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viernes, 25 de enero de 2013

¿Por su valiosa intercesión ante el Señor…?



En vida del Santo, fueron muchos, muchísimos, los que atribuyeron las gracias especiales recibidas del Señor a la intercesión del Padre Pío de Pietrelcina. Gracias que, cuando se trataba de enfermedades corporales, con frecuencia resultaban inexplicables para la medicina.
Hoy, en el siglo XXI, son muchos los que piensan del mismo modo. Entre ellos, el autor del testimonio que transcribo a continuación:
*** * ***

 "Antes de presentar mi testimonio quiero hacer un reconocimiento especial al sexto sentido de todas las mujeres en el mundo; en esta ocasión de manera especial al de mi esposa. Ya que fue ella la que intuyó o presintió que yo estaba enfermo y en varias ocasiones me pidió y en otras me exigió que me hiciera algunos estudios clínicos o que visitara al doctor. y después de casi un año de tanta insistencia y a regañadientes me realicé los estudios.
Ya era el mes de junio cuando me entregaron los resultados de los estudios clínicos. Se detectó el Antigeno Prostático Específico total, que, si para los hombres de mi edad no debe de excederse de 5.3 ng/ml, nos marcó que tenía 29.5 ng/ml, más de 5 veces la lectura normal. Ante esta situación tan apremiante y ante la inflamación que se detectó en el lado derecho de mi próstata, se requirió se me realizara una biopsia, donde me encontraron células cancerosas que estaban en proceso de desencapsularse. La palabra cáncer es una palabra muy fuerte y muy traumática, que siempre la relacionamos con la muerte, y ésta es todavía más fuerte y traumática si te llegan a decir que tú tienes cáncer
Hubo que realizar otra serie de estudios para detectar qué intensidad tenía el cáncer y fue que, a partir de ese momento, caí en una fuerte depresión y el stress hacía estragos en mí, a tal grado que llegué a  perder más de 7 kilos en un lapso corto de tiempo, y al mismo tiempo tenía miedo de reconocer que yo lo padecía y hablaba de él con miedo como “mi enfermedad”; no me atrevía a decir que tenía cáncer por miedo a que, si lo decía, crecería más rápidamente.
Por nervios y por la depresión, caí en la desesperación y me hacía la clásica pregunta que se hace un enfermo “por qué yo”, si me considero una buena persona, creo que no soy un mal esposo, soy buen padre, tengo mi apostolado en mi parroquia; ¿por qué yo?, llegando al extremo de renegar de Dios. Hasta que un día,  hablando con una amiga de mis hijos, que me cuestionó mi actitud tan negativa por sufrir una enfermedad, me preguntó si me sentía superior a Jesús, que había sufrido tanto en su martirio por nosotros, o a los santos como San Francisco y el Padre Pío, que habían sufrido en carne propia el dolor de los estigmas de Cristo, o de cualquier otro santo. Gracias a Dios esta conversación me hizo cambiar mi manera de pensar y el ¿por qué yo? lo cambié en el ¿para qué yo?
 Poco tiempo después fui invitado, junto con mi esposa, por un grupo de jóvenes a participar en un retiro de Jornadas como Papás en representación simbólica de sus Padres. Dimos una pequeña plática y después mi esposa dio nuestro testimonio como matrimonio y yo como una persona enferma. Cuando hablé con ellos, me liberé del trauma del cáncer, pudiendo decir por primera vez que padecía de cáncer, y, a partir de ese momento, empecé a sentirme libre de ese peso. Al mismo tiempo iniciaron los estudios para valorar el grado del cáncer y así determinar el tratamiento y la intensidad, que fue designado a base de las radiaciones.
Al principio del mes de diciembre del 2005 inició mi tratamiento, pero, como coincidencia, llegaron unas reliquias del Padre Pío a México, que por un tiempo recorrieron varias ciudades e iglesias del país y el 10 de diciembre llegaron a la “Iglesia de Piedra” –así llamamos a la iglesia que atienden los Capuchinos en la Colonia Las Águilas de la capital de México-, que actualmente es su sede. Fui invitado a pedirle al Padre Pío su intercesión y, al encontrarme frente a ellas, le pedí con mucha fe para tener una curación. No recuerdo el tiempo que estuve frente a ellas, sin embargo se me hizo tan poco. A partir de ese momento empecé a tener una tranquilidad espiritual enorme y a tener una gran confianza de que me iba a curar por la intersección del Padre Pío.
Cinco días después, el 15 de diciembre, el Urólogo personal me mandó hacer nuevos estudios del Antigeno Prostático Específico y los resultados fueron increíbles de que hubieran bajado en tan poco tiempo de iniciado el tratamiento a 2.00 ng/ml, situación difícil de enteder pues los estudios durante las radiaciones pueden mentir creciendo hasta 10 veces los valores reales. Es cuando a partir de ese momento hubo un descenso sistemático del antígeno, hasta llegar al rango de 0.00 en el mes de marzo de 2006.
Con este testimonio quiero hacer patente mi agradecimiento al grupo de voluntarios y de oración de mi parroquia que, algunos sin conocerme personalmente, oraron por mi salud; y en forma muy especial mi agradecimiento y amor al Padre Pío, que intercedió por mí ante Dios Nuestro Señor para encontrar la salud y cumplir la misión que me encomendó en la tierra de divulgar que por su gracia todos podemos sanar tanto del cuerpo como del  espíritu".
Ricardo Guillermo Bravo Cacho
México, D. F.

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