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martes, 29 de enero de 2013

Asociado a la pasión de Cristo por la transverberación, la flagelación y la coronación de espinas.



En el segundo escrito de esta “etiqueta” de la página web presenté al Padre Pío de Pietrelcina “Asociado a la pasión de Cristo por las cinco llagas del Crucificado” en su cuerpo. En el que ahora escribo quiero referirme a otros tres medios que usó el Señor para asociar al Fraile capuchino a la pasión de su Hijo: la transverberación, la flagelación y la coronación espinas.

·  La transverberación es llamada por algunos el “asalto del Serafín”. Y los entendidos la describen como una gracia santificadora por la que el alma, abrasada por el amor de Dios, es interiormente asaltada por un serafín, el cual, quemándola, la traspasa hasta el fondo con un dardo de fuego, y el alma es invadida por una suavidad deliciosísima.

El Padre Pío recibió esta gracia en la tarde del 5 de agosto de 1918, en su celda del convento capuchino de San Giovanni Rotondo. En la carta que días más tarde, el 21 de agosto, envió a su Director espiritual, el padre Benedicto de San Marco in Lamis, escribió así:
“Por obediencia me decido a manifestarle lo que su­cedió en mí desde el día cinco por la tarde, y se prolongó durante todo el seis del corriente mes de agosto.
Transverberación del Padre Pío.
Interpretada por Am. Kòo.
No soy capaz de decirle exactamente lo que pasó a lo largo de este tiempo de superlativo martirio. Me halla­ba confesando a nuestros seráficos la tarde del cinco, cuando de repente me llené de un espantoso terror ante la visión de un personaje celeste que se me presenta ante los ojos de la mente. Tenía en la mano una especie de dardo, semejante a una larguísima lanza de hierro, con una punta muy afilada y parecía como si de esa punta saliese fuego. Ver esto y observar que aquel per­sonaje arrojaba con toda violencia el dardo sobre mi alma fue todo uno. A duras penas exhalé un gemido, me parecía morir. Le dije al seráfico que se marchase, porque me sentía mal y no me encontraba con fuerzas para continuar.
Este martirio duró sin interrupción hasta la mañana del día siete. No sabría decir cuánto sufrí en este perio­do tan luctuoso. Sentía también las entrañas como arran­cadas y desgarradas por aquel instrumento, mientras todo quedaba sometido a hierro y fuego. Desde aquel día estoy herido de muerte. Siento en lo más íntimo del alma una herida siempre abierta, que me causa continuamente un sufrimiento atroz”.

Como conclusión de este estremecedor relato, el Padre Pío pregunta: “¿No es éste un nuevo castigo infligido por la justicia divina?”.

Y en la respuesta, clara y certera, del padre Benedicto: “Todo lo que ocurre en ti es efecto del amor, es prueba, es vocación a corredimir y, por tanto, es fuente de gloria”, tenemos la explicación precisa: por el carisma, dulce y doloroso a la vez, de la transverberación el Señor asocia al Padre Pío a la pasión de Cristo, para que, también por este medio, colabore con él en la redención del mundo.

·   La flagelación y la coronación de espinas fueron, sin duda, sufrimientos particularmente dolorosos en la pasión de Cristo. Y el Señor los quiso también para el Padre Pío; y, además, durante muchos años y muy repetidos. ¿Cómo lo sabemos?

Comencemos diciendo que sería inútil buscar revelaciones o anuncios espontáneos del Santo capuchino, pues nos consta que pensaba -y actuaba en consecuencia- que “Es bueno guardar el secreto del rey”, como se lee en el libro de Tobías 12,7.

Pero no faltan sencillas manifestaciones de estos dones sobrenaturales. Una de ellas, y muy elocuente, son las camisas usadas por el Padre Pío, totalmente ensangrentadas, unas como consecuencia de los golpes que con frecuencia recibía de los demonios, y otras como efecto del fenómeno místico de la flagelación que, si bien tenía lugar en el centro de su alma, dejaba huellas también en el cuerpo. Y, en relación a la coronación de espinas, fueron, al parecer,  muchos los que vieron cosas extrañas en la frente del Capuchino, sobre todo mientras celebraba la santa Misa. De otro modo, no se explica que Rafael Carlos Rossi, el carmelita enviado por el Vaticano en junio de 1221 a investigar en San Giovanni Rotondo, le preguntara en el sexto y último de los interrogatorios a los que cometió al Padre Pío:
“- Pregunta: Hay quien dice que algún signo le aparece también en la cabeza.
- Respuesta: (Riéndose) Oh, ¡por amor de Dios! ¡Qué quiere que responda! A veces me he encontrado con ampollitas en la frente o en la cabeza, pero no les he dado ninguna importancia; ¡ni se me ha pasado por la mente decirlo a otros!”.

También en esto quiso “el rey”, el Señor, revelarnos lo que el Padre Pío intentó que quedara en secreto. Se sirvió de nuevo de la insistencia en preguntar del padre Agustín de San Marco in Lamis. Parece un juego de niños, pero no lo fue, al menos por parte del Padre Pío, que seguía pensando que “Es bueno guardar los secretos del rey”. Son seis cartas, tres del padre Agustín, segundo Director espiritual del Padre Pío, y tres del Dirigido espiritual, el Padre Pío, en el plazo muy breve de 20 días, en el año 1915.

-    En carta del 20 de septiembre, el padre Agustín plantea a su Dirigido espiritual:
«Ahora te ruego que preguntes a Jesús si puedo hacerte algunas preguntas en relación a algunas gracias que él haya podido concederte y, de ser así, si tú podrías responderme».

-    El Padre Pío escribe al padre Agustín el 25 de septiembre, pero en la carta no hay ninguna referencia al tema que se le había planteado.

-    La siguiente carta del padre Agustín lleva fecha de 30 de septiembre y en ella no falta cierto tono autoritario:
«Y ahora te pregunto en nombre de Jesús algunas cosas y tú no debes olvidarte de responderme, debes rogar e importunar a Jesús para hacerme saber todo, ante todo para su gloria y también para salvación de las almas”.

-    En el escrito del Padre Pío de 4 de octubre, aunque es muy largo, sólo al final encontramos esta breve frase:
Perdóneme si no respondo a las preguntas que me hace en su última carta. Siendo sincero, debo decirle que me resulta muy cuesta arriba escribir sobre aquellas cosas. Padre, ¿no sería posible en este momento prescindir de la respuesta a sus preguntas?”.

Camisa usada por el Padre Pío (espalda),
ensangrentada por el fenómeno místico
de la flagelación.
-    Sin darse por vencido, el padre Agustín vuelve a la carga el 7 de octubre y escribe:
“Me pides prescindir de las respuestas a mis preguntas. A decir verdad, yo siento en mi corazón que debo insistir: pienso que esta insistencia no desagradará a Jesús, y que tú no debes tener reparo en obedecer, porque, no lo dudes, todo será para gloria de Dios y salvación nuestra”.

-    Tres días después, el 10 de octubre, el Padre Pío escribe al padre Agustín y responde a las tres preguntas que le había formulado; pero su respuesta se limita estrictamente a lo que le ha preguntado, como lo vemos en la que ahora nos interesa:
“La tercera y última pregunta vuestra es si el Señor le ha hecho probar (al alma), y cuantas veces, su coronación de espinas y su flagelación. La respuesta a esta pregunta tiene que ser también afirmativa; el número no sabría determinarlo, sólo puedo afirmar que esta alma padece esto desde hace varios años y casi una vez por semana”.
 Elías Cabodevilla Garde

domingo, 27 de enero de 2013

Enero: día 27 a febrero: día 2.



27. Recuerda que la madre, al principio, enseña a andar a su hijo sosteniéndolo, pero que éstos muy pronto deben caminar ellos solos; de igual modo, tú debes razonar con tu cabeza.
28. “Mientras tengas temor no pecarás”. "Será así, padre, pero sufro mucho". "Se sufre mucho, es cierto, pero hay que confiar; existe el temor de Dios y el temor de Judas.
El miedo excesivo nos impide obrar con amor, y la excesiva confianza no nos deja ser conscientes y temer el peligro que debemos superar.
El primero debe dar la mano a la segunda, y deben caminar los dos juntos como dos hermanas. Hay que actuar siempre así, ya que, si nos percatamos de tener miedo o de temer demasiado, entonces debemos recurrir a la confianza; y, si confiamos en exceso, debemos, en cambio, tener un poco de temor, porque el amor tiende hacia el objeto amado, pero al avanzar es ciego, no ve, pero el santo temor le ofrece la luz.

29. No se alcanza la salvación si no es atravesando el borrascoso mar que nos amenaza siempre con destruirnos. El Calvario es el monte de los santos, pero de allí se pasa a otro monte, que se llama Tabor.

30. Yo no deseo otra cosa que morir o amar a Dios: o la muerte o el amor; pues la vida sin este amor es peor que la muerte; para mí esa situación sería más insostenible que la actual.

31. No debo, pues, mi queridísima hija, dejar pasar el primer mes del año sin llevar a tu alma el saludo de mi alma y garantizarte cada día más el afecto que mi corazón alimenta por el tuyo, al que no dejo nunca de desear toda clase de bendiciones y de felicidad espiritual. Pero, mi buena hija, encomiendo vivamente a tus cuidados ese tu pobre corazón: intenta hacerlo cada día más grato a nuestro dulcísimo Salvador, y actuar de modo que este nuevo año sea más rico en buenas obras que el año pasado, ya que, en la medida que pasan los años y se acerca la eternidad, hay que redoblar el esfuerzo y elevar nuestro espíritu a Dios, sirviéndolo con mayor diligencia en todo aquello a lo que nos obliga nuestra vocación y profesión cristiana.


1. La oración es el desahogo de nuestro corazón en el de Dios... Cuando se hace bien, conmueve el corazón de Dios y le invita, siempre más, a acoger nuestras súplicas. Cuando nos ponemos a orar a Dios, busquemos desahogar todo nuestro espíritu. Nuestras súplicas le cautivan de tal modo que no puede menos de venir en nuestra ayuda.

 2. Quiero ser solamente un pobre fraile que ora... Dios ve manchas hasta en los ángeles, ¡cuánto más en mí!

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

viernes, 25 de enero de 2013

¿Por su valiosa intercesión ante el Señor…?



En vida del Santo, fueron muchos, muchísimos, los que atribuyeron las gracias especiales recibidas del Señor a la intercesión del Padre Pío de Pietrelcina. Gracias que, cuando se trataba de enfermedades corporales, con frecuencia resultaban inexplicables para la medicina.
Hoy, en el siglo XXI, son muchos los que piensan del mismo modo. Entre ellos, el autor del testimonio que transcribo a continuación:
*** * ***

 "Antes de presentar mi testimonio quiero hacer un reconocimiento especial al sexto sentido de todas las mujeres en el mundo; en esta ocasión de manera especial al de mi esposa. Ya que fue ella la que intuyó o presintió que yo estaba enfermo y en varias ocasiones me pidió y en otras me exigió que me hiciera algunos estudios clínicos o que visitara al doctor. y después de casi un año de tanta insistencia y a regañadientes me realicé los estudios.
Ya era el mes de junio cuando me entregaron los resultados de los estudios clínicos. Se detectó el Antigeno Prostático Específico total, que, si para los hombres de mi edad no debe de excederse de 5.3 ng/ml, nos marcó que tenía 29.5 ng/ml, más de 5 veces la lectura normal. Ante esta situación tan apremiante y ante la inflamación que se detectó en el lado derecho de mi próstata, se requirió se me realizara una biopsia, donde me encontraron células cancerosas que estaban en proceso de desencapsularse. La palabra cáncer es una palabra muy fuerte y muy traumática, que siempre la relacionamos con la muerte, y ésta es todavía más fuerte y traumática si te llegan a decir que tú tienes cáncer
Hubo que realizar otra serie de estudios para detectar qué intensidad tenía el cáncer y fue que, a partir de ese momento, caí en una fuerte depresión y el stress hacía estragos en mí, a tal grado que llegué a  perder más de 7 kilos en un lapso corto de tiempo, y al mismo tiempo tenía miedo de reconocer que yo lo padecía y hablaba de él con miedo como “mi enfermedad”; no me atrevía a decir que tenía cáncer por miedo a que, si lo decía, crecería más rápidamente.
Por nervios y por la depresión, caí en la desesperación y me hacía la clásica pregunta que se hace un enfermo “por qué yo”, si me considero una buena persona, creo que no soy un mal esposo, soy buen padre, tengo mi apostolado en mi parroquia; ¿por qué yo?, llegando al extremo de renegar de Dios. Hasta que un día,  hablando con una amiga de mis hijos, que me cuestionó mi actitud tan negativa por sufrir una enfermedad, me preguntó si me sentía superior a Jesús, que había sufrido tanto en su martirio por nosotros, o a los santos como San Francisco y el Padre Pío, que habían sufrido en carne propia el dolor de los estigmas de Cristo, o de cualquier otro santo. Gracias a Dios esta conversación me hizo cambiar mi manera de pensar y el ¿por qué yo? lo cambié en el ¿para qué yo?
 Poco tiempo después fui invitado, junto con mi esposa, por un grupo de jóvenes a participar en un retiro de Jornadas como Papás en representación simbólica de sus Padres. Dimos una pequeña plática y después mi esposa dio nuestro testimonio como matrimonio y yo como una persona enferma. Cuando hablé con ellos, me liberé del trauma del cáncer, pudiendo decir por primera vez que padecía de cáncer, y, a partir de ese momento, empecé a sentirme libre de ese peso. Al mismo tiempo iniciaron los estudios para valorar el grado del cáncer y así determinar el tratamiento y la intensidad, que fue designado a base de las radiaciones.
Al principio del mes de diciembre del 2005 inició mi tratamiento, pero, como coincidencia, llegaron unas reliquias del Padre Pío a México, que por un tiempo recorrieron varias ciudades e iglesias del país y el 10 de diciembre llegaron a la “Iglesia de Piedra” –así llamamos a la iglesia que atienden los Capuchinos en la Colonia Las Águilas de la capital de México-, que actualmente es su sede. Fui invitado a pedirle al Padre Pío su intercesión y, al encontrarme frente a ellas, le pedí con mucha fe para tener una curación. No recuerdo el tiempo que estuve frente a ellas, sin embargo se me hizo tan poco. A partir de ese momento empecé a tener una tranquilidad espiritual enorme y a tener una gran confianza de que me iba a curar por la intersección del Padre Pío.
Cinco días después, el 15 de diciembre, el Urólogo personal me mandó hacer nuevos estudios del Antigeno Prostático Específico y los resultados fueron increíbles de que hubieran bajado en tan poco tiempo de iniciado el tratamiento a 2.00 ng/ml, situación difícil de enteder pues los estudios durante las radiaciones pueden mentir creciendo hasta 10 veces los valores reales. Es cuando a partir de ese momento hubo un descenso sistemático del antígeno, hasta llegar al rango de 0.00 en el mes de marzo de 2006.
Con este testimonio quiero hacer patente mi agradecimiento al grupo de voluntarios y de oración de mi parroquia que, algunos sin conocerme personalmente, oraron por mi salud; y en forma muy especial mi agradecimiento y amor al Padre Pío, que intercedió por mí ante Dios Nuestro Señor para encontrar la salud y cumplir la misión que me encomendó en la tierra de divulgar que por su gracia todos podemos sanar tanto del cuerpo como del  espíritu".
Ricardo Guillermo Bravo Cacho
México, D. F.

domingo, 20 de enero de 2013

Enero: días 20 al 26.



20. Apártate del mundo. Escúchame: uno se ahoga en alta mar, otro se ahoga en un vaso de agua. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? ¿No están muertos los dos?

 21. ¡Piensa siempre que Dios lo ve todo!

22. En la vida espiritual cuanto más se corre menos se siente el cansancio; más bien será la paz, preludio del gozo eterno, la que se posesionará de nosotros y seremos felices y fuertes en la medida que, manteniéndonos en este esfuerzo y mortificándonos a nosotros mismos, hagamos que Cristo viva en nosotros.

23. No nos desanimemos nunca ante los designios de la divina providencia, que, uniendo los gozos a los sufrimientos y haciéndonos pasar en la vida, a cada uno y a las naciones, de las alegrías a las lágrimas, nos conduce a la consecución de nuestro fin último. Veamos detrás de la mano del hombre que se manifiesta de ese modo, la mano de Dios que se oculta.

24. Si queremos recoger la cosecha, es necesario no sólo sembrar la semilla sino también echarla en buena tierra; y cuando esta semilla llegue a hacerse planta, hemos de estar muy atentos para vigilar que la cizaña no sofoque las todavía tiernas plantitas.

25. En todos los acontecimientos humanos, aprended a reconocer y a adorar la voluntad de Dios.

26. En la vida espiritual, hay que ir siempre adelante y no retroceder jamás; de otro modo nos sucede como a la barca, que, si en vez de avanzar, se detiene, el viento la arrastra hacia atrás.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

sábado, 19 de enero de 2013

El Padre Pío, «un pobre fraile que ora» y promueve la oración


El Padre Pío quiso ser «un pobre fraile que ora». Y porque lo consiguió, el papa Pablo VI lo llamó «hombre de oración». Su ejemplo y sus enseñanzas movieron a  muchos, no sólo a una vida de oración más intensa, sino también a reunirse para orar en grupo. Fue en el año 1947 cuando el Padre Pío, como respuesta a una petición del papa Pío XII a toda la Iglesia a fomentar la oración, impulsó con más dedicación sus Grupos de Oración y les dio una organización más precisa. De cómo estos Grupos de Oración del Padre Pío se fueron multiplicando, primero en Italia y en Europa y después en todo el mundo, puede ser una sencilla muestra la fotografía de al lado, tomada en San Giovanni Rotondo, el 23 de septiembre de 1978, a los diez años de la muerte del Fraile capuchino.


*** * ***

Hoy, en el siglo XXI, el Padre Pío sigue impulsando la oración y sus Grupos de Oración. Un ejemplo lo tenemos en la provincia de Vizcaya (España). En pocos meses, y promovidos por devotos del Padre Pío seglares, han comenzado tres nuevos grupos: en Baracaldo, en Bermeo y en Bilbao.
§  El de Baracaldo se reúne en la iglesia “Santa Teresa”, el 2º y el 4º viernes de mes, a las 7 de la tarde.
§  El de Bermeo celebra sus reuniones en la iglesia “Santa María de la Asunción”, los sábados 1º y 3º de mes, a las 10 de la mañana.
§  El de Bilbao lo hace en la parroquia “El Carmen” (sita en la Plaza Indautxu), los viernes 2º y 4º de mes, a las 6 de la tarde.
Elías Cabodevilla Garde

martes, 15 de enero de 2013

Asociado a la pasión de Cristo por las cinco llagas del Crucificado en su cuerpo



El primer escrito de esta “etiqueta” de la página web lo titulé “Asociado a la pasión y a la misión de Cristo”. Dije en él que Dios, “por caminos misteriosos, quiso asociar al Fraile capuchino a la pasión de Cristo”. Y, entre esos “caminos misteriosos”, cité en primer lugar el más conocido por los devotos del Padre Pío: “las llagas del Crucificado en manos, pies y costado durante 50 años”.

Para ser más preciso, el escrito tendría que decir “durante 58 años”, pues, aunque muchos lo ignoren, el Señor concedió al Padre Pío este don en el año 1910, a las pocas semanas de su ordenación sacerdotal, muy probablemente el 8 de septiembre, cuando, por motivos de salud, pasaba sus días en Pietrelcina, el pueblo que le había visto nacer el 25 de mayo de 1887, aconsejado por unos médicos que poco o nada lograban entender de una enfermedad, que muchos la califican de misteriosa.

·   En carta del 8 de septiembre de 1911 al padre Benedicto de San Marco in Lamis, después de decirle que había sido la “maldita vergüenza” la que le había impedido manifestárselo antes y que, para contárselo ahora, había tenido que hacerse una “gran violencia”, el Padre Pío comunicó a su Director espiritual:
«Ayer por la tarde me sucedió algo que no me explico ni comprendo. En medio de la palma de las manos apareció un poco de rojo, casi como la forma de un centavo, acompañado de un fuerte y agudo dolor en medio de ese poco de rojo. Este dolor era más sensible en medio de la mano izquierda, tanto que dura todavía. También bajo los pies advierto un poco de dolor. Este fenómeno se va repitiendo desde hace casi un año, aunque hace ahora algún tiempo que no se repetía».

·   Al padre Agustín se lo manifestó de forma velada en carta del 21 de marzo de 1912:
«Desde el jueves por la tarde hasta el sábado, y también el martes, es una tragedia dolorosa para mí. El corazón, las manos y los pies me parecen traspasados por una espada; tanto es el dolor que siento».
Y, en 1915, ante la insistencia de su segundo Director espiritual, tuvo que descubrírselo con más claridad, en carta del 10 de octubre:
«La segunda pregunta es si le ha concedido el don inefable de sus santos estigmas. A esto hay que responder afirmativamente, y la primera vez que el Señor se dignó concederle este favor fueron visibles, sobre todo en una mano, y porque esta alma quedó aterrorizada ante tal fenómeno, suplicó al Señor que le retirara este fenómeno visible. Desde entonces no aparecieron más; pero, desaparecidas las heridas, no por eso desapareció el dolor agudísimo que hacen sentir, sobre todo en algunas circunstancias y en determinados días».

Lo que le aconteció ocho años después, el 20 de septiembre de 1918, en San Giovanni Rotondo, el Padre Pío lo contó al padre Benedicto en un conmovedor relato del día 22 del mes siguiente. Lo hizo urgido por un mandato de obediencia del que era en aquel momento, además de su Director espiritual, su Superior provincial. La carta dice así:
«¿Qué decirle con respecto a lo que me pregunta sobre cómo sucedió mi crucifixión? ¡Qué confusión y humillación experimento, Dios mío, al tener que manifestar lo que tú has obrado en esta tu mezquina criatura!
Estaba la mañana del 20 del pasado mes de septiembre en el coro, después de la celebración de la santa misa, cuando sentí una sensación de descanso, semejante a un dulce sueño. Todos los sentidos internos y externos, e incluso las facultades del alma se encontraban en una quietud indescriptible. Entre tanto, se hizo un silencio total en torno a mí y dentro de mí; siguió luego una gran paz y abandono en la más completa privación de todo, como un descanso dentro de la propia rutina. Todo esto sucedió con la velocidad del rayo.
Y mientras sucedía todo esto, me encontré delante de un misterioso personaje, semejante al que había visto la tarde del 5 de agosto, del que se diferenciaba solamente en que tenía las manos, los pies y el costado manando sangre. Sólo su visión me aterrorizó; no sabría expresar lo que yo sentí en aquel momento. Creí morir, y habría muerto si el Señor no hubiera intervenido para sostener el corazón, que latía como si quisiera salir del pecho. La visión del personaje desapareció y yo me encontré con las manos, los pies y el costado traspasados y manando sangre. Imaginad qué desgarro estoy experimentando continuamente casi todos los días: la herida del corazón mana sangre incesantemente, sobre todo desde el jueves por la tarde hasta el sábado.
Padre mío, yo muero de dolor por el desgarro y la consiguiente confusión que sufro en lo más íntimo del corazón. Temo morir desangrado, si el Señor no escucha los gemidos y retira de mí este peso. ¿Me concederá esta gracia Jesús, que es tan bueno? ¿Me quitará al menos esta confusión que experimento por estas señales externas? Alzaré mi voz a él sin cesar, para que por su misericordia retire de mí la aflicción, pero no el desgarro, ni el dolor, porque lo veo imposible y yo deseo embriagarme de dolor, sino estas señales externas, que son para mí de una confusión y humillación indescriptible e insostenible».

·   Que estas llagas en las manos, en los pies y en el costado del Padre Pío no tenían explicación científica convincente, lo acreditaron casi todos los médicos que, a lo largo de 50 años, las examinaron con detenimiento, unas veces por encargo de los Superiores de la Orden capuchina y otras de las Autoridades de la Iglesia.
     -   Los que, como los doctores Luigi Romanelli y Giorgio Festa, eran capaces de admitir realidades que escapan a lo material y perceptible, tuvieron que reconocer que no era posible una explicación sólo científica de las mismas y dejaron puerta abierta a otras posibles explicaciones. ¡En verdad es difícil una explicación médica a unas “llagas” que, en 50 años, no se cierran, no supuran y dejan salir de continuo sangre fresca! Y, por si esto fuera poco, que, a la muerte del Santo capuchino, desaparecen sin dejar la más mínima cicatriz.
Romanelli, que fue el primero en examinar estas “llagas”, en diferentes días de mayo a julio de 1919, y que lo hizo de nuevo en julio de 1920 junto con Festa, dio un paso más y, como creyente que era, escribió en su informe:
«Hay que excluir que la causa de las lesiones del Padre Pío sea de origen natural y hay que buscarla, sin miedo a equivocarse, en lo sobrenatural, pues la realidad de las mismas es inexplicable para solo el saber humano».

     -  En cambio, el doctor Amico Bignami hizo claramente el ridículo. Al no admitir lo sobrenatural y querer dar una explicación a lo que tenía ante sus ojos, acudió a las autolesiones -¡para eso estaba el Padre Pío!- y a los estados psicológicos enfermizos. Su receta falló estrepitosamente. La conocemos por el testimonio del padre Paulino de Casacalenda, superior en ese tiempo de la comunidad capuchina de San Giovanni Rotondo, que además, en su informe, no dejó de manifestar su gratitud al doctor, porque le había permitido observar detenidamente durante ocho días las cinco lesiones de su cohermano. Bignami ordenó:
 «Vendar y sellar las heridas en presencia de dos testigos y de controlar dichos sellos en presencia de los mismos testigos, por ocho días, a fin de obtener la certeza de que las heridas no habían sido tocadas y mucho menos curadas; y después de ocho días elaborar un detenido informe para establecer si las heridas habían cicatrizado o no».

El Superior provincial, padre Pedro de Ischitela, mandó en virtud del voto de obediencia a los padres Paulino de Casacalenda, Basilio de Mirabello Sannitico y Ludovico de San Marco in Lamis que cumplieran estrictamente lo prescrito por el doctor y que manifestaran el resultado bajo juramento de decir toda la verdad. Ellos, por espacio de ocho días, después de haber verificado ante los dos testigos los sellos, quitaron las vendas del día anterior y pusieron las nuevas. El último día, los tres certificaron por escrito lo siguiente:
«El estado de las llagas, durante los ocho días, ha permanecido idéntico, excepto el último día en el que tomaron color rojo vivo... todas las llagas han manado sangre; el último día más abundante».

·   Que el Padre Pío no deseaba estas señales externas y visibles en su cuerpo, aparece muy claro en los escritos que antes he citado. Pero tenemos otra fuente de información, que es muy especial. En junio de 1921, el carmelita Rafael Carlos Rossi realizó una Visita Apostólica a San Giovanni Rotondo por encargo del Vaticano. Sometió al Padre Pío a seis interrogatorios, bajo juramento de decir la verdad pronunciado ante los Evangelios. Además, en presencia del Superior de los Capuchinos, examinó una a una las cinco llagas. Lo que hizo el Visitador a mitad del quinto interrogatorio aparece así en el informe que entregó en el Vaticano:
En este momento, yo, el infrascrito Visitador, no obstante el juramento ya prestado por el Reverendo Padre Pío, le repito la exhortación sobre la santidad del acto religioso, le recuerdo la gravedad del tema y le preguntó qué es lo que piensa en relación al juramento. Y él responde: «El acto más solemne que pueda realizar el hombre, porque se trata de llamar a Dios como testigo de la verdad». Dicho esto, le invito a responder, bajo la santidad de un especial juramento, a las siguientes preguntas, una por una, estando él de rodillas y con las manos sobre el Santo Evangelio.
- ¿Vuestra Paternidad jura sobre el Santo Evangelio no haber procurado, alimentado, cultivado, aumentado, conservado, directa o indirectamente, las señales que lleva en las manos, en los pies y en el pecho?
Respuesta: Lo juro.
- ¿Vuestra Paternidad jura sobre el Santo Evangelio no haber usado nunca sobre su persona dermografía, es decir, no haber hecho, por una especie de autosugestión, señales que podían aparecer después visibles según ideas fijas o dominantes?
Respuesta: Lo juro, por caridad, por caridad. Más bien si el Señor me librase de ellas, ¡cómo le estaría agradecido!”.

·   Que el significado profundo de las cinco llagas del Padre Pío es el proyecto divino de asociarlo a la pasión de Cristo, lo descubrimos en la respuesta del Fraile capuchino a esta pregunta del mencionado Rafael Carlos Rossi, en el primero de los cinco interrogatorios que he mencionado:
“Pregunta: Que cuente detalladamente lo relacionado con los llamados «estigmas».
Respuesta: El 20 de Septiembre de 1918, después de la celebración de la Misa, cuando me encontraba en el Coro en la debida acción de gracias, de forma repentina, fui presa de un fuerte temblor; después me invadió la calma y vi a Nuestro Señor en la actitud de quien está en la cruz, pero no se me quedó grabado si tenía la cruz, lamentándose de la mala correspondencia de los hombres, sobre todo de los consagrados a él y más favorecidos por él. De aquí se deducía que él sufría y que deseaba asociar almas a su Pasión. Me invitaba a compenetrarme con sus dolores y a meditarlos; al mismo tiempo, a ocuparme de la salvación de los hermanos. Enseguida, me sentí lleno de compasión por los dolores del Señor y le preguntaba qué podía hacer. Oí esta voz: «Te asocio a mi Pasión». Y enseguida, desaparecida la visión, volví en mí, recobré el sentido y vi estas señales de las cuales goteaba sangre. Antes nada tenía”.

Elías Cabodevilla Garde

domingo, 13 de enero de 2013

Enero: días 13 al 19.



13. El ser tentado es signo de que el alma es muy grata al Señor.  
                        
14. No se abandone jamás a sí misma. Ponga toda la confianza en solo Dios.

15. Siento cada vez más la imperiosa necesidad de entregarme con más confianza a la misericordia divina y de poner sólo en Dios toda mi esperanza.

16. Es terrible la justicia de Dios. Pero no olvidemos que también su misericordia es infinita.

17. Busquemos servir al Señor con todo el corazón y con toda la voluntad. Nos dará siempre mucho más de lo que merecemos.

18. Alaba sólo a Dios y no a los hombres, honra al Creador y no a la criatura. Sé capaz de soportar las amarguras durante toda tu vida para poder participar de los sufrimientos de Cristo.

19. Sólo un general sabe cuándo y cómo deben actuar sus soldados. Ten paciencia; también a ti te llegará tu vez.
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

domingo, 6 de enero de 2013

Los médicos dijeron…


En vida del Santo fueron muchas las gracias del Señor a los hombres, también extraordinarias, que pasaron por las manos del Padre Pío. Fueron muchos los que le atribuyeron curaciones inexplicables para la medicina. ¿Sigue sucediendo hoy lo mismo? El hecho que presentamos tuvo lugar en Zaragoza, la ciudad de España que se precia de tener la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. 

*** * ***

El día 22 de mayo del 2011 mi esposa me llevó a Urgencias del hospital, pues llevaba unos días que no orinaba. Mientras esperaba al Doctor, me empecé a encontrar mal y vino rápidamente el médico. 

En cuestión de segundos le dijeron a mi esposa que había sufrido un ANEURISMA ABDOMINAL y era muerte súbita. 

Después de varias operaciones quirúrgicas debatiéndome entre la vida y la muerte en la UCI, gracias al Padre Pío de Pietrelcina, por la devoción que le tiene mi esposa y una amiga nuestra religiosa, Sor Pilar, que le rezaron mucho, puedo contarles esta historia. Los médicos dijeron que no habían visto otro caso igual; y el capellán del hospital también dijo que esto era un milagro. 

Ahora, año y medio más tarde, hago vida normal y no dudo que este milagro se lo debemos al Padre Pío, y le quedo siempre agradecido.
Fdo. Gabriel Ramón Sánchez
Zaragoza (España)

Enero: días 6 al 12.



6. El amor no admite dilación y los Magos, nada más alcanzar su meta, no ahorran esfuerzos por dar a conocer y amar a Aquel que con el influjo de su gracia ha conquistado sus corazones; y los ha herido con aquel amor que busca expandirse, porque no cabe en las reducidas dimensiones del corazón y quiere comunicar lo que lo llena.

7. Es necesario cultivar con solidez estas dos virtudes: la dulzura con el prójimo y la santa humildad con Dios.

8. Dios os deja en esas tinieblas para su gloria; aquí está la gran oportunidad de vuestro progreso espiritual. Dios quiere que vuestras miserias sean el trono de su misericordia y vuestra incapacidad, la sede de su omnipotencia.

9. En una ocasión enseñé al padre un ramo bellísimo de majoleto en flor y, al mostrarle al padre aquellas flores blanquísimas tan bellas, exclamé. "¡Qué bellas!...”. “Sí, dijo el padre, pero más que las flores son bellos los frutos”. Y me hizo comprender que mucho más que los santos deseos son bellas las obras.

10. Que no la amedrenten las frecuentes insidias de esta bestia infernal: Jesús, que está siempre con usted y que luchará a su lado y por usted, no permitirá jamás que llegue a verse defraudada y vencida.

11. No te detengas en la búsqueda de la verdad y en la conquista del sumo Bien. Sé dócil a los impulsos de la gracia, secundando sus inspiraciones y sus llamadas. No te avergüences de Cristo y de su doctrina.

12. Cuando el alma sufre y teme ofender a Dios, no le ofende y está muy lejos de pecar. 


  (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde


martes, 1 de enero de 2013

Asociado a la pasión y a la misión de Cristo



Dar al Padre Pío de Pietrelcina el título de “místico”, nos pide bendecir y alabar a Dios, el dador de todo bien, que, por caminos misteriosos (las llagas del Crucificado en manos, pies y costado durante 50 años; la llamada “sexta llaga”, la del hombro de Jesús como consecuencia de llevar la cruz hasta el calvario; la flagelación y la coronación de espinas experimentadas al menos una vez por semana…), quiso asociar al Fraile capuchino a la pasión de Cristo. Y darle el título de “apóstol”, nos urge a imitar a quien pudo escribir o decir frases como éstas: «Quiero ser un pobre fraile que ora»; «Jesús, que yo sea contigo para el mundo Camino, Verdad y Vida. Y para ti, sacerdote santo, víctima perfecta»; «¡Qué feliz sería si lograra amar a Jesús!»; «Vivo devorado por el amor a Dios y el amor al prójimo»; “Si pudiera volar, querría gritar, gritar a todos con toda la fuerza de mi voz: amad a Jesús que es digno de amor”; «Madrecita querida: te amo mucho; más que todos los seres del cielo y de la tierra; después de Jesús, naturalmente, pero te quiero mucho»; «Quisiera tener una voz muy fuerte para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la Virgen María»…

El Padre Pío nació en Pietrelcina, provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887 y murió en San Giovanni Rotondo, provincia de Foggia, a donde había llegado el 4 de septiembre de 1916, el 23 de septiembre de 1968. Ingresó en la Orden capuchina el 22 de enero de 1903 y recibió la ordenación sacerdotal el 10 de agosto de 1910. Fue beatificado por Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999 y declarado santo por el mismo Papa el 16 de junio del 2002. Entre los muchos dones extraordinarios que le otorgó el Señor (profecía, leer las conciencias, bilocación, milagros…) sobresale el de tener las “llagas” de Cristo Crucificado en sus manos, pies y costado durante 58 años; los ocho primeros, hasta el 20 de septiembre de 1918, invisibles, pero no por eso menos dolorosas; y, desde esa fecha, como heridas visibles que, de forma inexplicable para la medicina, no se cerraban, no supuraban, manaban continuamente sangre fresca...; y que -nuevo misterio para los médicos- desaparecieron en el momento de su muerte sin dejar la más mínima cicatriz en su cuerpo. Si en vida tuvo una «clientela mundial», que buscaba en él consejo, alivio en sus problemas, intercesión ante el Señor, el sacramento de la confesión, participar en su Misa, aunque con frecuencia durara varias horas…, la sigue teniendo, y en continuo crecimiento en todo el mundo, después de su muerte.

Sin duda fueron proféticas las palabras del papa Benedicto XV, dichas cuando el Padre Pío no había cumplido todavía los 35 años: «El Padre Pío es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para convertir a las almas». Los retratos que del Capuchino de Pietrelcina han hecho los últimos Papas confirman plenamente el anuncio de su predecesor. Porque es muy breve, recojo aquí el del papa Pablo VI, en palabras al Superior general de los Capuchinos y a su Consejo el 20 de febrero de 1971: el Padre Pío «celebraba la Misa humildemente, confesaba de la mañana a la noche y era, aún si difícil de admitir, el verdadero representante de los estigmas de Nuestro Señor. Era hombre de oración y de sufrimiento».

En dos frases escritas por el Padre Pío y en una tercera, escuchada por él en el momento en que recibió las “llagas” del Crucificado y que manifestó, en junio de 1921, al Visitador apostólico Mons. Rafael Carlos Rossi, podríamos resumir lo más importante de la rica espiritualidad del Santo capuchino.

·  En una carta de noviembre de 1922, dirigida a su hija espiritual Nina Campanile, el Padre Pío escribe en relación a Cristo, a quien llama el “Amante divino”: «desde el nacimiento me ha dado pruebas de una especialísima predilección». Si a la palabra «predilección», que implica amor peculiar, añade el adjetivo «especialísima», y las pruebas de esa gozosa realidad las ha ido recibiendo «desde el nacimiento», se comprende que el Padre Pío se sienta urgido, minuto tras minuto, a lo que propone San Francisco de Asís en relación a Cristo: «Mucho tenemos que amar el amor de quien tanto nos ha amado».

·  En esa misma carta de noviembre de 1922 escribe el Padre Pío, pensando en el año del noviciado, cuando tenía sólo 15 ó 16 años: «Pero tú, (Señor), que me escondiste a los ojos de todos, ya desde entonces habías confiado a tu hijo una misión grandísima, misión que sólo tú y yo conocemos». En la fidelidad a esta «misión grandísima», que la expresa en frases como éstas: «liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás»; «poner fin a la ingratitud de los hombres para con Dios, nuestro Sumo Bienhechor»; «hacerles participar de la vida del Resucitado»…, podemos entender la intensísima actividad apostólica del Padre Pío, sus muchas horas diarias administrando el sacramento de la confesión, sus cartas de orientación espiritual, sus invitaciones repetidas a amar a la Virgen María, las obras sociales que promovió…

·  Cuando, en la mañana del 20 de septiembre de 1918, Cristo crucificado se aparece al Padre Pío y le pide meditar y compartir sus sufrimientos y preocuparse por la conversión de los pecadores, y éste, lleno de conmiseración, le pregunta qué es lo que puede hacer, el Capuchino escucha estas palabras: «Te asocio a mi pasión». Aquí se fundamenta una de las realidades más misteriosas y bellas de la espiritualidad de nuestro Santo: el Padre Pío que desea sufrir, que pide al Señor la gracia de sufrir, que se ofrece a Dios como víctima en unión con Cristo...; y el Señor que le concede los sufrimientos más variados e inimaginables, pero otorgándole que esos sufrimientos sean para el “crucificado del Gárgano”: «Mi alimento diario, mi delicia» ¿Las dos cosas al mismo tiempo? Creo que sí.

Elías Cabodevilla Garde

En la catedral primada de México.



En su vida terrena el Padre Pío, sin abandonar su convento de San Giovanni Rotondo, se hacía presente en otros lugares, incluso muy alejados de Italia, por el don recibido de Dios de la “bilocación”. Lo hacía para ofrecer los dones del Señor y cumplir su “misión grandísima”. Desde su muerte -el 23 de septiembre de 1968-, se hace “presente” de muchos modos. Uno de ellos -no el más importante- las incontables estatuas y pinturas del Fraile capuchino, que podemos contemplar en los lugares más insospechados y que son signo de la presencia espiritual Santo.

*** * ***
La estatua que se colocó el pasado 14 de octubre en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de la catedral primada de México D.F. es obra del escultor de San Sebastián (España) Luis Uzín Larrañaga. Es de bronce, mide 168 centímetros de altura, -la misma altura del Padre Pío- y fue bendecida por el cardenal Norberto Rivera en la eucaristía de las 12:00. Me correspondió presentar la estatua a los cientos de fieles que llenaban el templo, en los minutos previos a la acción litúrgica; y, por haber seguido paso a paso su elaboración, pude resaltar estos detalles:
·         Un rostro sereno y luminoso, reflejo de la bondad y misericordia de Dios, que, como afirman los que le conocieron, se transparentaban con claridad en el Santo de Pietrelcina; y una mirada limpia y penetrante, porque a todos observaba y acogía con amor de padre.
·         Unas manos, deformadas sí por haber llevado en ellas, durante cincuenta años, las llagas dolorosas y sangrantes de Cristo crucificado, pero muy abiertas para acoger los dones que de continuo suplicaba al Señor por medio de la Virgen María y para ofrecerlos a los hombres para los que los había implorado.
·         En la ligera ráfaga de viento, que empuja el hábito hacia atrás, es fácil descubrir al religioso y al sacerdote de Pietrelcina que actuó siempre a impulsos del Espíritu.
·         Sus pies descalzos, como los de Moisés cuando le pidió el Señor que se quitara las sandalias porque pisaba un lugar santo, insinúan que el Padre Pío actuó siempre, en relación a Dios y también a sus hermanos, en actitud humilde y respetuosa.
·       Y en el rosario que cuelga del cordón del Fraile capuchino, con cuentas excesivamente grandes y algunas o que faltan o que están deformadas de tanto pasarlas por sus dedos, el artista ha querido plasmar la devoción especial del Padre Pío a esta oración mariana y los muchos rosarios que rezaba cada día.
·         Pero, ¿no tuvo en sus pies y en sus manos las llagas de Cristo Crucificado, y no las ocultaba con los calcetines y con los medios guantes, llamados mitones porque dejan los dedos libres? Cierto; pero el artista ha querido representar al Padre Pío glorioso después de su muerte, momento para el que ya le habían desaparecido esas llagas santas, sin dejar la más mínima cicatriz. Y ha colocado entre los pies del Santo un pequeño “calvario”, para indicar que ese hombre, ahora glorioso, compartió intensamente, durante su larga vida de 81 años, la cruz de Cristo, incluso teniendo en su cuerpo las llagas del Crucificado durante 50 años, como lo señalan los tres puntos rojos de la cruz.
El de las pinturas y las estatuas es un modo distinto del de la “bilocación” de hacerse “presente” en el mundo. ¿Menos beneficioso para los hombres? Lo cierto es que, al menos en México, son muchos los que se acercan a la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de la catedral primada, para invocar al Santo capuchino y aprender de quien puso escribir, ante todo como alabanza al Señor: «Estoy devorado por el amor a Dios y el amor al prójimo».
Elías Cabodevilla Garde

Enero: días 1 al 5.


1. Por gracia de Dios estamos al comienzo de un nuevo año. Este año, cuyo final sólo Dios sabe si lo veremos, debe estar consagrado del todo a reparar por el pasado, a proponer para el futuro; y a procurar que vayan a la par los buenos propósitos y las obras santas.

2. Digámonos con el pleno convencimiento de que nos decimos la verdad: alma mía, comienza hoy a hacer el bien, que hasta ahora no has hecho nada. Movámonos siempre en la presencia de Dios. Dios me ve, digámonos con frecuencia; y, al verme,  también me juzga. Actuemos de modo que no vea en nosotros más que el bien.

3. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy. Del bien de después están llenos los sepulcros...; y además, ¿quién nos dice que viviremos mañana? Escuchemos la voz de nuestra conciencia, la voz del profeta rey: Si escucháis hoy la voz del Señor, no cerréis vuestros oídos. Levantémonos y atesoremos, porque sólo el instante que pasa está en nuestras manos. No queramos alargar el tiempo entre un instante y otro, que eso no está en nuestras manos.

4. ¡Oh, qué precioso es el tiempo! Felices los que saben aprovecharlo, porque todos, en el día del juicio, tendremos que dar cuenta rigurosísima de ello al Juez supremo. ¡Oh, si todos llegasen a comprender el valor del tiempo! ¡Seguro que se esforzarían por usarlo de forma digna de encomio!

5. “Comencemos hoy, hermanos, a hacer el bien, que hasta ahora no hemos hecho nada”. Estas palabras que el seráfico Padre San Francisco, en su humildad, se aplicaba a sí mismo, hagámoslas nuestras al comienzo de este nuevo año. En verdad, nada hemos hecho hasta ahora; o, al menos, bien poco;  los años se han ido sucediendo, comenzando y terminando, sin que nos preguntáramos cómo los hemos empleado; si no había nada que reparar, nada que añadir, nada que quitar en nuestra conducta. Hemos vivido a lo tonto, como si un día el Juez eterno no nos hubiese de llamar y pedirnos cuenta de nuestra conducta, de cómo hemos empleado nuestro tiempo. Sin embargo, deberemos dar cuenta rigurosísima de cada minuto, de cada actuación de la gracia, de cada santa inspiración, de cada ocasión que se nos presentaba de hacer el bien. ¡La más pequeña transgresión de la santa ley de Dios será tenida en cuenta!


 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde