En vida del Santo,
fueron muchos, muchísimos, los que atribuyeron las gracias especiales recibidas
del Señor a la intercesión del Padre Pío de Pietrelcina. Gracias que, cuando se
trataba de enfermedades corporales, con frecuencia resultaban inexplicables
para la medicina.
Hoy, en el siglo
XXI, son muchos los que piensan del mismo modo. Entre ellos, el autor del
testimonio que transcribo a continuación:
*** * ***
"Antes de
presentar mi testimonio quiero hacer un reconocimiento especial al sexto
sentido de todas las mujeres en el mundo; en esta ocasión de manera especial al
de mi esposa. Ya que fue ella la que intuyó o presintió que yo estaba enfermo y
en varias ocasiones me pidió y en otras me exigió que me hiciera algunos
estudios clínicos o que visitara al doctor. y después de casi un año de tanta
insistencia y a regañadientes me realicé los estudios.
Ya era el mes de junio cuando me entregaron los
resultados de los estudios clínicos. Se detectó el Antigeno Prostático
Específico total, que, si para los hombres de mi edad no debe de excederse de
5.3 ng/ml, nos marcó que tenía 29.5 ng/ml, más de 5 veces la lectura normal.
Ante esta situación tan apremiante y ante la inflamación que se detectó en el
lado derecho de mi próstata, se requirió se me realizara una biopsia, donde me
encontraron células cancerosas que estaban en proceso de desencapsularse. La
palabra cáncer es una palabra muy fuerte y muy traumática, que siempre la relacionamos
con la muerte, y ésta es todavía más fuerte y traumática si te llegan a decir
que tú tienes cáncer
Hubo que realizar otra serie de estudios para detectar
qué intensidad tenía el cáncer y fue que, a partir de ese momento, caí en una
fuerte depresión y el stress hacía estragos en mí, a tal grado que llegué
a perder más de 7 kilos en un lapso
corto de tiempo, y al mismo tiempo tenía miedo de reconocer que yo lo padecía y
hablaba de él con miedo como “mi enfermedad”; no me atrevía a decir que tenía
cáncer por miedo a que, si lo decía, crecería más rápidamente.
Por nervios y por la depresión, caí en la
desesperación y me hacía la clásica pregunta que se hace un enfermo “por qué yo”, si me considero una buena
persona, creo que no soy un mal esposo, soy buen padre, tengo mi apostolado en
mi parroquia; ¿por qué yo?, llegando al extremo de renegar de Dios. Hasta que
un día, hablando con una amiga de mis
hijos, que me cuestionó mi actitud tan negativa por sufrir una enfermedad, me
preguntó si me sentía superior a Jesús, que había sufrido tanto en su martirio
por nosotros, o a los santos como San Francisco y el Padre Pío, que habían
sufrido en carne propia el dolor de los estigmas de Cristo, o de cualquier otro
santo. Gracias a Dios esta conversación me hizo cambiar mi manera de pensar y
el ¿por qué yo? lo cambié en el ¿para qué
yo?
Poco tiempo
después fui invitado, junto con mi esposa, por un grupo de jóvenes a participar
en un retiro de Jornadas como Papás en representación simbólica de sus Padres. Dimos
una pequeña plática y después mi esposa dio nuestro testimonio como matrimonio
y yo como una persona enferma. Cuando hablé con ellos, me liberé del trauma del
cáncer, pudiendo decir por primera vez que padecía de cáncer, y, a partir de
ese momento, empecé a sentirme libre de ese peso. Al mismo tiempo iniciaron los
estudios para valorar el grado del cáncer y así determinar el tratamiento y la
intensidad, que fue designado a base de las radiaciones.
Al principio del mes de diciembre del 2005 inició mi
tratamiento, pero, como coincidencia, llegaron unas reliquias del Padre Pío a
México, que por un tiempo recorrieron varias ciudades e iglesias del país y el
10 de diciembre llegaron a la “Iglesia de Piedra” –así llamamos a la iglesia
que atienden los Capuchinos en la Colonia Las Águilas de la capital de México-,
que actualmente es su sede. Fui invitado a pedirle al Padre Pío su intercesión
y, al encontrarme frente a ellas, le pedí con mucha fe para tener una curación.
No recuerdo el tiempo que estuve frente a ellas, sin embargo se me hizo tan
poco. A partir de ese momento empecé a tener una tranquilidad espiritual enorme
y a tener una gran confianza de que me iba a curar por la intersección del
Padre Pío.
Cinco días después, el 15 de diciembre, el Urólogo
personal me mandó hacer nuevos estudios del Antigeno Prostático Específico y
los resultados fueron increíbles de que hubieran bajado en tan poco tiempo de
iniciado el tratamiento a 2.00 ng/ml, situación difícil de enteder pues los
estudios durante las radiaciones pueden mentir creciendo hasta 10 veces los
valores reales. Es cuando a partir de ese momento hubo un descenso sistemático
del antígeno, hasta llegar al rango de 0.00 en el mes de marzo de 2006.
Con este testimonio quiero hacer patente mi
agradecimiento al grupo de voluntarios y de oración de mi parroquia que,
algunos sin conocerme personalmente, oraron por mi salud; y en forma muy
especial mi agradecimiento y amor al Padre Pío, que intercedió por mí ante Dios
Nuestro Señor para encontrar la salud y cumplir la misión que me encomendó en
la tierra de divulgar que por su gracia todos podemos sanar tanto del cuerpo
como del espíritu".
Ricardo Guillermo Bravo Cacho
México, D. F.