buscaban su caída en el pecado, sea de desconfianza en Dios, sea de rebeldía contra la voluntad divina, sea de impureza…, y las que pretendían impedir su camino hacia la santidad, como cuando le llegaban en blanco las cartas de orientación espiritual que le escribía el padre Agustín; y nos fijarnos en las que le causaban terribles dolores físicos. Son frecuentes en las cartas del Padre Pío las referencias al demonio, tanto en singular, llamándolo “barbablú”, “cosaccio”…, como en plural, llamándolos “cosacci”, “ceffoni”…, en ocasiones en que atacaba o atacaban físicamente al Fraile capuchino. Transcribo tres:
- «Hace tiempo que deseaba escribirle, pero “barbablú” me lo ha impedido. Digo me lo ha impedido porque, cada vez que me he decidido a escribirle, he ahí que me asalta un fortísimo dolor de cabeza, que me parece que de un momento a otro va a explotar, acompañado de un agudísimo dolor en el brazo derecho que me imposibilita tener la pluma en la mano».
- «Son ya veintidós días continuos en los que Jesús permite a estos “ceffoni” desfogar su ira sobre mí. Mi cuerpo, padre mío, está totalmente magullado por los golpes que ha recibido hasta el presente de nuestros enemigos».
- «La otra noche la pasé muy mal. Aquel “cosaccio” desde cerca de las diez, hora en que me acosté, hasta las cinco de la mañana no ha hecho otra cosa que golpearme continuamente».

·  Señalar todas las fuentes de sufrimiento físico del Padre Pío ocuparía muchas páginas más, pues habría que hablar de la gripe española, de asma, de artritis, de artrosis, de hernia inguinal… Para no hacerlo, termino copiando dos textos del “Diario” del padre Agustín, que se refieren al Padre Pío: el primero de 27 de enero de 1937 y el segundo de 31 de diciembre de 1945. Indican con claridad que las enfermedades que el Padre Pío sufrió antes del año 1923 las tuvo en los años sucesivos y que se le fueron sumando otras nuevas; y ponen de relieve -algo inexplicable también para los médicos- la facilidad con la que pasaba de situaciones de extremo sufrimiento, que le obligaban a guardar cama, al trabajo ministerial ordinario:
- «He estado en S. Giovanni Rotondo y he podido hablar casi dos horas con el Padre Pío. Físicamente sufría más que de costumbre. Tenía un resfriado y una tos que no le dejaban descansar durante la noche. De por sí su cuerpo está siempre enfermo: come poquísimo, duerme poquísimo».
- «El Padre ha estado en cama con fiebre alta, ataque de cólico renal y dolores artríticos desde las Vísperas de Navidad hasta todo el día 27. Dos días no ha podido ni siquiera celebrar. Está en cama y no ha comido nada. El médico le ha puesto inyecciones para calmarle los dolores. Después se ha levantado de la cama, reanudando sin más el trabajo ordinario».

Elías Cabodevilla Garde

domingo, 24 de febrero de 2013

Febrero: día 24 a marzo: día 2.


24. El que no medita puede hacer como el que no se mira nunca al espejo, que no se preocupa de salir arreglado. Puede estar sucio sin saberlo.
El que medita y piensa en Dios, que es el espejo de su alma, busca conocer sus defectos, intenta corregirlos, se reprime en sus impulsos y pone su conciencia a punto.

25. No sé ni compadecerte ni perdonarte el que con tanta facilidad dejes la comunión y también la santa meditación. Recuerda, hija mía, que no se llega a la salvación si no es por medio de la oración; y que no se vence en la batalla si no es por la oración. A ti te corresponde, pues, la elección.

26. En cuanto a lo que me dices que sientes cuando haces la meditación, has de saber que es un engaño del diablo. Estate, pues, atenta y vigilante. No dejes jamás la meditación por este motivo; de otro modo, convéncete de que muy pronto serás vencida por completo.

27. Tú, mientras tanto, no te aflijas hasta el extremo de perder la paz interior. Ora con perseverancia, con confianza y con la mente tranquila y serena.

28. Rogad por los malos, rogad por los fervorosos, rogad por el Sumo Pontífice y por todas las necesidades espirituales y temporales de la santa Iglesia, nuestra tiernísima madre; y elevad una súplica especial por todos los que trabajan por la salvación de las almas y por la gloria del Padre celestial.
 
1. Padre, tú amas aquello que yo temo. - Respuesta: Yo no amo el sufrimiento por el sufrimiento; lo pido a Dios, lo deseo por los frutos que me aporta: da gloria a Dios, me alcanza la salvación de mis hermanos en este destierro, libra a las almas del fuego del purgatorio, ¿y qué más quiero yo?
- Padre, ¿qué es el sufrimiento? - Respuesta: Expiación.
- Y para usted, ¿qué es? - Respuesta: Mi alimento diario, mi ¡delicia!

2. No queremos persuadirnos de que nuestra alma necesita el sufrimiento; de que la cruz debe ser nuestro pan de cada día.
Igual que el cuerpo necesita alimentarse, así el alma necesita día tras día de la cruz, para purificarse y separarse de las criaturas.
No queremos comprender que Dios no quiere, no puede salvarnos ni santificarnos sin la cruz, y que cuanto más atrae a un alma hacia sí, más la purifica por medio de la cruz.
 
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde
 

domingo, 17 de febrero de 2013

Febrero: días 17 al 23.



17. Reflexionad y tened siempre ante los ojos de la mente la gran humildad de la Madre de Dios y Madre nuestra. En la medida en que crecían en ella los dones del cielo, ahondaba cada vez más en la humildad.

18. Como las abejas que sin titubear atraviesan una y otra vez las amplias extensiones de los campos, para alcanzar el bancal preferido; y después, fatigadas pero satisfechas y cargadas de polen, vuelven al panal para llevar a cabo allí en una acción fecunda y silenciosa la sabia transformación del néctar de las flores en néctar de vida: así vosotros, después de haberla acogido, guardad bien cerrada en vuestro corazón la palabra de Dios. Volved a la colmena, es decir, meditadla con atención, deteneos en cada uno de los elementos, buscad su sentido profundo. Ella se os manifestará entonces con todo su esplendor luminoso, adquirirá el poder de destruir vuestras naturales inclinaciones hacia lo material, tendrá el poder de transformarlas en ascensiones puras y sublimes del espíritu, y de unir vuestro corazón cada vez más estrechamente al Corazón divino de vuestro Señor.

19. El alma cristiana no deja pasar un solo día sin meditar la pasión de Jesucristo.

20. Para que se dé la imitación, es necesaria la meditación diaria y la reflexión frecuente sobre la vida de Jesús; de la meditación y de la reflexión brota la estima de sus obras; y de la estima, el deseo y el consuelo de la imitación.

21.Ten paciencia al perseverar en este santo ejercicio de la meditación y confórmate con comenzar dando pequeños pasos, hasta que tengas dos piernas para correr, y mejor, alas para volar; conténtate con obedecer, que nunca es algo sin importancia para un alma que ha elegido a Dios por su heredad; y resígnate a ser por el momento una pequeña abeja de la colmena que muy pronto se convertirá en una abeja grande, capaz de fabricar la miel. Humíllate siempre y amorosamente ante Dios y ante los hombres, porque Dios habla verdaderamente al que se presenta ante él con un corazón humilde.

22. No puedo, pues, admitir y, como consecuencia, dispensarte de la meditación sólo porque te parezca que no sacas ningún provecho. El don sagrado de la oración, mi querida hija, lo tiene el Salvador en su mano derecha; y a medida que te vayas vaciando de ti misma, es decir, del amor al cuerpo y de tu propia voluntad, y te vayas enraizando en la santa humildad, el Señor lo irá comunicando a tu corazón.

23. La verdadera causa por la que no siempre consigues hacer bien tus meditaciones yo la descubro, y no me equivoco, está en esto: Te pones a meditar con cierto nerviosismo y con una gran ansiedad por encontrar algo que pueda hacer que tu espíritu permanezca contento y consolado; y esto es suficiente para que no encuentres nunca lo que buscas y no fijes tu mente en la verdad que meditas. Hija mía, has de saber que cuando uno busca con prisas y avidez un objeto perdido, lo tocará con las manos, lo verá cien veces con sus ojos, y nunca lo advertirá.
De esta vana e inútil ansiedad no te puede venir otra cosa que no sea un gran cansancio de espíritu y la incapacidad de la mente para detenerse en el objeto que tiene presente; y la consecuencia de esta situación es cierta frialdad y sin sentido del alma, sobre todo en la parte afectiva.
Para esta situación no conozco otro remedio fuera de éste: salir de esta ansiedad, porque ella es uno de los mayores engaños con los que la virtud auténtica y la sólida devoción pueden jamás tropezar; aparenta enfervorizarse en el bien obrar, pero no hace otra cosa que entibiarse, y nos hace correr para que tropecemos.
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

sábado, 16 de febrero de 2013

Intentos de entrar en el misterio y desvelarlo.



El Padre Pío, «un misterio para sí mismo» como afirmó muchas veces, era también un misterio para los que se acercaban a él. Y muchos quisieron entrar en ese misterio y, si era posible, también desvelarlo a los demás. Lo intentaron: conversando o confesándose con él y dejando por escrito sus experiencias; con fotografías sacadas sobre todo en los momentos en que ese misterio quedaba más a la vista, como en la celebración de la santa Misa o cuando daba la bendición con el Santísimo o cuando rezaba ante el cuadro de Nuestra Señora de las Gracias en la iglesita de Capuchinos de San Giovanni Rotondo o, más tarde, ante el mosaico de la Modonna del Santuario allí inaugurado el 1 de julio de 1959; con el pincel que busca captar y plasmar el profundo misterio de un hombre «devorado por el amor a Dios y el amor al Prójimo», como el cuadro adjunto busca desvelar el misterio del que quiso «ser solamente un pobre fraile que ora»…

*** * ***
Hace unos pocos meses, y a la distancia de 44 años de la muerte del Padre Pío, lo ha intentado también el capuchino Padre Antonio Oteiza.

 Escribe en el prólogo de su publicación: «Todo parece que se hacía misterio, todo su interior, se le hacía misterio al Padre Pío, misterio para sí mismo. También para nosotros hoy, parece que sigue el misterio, el gran misterio del Padre Pío de Pietrelcina. Y en la línea de la pintura todavía está sin aparecer una primera plástica que nos ayude a visualizar en algo ese misterio que fue el vivir del Padre Pío».
En 13 “cartones” - así los llama – de pintura plástica ha plasmado, a la luz de unos textos sencillos y ricos de contenido, estos trece elementos de la vida y de la misión del Santo de Pietrelcina:
    Soy un misterio para mí mismo.
    Al servicio de los hombres.
    Identificado con el Altar.
Un solo corazón con Cristo.
Cartas del Padre Pío.
Su grandísima misión.
La prohibición del Vaticano
Los Grupos de Oración.
Te asocio a mi Pasión.
Casa Alivio del Sufrimi
Obediencia a la Iglesia.
Devoción a María.
El Padre que confiesa.
Elías Cabodevilla Garde

miércoles, 13 de febrero de 2013

Asociado a la pasión de Cristo por la llaga del hombro o “sexta llaga”.



El relato que sigue puede orientar con acierto el cuarto escrito de esta “etiqueta” de la página web:
“Refieren los anales del Claraval que San Bernardo preguntó en cierta ocasión al Señor cuál era el mayor y el más olvidado de sus dolores, y que el Señor se dignó contestarle: Yo tenía en mi hombro, mientras llevaba mi cruz en la calle de la amargura, una dolorosísima llaga, que me atormentaba más que las otras, y que no es recordada por los hombres, porque no la conocieron. Honra esta llaga con tu devoción, y te concederé cualquier cosa que me pidieres por su virtud y mérito. Y en cuanto a todos aquellos que veneraren esta llaga, yo les perdonaré todos los pecados veniales, y jamás me acordaré de sus pecados mortales”. 

El Padre Pío, como cireneo que ayuda a Jesús a llevar la cruz,
en la V estación del Viacrucis de Francesco Messina de San Giovanni Rotondo
Dios Padre, que asoció al Padre Pío de Pietrelcina a la pasión de Cristo por las llagas del Crucificado en sus manos, en sus pies y en su costado, y también por la transverberación, la flagelación y la coronación de espinas, quiso asociarlo también por la llaga del hombro o “sexta llaga”. ¿Tenemos información fiable para afirmarlo?

·   Fray Modestino de Pietrelcina (17.04.1917 – 14.08.1911) fue un hijo espiritual muy especial del Padre Pío. Nació, como el Padre Pío, en Pietrelcina; fue religioso capuchino como el Padre Pío, aunque no fue sacerdote; como el Padre Pío, pasó la mayor parte de su larga vida en San Giovanni Rotondo; como el Padre Pío, fue el gran promotor de la devoción a la Virgen María y del rezo del Rosario; como en el caso del Padre Pío, durante años, todos los días, cientos de personas hacían fila para encontrarse con él, escuchar su palabra sencilla y eficaz y recibir la bendición, que la daba haciendo el signo de la cruz con el crucifijo que le había regalado su Padre espiritual…; y aunque él las pedía al Señor por intercesión del Padre Pío y se las atribuía a esa intercesión, por manos de Fray Modestino pasaron incontables gracias, también extraordinarias.

Fray Modestino, en su libro “YO… TESTIGO DEL PADRE”, después de manifestar su alegría porque el Superior de la Fraternidad le había dado la llave de la celda que había usado el Padre Pío y la llave del archivo para que pusiera un poco de orden, y que su labor principal iba a ser “sellar en recipientes de celofán, preparados al efecto, los vestidos del Padre y todo lo que le había pertenecido o que él había usado”, nos dejó esta confidencia:

“Cuando llegó el turno de las camisetas, recordé que una tarde de 1947, ante la celda número 5, el Padre Pío me confió que uno de sus mayores dolores lo probaba cada vez que tenía que cambiar la cami­seta. Observando atentamente una camiseta de la­na que el Padre había usado, con gran sorpresa mía, noté sobre ella, a la altura de la clavícula dere­cha, una mancha indeleble de sangre. Pensé que el dolor del que se lamentaba el Padre Pío podría te­ner su origen en aquella misteriosa llaga. Me quedé agitado y perplejo. Si en el Padre Pío se habían repetido todos los dolores de la pasión, no se debería excluir que él hubiera padecido también los de la llaga del hombro.
Aquella noche, antes de entregarme al sue­ño, le dirigí con mu­cha fe esta oración: «Querido Padre Pío, sí tú tenías realmen­te la llaga del hom­bro, dame una señal». Me dormí. Pero exactamente a la una y cinco minutos de aquella noche, mien­tras yo dormía tran­quilamente, de im­proviso, un agudo do­lor en el hombro me despertó. Era como si alguno, con un cu­chillo, me hubiera arrancado la carne del hueso de la cla­vícula. Si aquel dolor hubiera durado sólo algún minuto más, pienso que habría muerto. Al mismo tiempo oí una voz que me decía: «Así he sufri­do yo». Me sentí envuelto en un intenso perfume que llenó tam­bién mi celda. Sentí el corazón rebosante de amor de Dios. Y probé una ex­traña sensación: el haber sido pri­vado de aquel insoportable sufri­miento me resultaba todavía más doloroso. El cuerpo quería rechazarlo, pero el alma, inexpli­cablemente, lo deseaba. Era do­lorosísimo y, al mismo tiempo, dulce.
¡Finalmente yo había entendi­do! Más confundido que nunca, yo tenía la certeza de que el Padre Pío, además de las llagas de las manos, de los pies y del costa­do, además de haber sufrido la flagelación y la coronación de es­pinas, por largos años, nuevo Ci­reneo de todos y para todos, ha­bía ayudado a Jesús a llevar la cruz de nuestras miserias, de nues­tras culpas, de nuestros pecados. ¡Y aquella camiseta era el sig­no indeleble de ello!”.

·   Es fácil que, al menos para los que no han conocido a Fray Modestino, este segundo testimonio les resulte más fiable, porque nos viene, aunque por un intermediario, del papa Juan Pablo II.

Durante el Pontificado de Juan Pablo II fueron muchas las voces que afirmaban que el Padre Pío, en el año 1948, cuando le atendió en confesión en San Giovanni Rotondo, anunció al joven sacerdote polaco Karol Wojtyla que se preparara para ser Papa. La veracidad o no de este anuncio profético interesaba a muchos; y ¡qué medio mejor para saberlo que preguntárselo al interesado! No todos podían hacerlo, pero sí los que tenían acceso más fácil a él.

Por el libro de Stefano Campanella “IL PAPA E IL FRATE” sabemos que, al menos en tres ocasiones, se formuló la pregunta al Papa Wojtyla.

        -   El primero en hacérsela directamente fue el padre Flavio Roberto Carraro, en aquel entonces Superior general de los Capuchinos. Fue el 2 de febrero de 1984, con ocasión de la visita de Juan Pablo II a la parroquia de San Hipólito de Roma, atendida por los Capuchinos.

       -   Tres años más tarde, en mayo de 1987, durante la visita pastoral a San Giovanni Rotondo, cuando el Papa cenaba en la “Casa Alivio del Sufrimiento”, el hospital fundado por el Padre Pío, se la hizo el Presidente del mismo, Mons. Ricardo Ruotolo.

       -   Pero la que nos interesa en este momento es la tercera. De ella dio fe el recientemente fallecido cardenal Andrés María Deskur, polaco, amigo de infancia de Karol Wojtyla, su compañero en el seminario clandestino de Cracovia, su enlace en el Vaticano cuando Mons. Wojtyla, como Obispo y como Cardenal, tuvo que viajar a Roma…, y, si las noticias son ciertas, el que más contribuyó para que fuera conocido en los ambientes curiales del Vaticano y para que, en el cónclave de 1978, fuera elegido para suceder a Juan Pablo I. La información la facilitó el 30 de enero del 2004, en San Giovanni Rotondo, cuando fue entrevistado para “Teleradio Padre Pío” por Stefano Campanella:

“No me lo dijo a mí, pero sí lo dijo en mi presencia a otro Obispo polaco que le había preguntado: «Padre Santo, dicen que el Padre Pío había previsto su martirio y su pontificado. ¿Es verdad?».
«No -dijo-, es absolutamente falso. Con el Padre Pío hablamos sólo de sus estigmas. La única pregunta que le hice fue: qué llaga le producía más dolor. Yo estaba convencido de que era la del corazón. El Padre Pío me sorprendió mucho al decir: no, más dolor me produce la del hombro, de la cual nadie sabe y que ni siquiera es curada”.

Elías Cabodevilla Garde

domingo, 10 de febrero de 2013

Febrero: días 10 al 16.



10. Las oraciones, que tú me pides, no te faltan nunca, porque no puedo olvidarme de ti que me cuestas tantos sacrificios. Te he dado a luz a la vida de Dios con el dolor más intenso del corazón. Estoy seguro de que en tus plegarias no te olvidarás del que lleva la cruz por todos.

11. El mejor consuelo es el que viene de la oración.

12. Salvar las almas orando siempre.

13. La oración debe ser insistente, ya que la insistencia pone de manifiesto la fe.

14. Las oraciones de los santos en el cielo y las de los justos en la tierra son perfume que no se perderá jamás.

 15. Yo no me cansaré de orar a Jesús. Es verdad que mis oraciones son más dignas de castigo que de premio, porque he disgustado demasiado a Jesús con mis incontables pecados; pero, al final, Jesús se apiadará de mí.

16. Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas por la recta intención y la buena voluntad.
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 8 de febrero de 2013

Sorprendente también para los médicos.



Son muchas las "bilocaciones" (hacerse presente en otros lugares sin abandonar el lugar de residencia) que se le atribuyen al Padre Pío de Pietrelcina durante su vida en esta tierra. De algunas de ellas no cabe dudar, porque es el Fraile capuchino el que da testimonio de las mismas, por ejemplo en junio de 1921, ante las preguntas del Visitador Apostólico Mons. Rafael Carlos Rossi, después de haber jurado decir la verdad ante el libro de los Evangelios. Las que el Señor le concedió realizar a Raffaelina Cerase, a Giovina Cerase, a María Grazia Massa… tienen lugar cuando están viviendo momentos especialmente dolorosos de su enfermedad, para llevarles consuelo y esperanza.
En el testimonio que ahora presentamos, de nuestro siglo XXI, la presencia de San Pío de Pietrelcina, significada por una estampa suya, llevó algo más que consuelo.
 *** * ***

«El Señor sigue actuando por medio del Padre Pío y éste es un caso más entre otros muchos. A una amiga, en diciembre del 2010, los médicos le diagnosticaron una septicemia gravísima, más difícil de curar en ella porque era alérgica a los antibióticos. Cuando fui a visitarla, la encontré en la UCI y los médicos acababan de pedir a los familiares de la enferma que no se marcharan porque probablemente no pasaría la noche.
Me permitieron entrar a verla, le coloqué una estampa con reliquia del Padre Pío bajo la almohada, oré al Santo pidiendo la curación de mi amiga y rogué a la enfermera que cuidara de que la estampa no se cayera ni se perdiera.
Tuve que salir de viaje; y, al pedir información por teléfono, me dijeron que los médicos estaban sorprendidos porque la enferma había pasado la noche y estaba respondiendo positivamente. Yo y mi marido seguimos orando al Padre Pío por ella.
Su situación era muy delicada: no coordinaba el habla, no lograba escribir y hasta firmar se le había olvidado. Y sólo después de tres meses logró bajarse de la cama y dar sus primeros pasos. Al preguntar al doctor si, en su recuperación, lograría andar, le respondió afirmativamente, pero siempre con ayuda de andador, bastón o muletas.
Nos contó a mi marido y a mí lo que, según ella, no podría decir a otros porque la tendrían por loca. Al salir de la sedación, estando en la UCI, sintió repetidas veces en su mente el nombre de Pío, sin comprenderlo porque no conocía a nadie que se llamara así. Y a los pocos días vio a un fraile con barba delante de una rueda, detrás de la cual estaba el demonio.
Hoy día, desde hace más de una año, hace vida normal, sin ninguna ayuda, subiendo y bajando en los autobuses sin ningún problema.
Más aún: un año antes la habían operado de cáncer de colon y, en la última revisión, los médicos encontraron que todo estaba bien».
 Felisa María Celada
Madrid ( España)

domingo, 3 de febrero de 2013

Febrero: días 3 al 9.



3. Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y escuchará tu oración.

4. La oración es la mejor arma que tenemos; es una llave que abre el corazón de Dios. Debes hablar a Jesús también con el corazón además de hacerlo con los labios; o, mejor, en algunas ocasiones debes hablarle únicamente con el corazón.

5. Con el estudio de los libros se busca a Dios; con la meditación se le encuentra.

6. Sed asiduos a la oración y a la meditación. Ya me habéis dicho que habéis comenzado a hacerlo. Oh Dios, ¡qué gran consuelo para un padre que os ama igual que a su propia alma! Continuad progresando siempre en el santo ejercicio del amor a Dios. Hilad cada día un poco: si es de noche, a la tenue luz de la lámpara y entre la impotencia y la esterilidad del espíritu; y si es de día, en el gozo y en la luz deslumbrante del alma.

7. Si puedes hablar al Señor en la oración, háblale, ofrécele tu alabanza; si no puedes hablar por ser inculta, no te disgustes en los caminos del Señor; detente en la habitación como los servidores en la corte, y hazle reverencia. El te verá, le gustará tu presencia, favorecerá tu silencio y en otro momento encontrarás consuelo cuando él te tome de la mano.

 8. Este modo de estar en la presencia de Dios, únicamente para expresarle con nuestra voluntad que nos reconocemos siervos suyos, es muy santo, excelente, puro y de una grandísima perfección.

9. Cuando te encuentres cerca de Dios en la oración, ten presente tu realidad: háblale si puedes; y si no puedes, párate, hazte ver y no te busques otras preocupaciones.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

sábado, 2 de febrero de 2013

Nuevas “Casa Alivio del sufrimiento”.



El Padre Pío no se desanimó cuando, en el año 1938, un terremoto tiró por tierra el antiguo monasterio de Clarisas de San Giovanni Rotondo, en el que, abandonado por su estado ruinoso, había conseguido arreglar una parte del edificio e instalar allí, en el año 1925, el pequeño hospital “San Francisco de Asís”. Todo lo contrario; convencido de que “en el enfermo sufre Cristo” y conocedor de que en San Giovanni Rotondo y en sus alrededores la asistencia sanitaria era muy deficiente, se lanzó a la construcción del gran hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, que inauguró, con 300 camas, el 5 de mayo de 1956.
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He podido seguir de cerca lo que he titulado «Nuevas “Casa Alivio del sufrimiento”». Los detalles son interesantes pero no son necesarios para la finalidad de esta etiqueta de la página web: poner de manifiesto que el Padre Pío sigue cumpliendo después de su muerte la “misión grandísima” que realizó en vida.
El hecho que motiva todo esto es muy normal en su primera parte; es excepcional en la segunda.
·    Primera parte: Un hombre, Hugo Mercado, en el año  2001, en la ciudad de La Rioja (Argentina),  por primera vez en su ya larga vida se siente indispuesto, visita al médico, vienen los análisis clínicos, la biopsia de la glándula tiroides confirma el cáncer, una fecha para la intervención quirúrgica en la cercana ciudad de Córdoba, en la víspera de la misma, como creyente y practicante, se acerca a una iglesia, la  atendida por los Capuchinos, para prepararse con la recepción de los Sacramentos…
·    Segunda parte: Mucha gente a la puerta del templo, le dicen que esperan la llegada de una reliquia del Beato Pío de Pietrelcina, del que él nunca ha oído hablar, venera la reliquia y suplica a ese Santo desconocido para él, una paz interior como nunca había experimentado, que se prolonga durante todo el día siguiente, operación quirúrgica satisfactoria, quince días de espera del resultado de la biopsia, el doctor que le ha intervenido que decide repetirla porque se ha encontrado con algo “milagroso”: el tumor maligno aparece como benigno….
·    Una decisión del señor Mercado y de su familia: en agradecimiento al Señor y al Santo capuchino italiano, personas y bienes de la familia al servicio de las obras promovidas en vida por el Padre Pío, buscando para las mismas la implicación de otras personas.
Meses más tarde, tras su visita a San Giovanni Rotondo para dar gracias al Señor e informarse con más detalle del funcionamiento de los Grupos de Oración y del hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, comienzan a promover en La Rioja las dos obras del Santo capuchino. Un paso previo e importante para la segunda es el reconocimiento jurídico de la primera como O.N.G.; y el Grupo de Oración del Padre Pío obtiene la Personalidad Jurídica de O.N.G., con el número 075, el 23 de septiembre del 2003.
Centro de Salud Padre Pío de Pietrelcina I
en La Rioja (Argentina)
La primera “Casa Alivio del Sufrimiento”, o Centro de Salud Padre Pío de Pietrelcina I, se inaugura en el Barrio Panamericano de la Rioja capital, el 23 de septiembre del año 2004, bendecido por el Obispo de la Diócesis, Mons. Fabriciano  Sigampa, con una superficie de 365 m2 cubiertos. En este Centro, como en los que construyen en los años sucesivos, la atención médica es gratuita y se atienden, además de las propias de un Centro Primario, como clínica general, pediatría, materno-infantil…, especialidades como análisis bioquímicos, atención odontológica, tiroideas, fisioterapias, gimnasia  especializada para cardíacos, gimnasia recreativa para la tercera edad…
Al primero sigue pronto el Centro de Salud Padre Pío de Pietrelcina II, también en La Rioja capital, en el  Barrio San Martín, que se inaugura el 11 de abril de 2005, con 280 m2 cubiertos.
El Centro de Salud Padre Pío de Pietrelcina III, con una superficie de 200 m2 cubiertos, se levanta en el Barrio Alunai, también en La Rioja capital, inaugurado el 23 de septiembre del 2008
      Los Centros de Salud Padre Pío de Pietrelcina IV y V salen de la Capital y se ubican en dos poblaciones de la Provincia: en Aimogasta el primero, con una superficie cubierta de 200 m2, que se inaugura en marzo del 2010; y el segundo en Senagasta, con una superficie cubierta de 110 m2, inaugurado en mayo de ese mismo año 2010.
Elías Cabodevilla Garde